¿Pueden los Estados Unidos aprender de Japón acerca de cómo mejorar su defensa nacional y su seguridad interior? Una era post el 11/09 en la que los EE.UU. precisan concentrarse en la creación de una efectiva defensa de la seguridad interna, podría ser la oportunidad para que el país aprenda de las propias lecciones atinentes a la autodefensa nacional que los Estados Unidos le enseñaron a Japón tras la Segunda Guerra Mundial.

Excepto por una breve ráfaga de especulación respecto de cómo los EE.UU. podrían aprender a llevar a cabo una ocupación en Irak en base a su propia ocupación de Japón durante la post guerra—rápidamente descartada por la mayor parte de los analistas como considerablemente irrelevante—los Estados Unidos nunca han considerado a Japón como un ejemplo estratégico para emular. Esto resulta comprensible dadas las percepciones prevalecientes de los estadounidenses que les hacen ver a los Estados Unidos como el ejemplar del mundo libre al que todos sus aliados observan. Sin embargo, el modelo de las Fuerzas de Autodefensa de Japón podría mejorar significativamente a las defensas territoriales estadounidenses y a la seguridad interna.

Debido en parte a las aprehensiones regionales relacionadas con un reestablecimiento del militarismo y del imperialismo japoneses después de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos guiaron a Japón hacia una política de defensa nacional que estaba literalmente diseñada tan solo para defender al territorio de Japón. Esta posición estratégica condujo a Japón, bajo las restricciones del Artículo Nueve de su Constitución, a crear sus Fuerzas de Autodefensa la que consta de tres ramas: las Fuerzas de Autodefensa Terrestres, Marítimas, y Aéreas, en lugar de un Ejército, una Marina, y una Fuerza Aérea. Estas fuerzas armadas se encuentran pensadas primariamente para defender al territorio de Japón contra las amenazas externas.

El modelo estratégico de Japón podría ser valioso para los Estados Unidos en la medida en que el país procura transformar a una burocracia de la seguridad nacional ampliamente definida en un sistema de defensa que simultáneamente proteja al territorio de los EE.UU. y mantenga un rol flexible en el área de la seguridad global. Una reorganización de una parte del Ejército, la Marina, y la Fuerza Aérea de los Estados Unidos en Fuerzas de Autodefensa Estadounidenses Terrestres, Marítimas, y Aéreas comprometidas de manera exclusiva con la defensa interior de sus territorio soberano, sería mucho más efectiva para la protección de los Estados Unidos que el actual Departamento de Seguridad Interior.

Las fuerzas armadas estadounidenses, tal como se encuentran configuradas en el presente, son responsables tanto de la defensa del territorio de los EE.UU. como del cumplimiento de los compromisos estratégicos celebrados con muchos países alrededor del mundo. En la práctica, las fuerzas armadas estadounidenses emplean la mayor parte de su tiempo y de su presupuesto en lo segundo antes que en lo primero.

Esta es la razón por la que fue creado el Departamento de Seguridad Interior (DHS, por su sigla en inglés.) A pesar de que a los miembros del personal del DHS les han sido asignadas distintas responsabilidades suplementarias, los mismos no proporcionan una verdadera defensa militar del territorio de los EE.UU. en sus fronteras, costas, y espacio aéreo. Esas tareas permanecen bajo la esfera del Ejército, de la Marina, y de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. No obstante ello, allí donde el paradigma de las Fuerzas de Autodefensa japonesas fuese adaptado a la seguridad interior estadounidense, los Estados Unidos tendrían un Departamento de Seguridad Interior mucho más efectivo de lo que el mismo es hoy día. Las Fuerzas de Autodefensa estadounidenses se encontrarían solamente asignadas a defender a los Estados Unidos de ataques externos y de los terroristas, a la preservación de la seguridad en las fronteras, y a enfrentar a cualquier otra amenaza al territorio de los EE.UU., tal como los desastres naturales.

Si, al mismo tiempo, los Estados Unidos retuviesen al resto de su Ejército, Marina, y Fuerza Aérea como fuerzas armadas dedicadas a la preservación de los intereses de los Estados Unidos en el orden global, los estadounidenses podrían dedicarse tanto a la actual clase de intervensionismo internacional estratégico de los EE.UU. como también a adaptar el modelo japonés para la seguridad interior del país.

Además de ayudar a mejorar a las defensas territoriales de los EE.UU., este enfoque dual ayudaría al pueblo estadounidense a evaluar la importancia relativa de estas dos agendas estratégicas y a guiar al gobierno estadounidense hacia un sano equilibrio entre ellas. Cuanto más los estadounidenses y su gobierno estén de acuerdo en poner el énfasis en la verdadera seguridad nacional por sobre la seguridad global, más sobresaliente podrá volverse la adaptación del paradigma de las Fuerzas de Autodefensa del Japón a los Estados Unidos.

La clase de autodefensa nacional de Japón estaba basada en un modelo estadounidense no-intervencionista. En la medida que los Estados Unidos viren más hacia la auténtica autodefensa nacional, mejor posicionada estará la misma a fin de evitar los compromisos internacionales enmarañados. Un examen de cerca de porqué los estadounidenses—liberales y conservadores—han tomado por el mal camino al alejarse de las tradiciones estadounidenses no-intervencionistas, ayudaría a generar un debate en el ámbito nacional acerca de cuáles son las políticas más apropiadas para aplicar tanto en el país como globalmente. Una discusión pormenorizada respecto de los méritos de la auténtica autodefensa nacional pensada para reforzar a la independencia estratégica de los Estados Unidos resulta muy necesaria.

Traducido por Gabriel Gasave


Edward A. Olsen es Profesor de Cuestiones de Seguridad Nacional en la Naval Postgraduate School, y autor del libro, U.S. National Defense for the Twenty-First Century: The Grand Exit Strategy.