Las malas investigaciones conducen a una mala ley

20 de July, 2005

Una revisión de estudios médicos publicados entre 1990 y 2003 en tres prestigiosos journals–the New England Journal of Medicine, JAMA y Lancet—ha puesto en tela de juicio la validez a aproximadamente un tercio de los mismos.

Si una relativamente ciencia ”dura” (como la medicina) tiene tal dificultad con la exactitud, entonces los resultados ofrecidos por las denominadas ciencias ”blandas” (como la sociología) deberían ser abordados con un alto grado de escepticismo. Esto es especialmente necesario dado que las políticas públicas y las leyes son a menudo modeladas por tales estudios.

Considérense a los temas ”feministas” de la violación o de la violencia doméstica. Los estudios que tratan sobre estas áreas son por lo general revelados en combinación con recomendaciones de políticas. En Efecto, los mismos parecieran ser poco más que un trampolín desde el cual los partidarios pueden lanzar una campaña en favor de más legislación.

A su vez, las leyes resultantes generalmente disponen que se realicen más investigaciones. La Ley de la Violencia Contra las Mujeres o VAWA según su sigla en inglés—actualmente elevada para su reautorización por parte del Congreso—es un ejemplo. La VAWA incluye disposiciones a favor de más investigaciones financiadas con impuestos, para precisamente la clase de investigaciones que dieron lugar a la misma originalmente.

Y de esta manera, se establece un ciclo que se refuerza: los estudios conducen a leyes que a su vez llevan a estudios similares solventados con impuestos, los cuales solicitan más legislación.

Este ciclo debería romperse.

Esto no significa que la ley debería estar separada de los controles de la realidad que proporciona la información sólida. Todo lo contrario. Significa que el actual ciclo auto-sustentado tiende a desalentar la evidencia en contrario y el pensamiento critico acerca de las informaciones sobre las cuales las leyes descansan.

Esta no es un mera cuestión académica. Los estudios inexactos se atrincheran en leyes que gobiernan nuestras vidas cotidianas. Usando nuevamente a la VAWA como un ejemplo, la Ley incorrectamente asume que las mujeres, y no los hombres, son las victimas de la violencia doméstica, y ha sido influyente en negarle a los hombres el acceso a los refugios. Esta negativa se extiende a menudo al mayor de los hijos varones de las mujeres que buscan asistencia.

En el mejor de los casos, la investigación no es de fiar fuera de limitaciones estrictamente definidas; incluso dentro de esos límites, la investigación generalmente proporciona solamente un indicio antes que una prueba.

La confiabilidad de los estudios declina nítidamente cuando usted pasa de las ciencias duras a las blandas.

”Ciencia dura” se refiere a ciertas ciencias naturales, como la física y la química. Estas disciplinas persiguen la exactitud y la objetividad mediante la observación y la medición de objetos o fenómenos a fin de producir resultados que pueden ser reproducidos de forma independiente. En otras palabras, la ciencia dura emplea el método científico.

”Ciencia blanda” se refiere a las ciencias sociales, entre las cuales se incluyen la psicología, la sociología, las ciencias políticas y otras exploraciones de la condición humana. Debido a que la naturaleza humana no es tan fácilmente observada o mensurada como los objetos, las interacciones sociales complejas rara vez ofrecen resultados reproducibles.

Existen simplemente demasiados factores impredecibles y desconocidos, demasiado pocos controles a la investigación. Debe descansar más pesadamente en la interpretación de la información. En síntesis, las ciencias blandas producen resultados menos confiables.

La interpretación—es decir, el filtro de la información a través de las suposiciones, metas y creencias del investigador—no es exclusiva de las ciencias blandas. Meramente corre desenfrenada allí debido a la carencia de controles. No obstante, toda investigación es vulnerable de ser tergiversada a drede.

El 11 de julio, Associated Press informaba, “Alegaciones de mala conducta por parte de investigadores de los Estados Unidos alcanzaron alturas record el pasado año cuando el Departamento de Salud y Servicios Humanos recibió 274 reclamos—un 50 por ciento más alto que en el año 2003 y el número más elevado desde 1989 cuando el gobierno federal estableció un programa para lidiar con la mala conducta científica.”

¿Qué motiva a un investigador a influenciar un estudio, una encuesta o un informe?

Hay varias respuestas, desde la pereza hasta la incompetencia encubierta y la búsqueda de prestigio. En las ciencias duras, la respuesta más común probablemente sea “financiamiento” .

La comunidad científica está aún tambaleándose por las recientes revelaciones acerca de Eric T. Poehlman, un investigador pionero sobre el envejecimiento y la obesidad. Poehlman simplemente falsificó la información en 17 solicitudes de becas federales que totalizaban cerca de $3 millones. Sus ”hallazgos”, publicados en prestigiosos journals médicos, ayudaron a definir cómo la medicina afronta los efectos de la menopausia sobre la salud de las mujeres.

Las ciencias blandas comparten todas estas vulnerabilidades de la investigación. Pero, en virtud de que las mismas están menos constreñidas por los controles a la investigación, la respuesta más común es la de que lo que motiva el prejuicio bien puede ser la “convicción política”.

La declaración precedente sorprenderá a pocos. Por ejemplo, las ”investigaciones feministas” son notorias por arribar a conclusiones feministas a través de una investigación que incluye claras asunciones políticas.

Sin embargo, puede sorprender a algunos escuchar que no creo que las agendas políticas sean inevitables dentro de las ciencias blandas. Incluso sobre temas controversiales como la violación, es posible encontrar estudios interesantes en los cuales los investigadores sinceramente persiguen la información sólida.

Pero usted debe retrotraerse algunas décadas. En su libro de los año 70, “Men who Rape: The Psychology of the Ofender,” Nicholas Groth ofrecía una teoría que suena casi estremecedora a los oídos actuales. Escribió, “Una de las más básicas observaciones que uno puede hacer respecto de los hombres que violan es la de que no todos esos infractores son parecidos.” Es decir, un novio borracho que viola porque no escucha el “no” que está siendo pronunciado no debería ser colocado en la misma categoría de investigación que un violador de callejón que deja a su victima físicamente lisiada de por vida.

Un investigador sobre la violación hoy día no podría hacer esa declaración en un campo universitario. Sería despedido, aporreado hasta silenciarlo, o le sería retirado su financiamiento. Existe actualmente una sola visión aceptable de la violación: la misma es un acto de poder. Existe una única categoría de violador: la del opresor.

Considero que el ciclo de estudios que conducen a leyes, las que a su vez llevan a otros estudios debería ser interrumpido, no por estar en contra de la investigación sólida sino porque estoy a su favor. Trate con escepticismo y sentido común a toda la información que escuche; conserve sus dólares de los impuestos.

Traducido por Gabriel Gasave

Artículos relacionados