A medida que Corea del Norte prueba un misil de corto alcance e Irán amenaza con reanudar su adquisición de combustible nuclear, el Presidente Bush y su administración continúan su contraproducente fanfarroneada contra estas dos naciones. Los Estados Unidos se están preparando para reiterar su retórica de línea dura, cuando 180 países se reúnan este mes para la revisión periódica del Tratado de No Proliferación Nuclear (NPT es su sigla en inglés.)

Si embargo, no solamente los generales de fantasía en la pantalla grande utilizan su pedantería machista contra sus enemigos de ficción. Los mejores comandantes de la vida real tratan de caminar tranquilamente dentro de los mocasines del enemigo para predecir mejor sus movimientos. La administración Bush desperdicia tanto tiempo pavoneándose y encorvándose ante la galería mundial, que falla en percatarse de que tal comportamiento acelera la proliferación nuclear.

A pesar de que Irak, Irán, y Corea del Norte son regímenes tiránicos, los mismos pueden tener legítimas inquietudes de seguridad que impulsen sus esfuerzos por adquirir a las supuestas armas de destrucción masiva (WMD como se las conoce en inglés.) Pueden desear estas armas para disuadir a sus vecinos o incluso a una superpotencia honrada de que los ataque. Uno no precisa ser un apologista sobre el abismal antecedente en materia de derechos humanos de aquellos regímenes, para advertir en contra del hecho de alimentar su paranoia. Pero los dictadores de los pequeños y relativamente pobres países tercermundistas no precisan ser paranoicos para preocuparse acerca de un ataque de parte de una superpotencia intervencionista. El Presidente Ronald Reagan invadió Grenada; George H. W. Bush lanzó un ataque contra Panamá y removió a Manuel Noriega del poder; Bill Clinton bombardeó Serbia durante el problema de Kosovo; y George W. Bush invadió y ocupó Irak. Y el mundo observó que todos esos estados no nucleares obtuvieron mucho menos respeto que Corea del Norte, posiblemente armada nuclearmente.

La mayoría de los liberales* y conservadores en los Estados Unidos se retuercen las manos respecto de la proliferación de las WMD—especialmente las armas nucleares—pero rara vez reconocen que una agresiva política exterior estadounidense en ultramar sea una de las causas fundamentales del problema. Por ejemplo, durante la guerra en derredor de Kosovo en 1999, los norcoreanos rehusaron abandonar sus programas nucleares y de misiles debido a sus declarados temores de que un ataque estadounidense similar podría recaer sobre ellos, dado su antecedente en materia de derechos humanos. Cualquiera de las naciones que se encuentran elaborando secretamente armas nucleares probablemente tuvieron la misma reacción ante la invasión de Irak por parte de la administración Bush. La percepción es la de que las armas nucleares son las únicas armas lo suficientemente poderosas como para disuadir el ataque de una superpotencia.

Además, los estadounidenses a menudo ven a estos estados “pícaros” como indistintamente malos pero no reconocen la hipocresía de sus propio gobierno. Durante la revisión del NPT, los Estados Unidos acusarán tenazmente a Irán de violar su compromiso de no buscar armamentos atómicos, al poseer programas secretos de armas nucleares y criticarán a Corea del Norte por haberse retirado del pacto. Pese a que los iraníes le han mentido a la comunidad internacional respecto de su programa nuclear, la Agencia Internacional de Energía Atómica no halló evidencia alguna de que el programa esté diseñado para construir armas nucleares. A los países signatarios del NPT les está permitido investigar sobre energía nuclear para fines pacíficos sí se privan del desarrollo de armas nucleares. Los Estados Unidos, temiendo que otras naciones se retirarían del NPT, han criticado a Corea del Norte por hacer eso abiertamente, pero callan sus criticas para países nuclearmente armados pero más amistosos—Israel, India, y Pakistán—los que nunca han suscripto el tratado.

Mientras tanto, los Estados Unidos nunca han tenido intención alguna de cumplir con sus compromisos asumidos bajo el NPT. En 1970, cuando el tratado fue suscrito por vez primera, las eventuales potencias nucleares acordaron no procurar armas atómicas a cambio de un compromiso de parte de los cinco estados nucleares originales—China, Francia, Gran Bretaña, los Estados Unidos, y la Unión Soviética—para eventualmente eliminar a las armas nucleares. Este compromiso para el desarme fue reafirmado durante la revisión del tratado en el año 2000. No obstante, la administración Bush alega que el compromiso de 2000 no reflejaba a un mundo post el 11/09 que incluye al terrorismo, a un mercado negro nuclear, o a un volátil Medio Oriente. De hecho, esta vaga excusa está diseñada para proporcionar una cobertura retórica para el activo programa de investigación de la administración Bush sobre nuevos tipos de armas nucleares y sobre nuevos usos para las mismas(por ejemplo, armas que se encuentran especialmente diseñadas para penetrar refugios de concreto profundamente enterrados.)

Los Estados Unidos deberían abandonar dicha investigación y avanzar en el cumplimiento de su compromiso mediante la reducción genuina y significativa de su excesivo arsenal nuclear. También, en lugar de amenazar a Irán y a Corea del Norte, implícita o explícitamente, con ataques militares que serían improbables que eliminasen sus programas nucleares, los Estados Unidos precisan acelerar las negociaciones con estas naciones. La amenaza estadounidense contra estos dos países tan solo acelerará la búsqueda de armas atómicas por parte de otros estados. Recíprocamente, acuerdos negociados con Irán y Corea del Norte, los cuales exigirán promesas de no-agresión de parte de los Estados Unidos, enviarían una señal positiva a otros posibles estados nucleares y al menos podría reducir la necesidad percibida de desarrollar armas atómicas a fin de disuadir el potencial ataque de una superpotencia.

*Nota del Traductor:
El término liberales es aquí utilizado con la acepción estadounidense del mismo, la que hace referencia a los partidarios del intervensionismo y del dirigismo estatal.

Traducido por Gabriel Gasave


Ivan Eland es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.