¿Qué pasaría si usted se encuentra hospitalizado y el medicamento necesario para salvarle la vida no está disponible? Esa posibilidad es menos remota de lo que podría pensarse.

Durante las dos últimas décadas, los Estados Unidos han experimentado la escasez de medicamentos contra el cáncer, antibióticos e incluso suero fisiológico, un fármaco potencialmente necesario para casi todos los pacientes que ingresan en el hospital. Entre 2006 y 2019, casi los treinta medicamentos utilizados más frecuentemente en los servicios de urgencias sufrieron escasez.

El gráfico de abajo muestra que el número de nuevos faltantes de medicamentos cada año ha sido un grave problema durante las dos últimas décadas. A finales de 2022, había 295 desabastecimientos de medicamentos activos. Mientras que la escasez promedio de medicamentos dura alrededor de 1,5 años, 15 medicamentos críticos han estado escaseando durante más de una década.

¿Cómo puede ocurrir esto en un país con un sistema sanitario sofisticado y bien financiado?

La mayoría de los medicamentos que escasean son genéricos, es decir, fármacos que son copias más baratas de medicamentos patentados. La mayoría carecen de patente desde hace una media de tres décadas. Hace tiempo que han sido aprobados por la Administración Federal de Alimentos y Medicamentos (FDA es su sigla en inglés). Se sabe que son seguros y eficaces. Muchos cuestan menos de 10 dólares por píldora.

Cuando era asesor de la Casa Blanca durante la administración Obama, el oncólogo Ezekiel Emanuel estimó que alrededor del 10% de la escasez de medicamentos contra el cáncer se debe a la falta de las materias primas necesarias para producirlos.

Una fuente más importante del problema es la política gubernamental.

(Data: Federal Reserve Economic Data [FRED], St. Louis Fed; Chart: Jeffrey A. Tucker)

Problema: La supresión de las fuerzas normales del mercado. La reglamentación de la FDA limita la capacidad de los fabricantes de medicamentos para publicitar o comunicar de algún otro modo mejoras en la seguridad, fiabilidad o eficacia a los potenciales clientes. Esto se basa en la teoría de que todos los genéricos son iguales, así que lo único que importa es el precio.

Estas reglamentaciones eliminan los incentivos económicos para resolver los problemas de la forma en que serían resueltos en cualquier mercado normal. La fiabilidad en el suministro es algo valioso. Los compradores pagarían algo por asegurarla. Pero el mercado de los medicamentos genéricos, no les brinda esa oportunidad.

Además, los farmacéuticos que despechan las recetas están implícita o explícitamente obligados a proveerlas con el genérico que tenga el precio más bajo. El resultado: La única característica del producto por la cual compiten los fabricantes de medicamentos es su precio.

Cuesta dinero mantener los inventarios en niveles elevados para garantizar la disponibilidad del abastecimiento. También cuesta dinero mejorar la seguridad y la eficacia de los medicamentos -incluso de un droga genérica- para combatir enfermedades y salvar vidas. Si los fabricantes no pueden recuperar su inversión para realizar estas mejoras, no podrán darse el lujo de realizarlas.

Las compañías farmacéuticas de marca dependen de fabricantes extranjeros, a menudo en Europa o Puerto Rico. La elección de un país anfitrión refleja sin duda la preocupación de esas empresas por la seguridad y la calidad. En el mercado de los genéricos, por el contrario, la carrera a la baja ha desplazado la producción a los países con los costos de fabricación más bajos del mundo: China e India.

En los Estados Unidos, la FDA puede inspeccionar una planta de producción cualquier día de la semana, de un momento a otro y sin previo aviso. Eso no ocurre en China e India. Así que les estamos exigiendo a los fabricantes en los EE.UU. un mayor nivel de seguridad. Pero no pueden promocionarlo. Tampoco pueden insinuar que, por el hecho de que un medicamento se produzca en los Estados Unidos, "probablemente" sea más seguro y de mayor calidad, aunque probablemente lo sea. En general, cuando los consumidores adquieren un medicamento en la farmacia local, no tienen forma de saber o siquiera averiguar dónde fue producido el medicamento (o sus principios activos).

Por el contrario, consideremos lo que ocurre en el en gran medida desregulado mercado de la aspirina. La aspirina es un producto genérico que no está sujeto a la regulación de la FDA porque se le habían respetado derechos adquiridos cuando la FDA fue creada. Como la aspirina se vende directamente a los consumidores (en lugar de a través de un intermediario farmacéutico), puede haber precios diferentes para las distintas marcas y la reputación de los productores es algo que importa a muchos consumidores.

¿Cuándo fue la última vez que notó una escasez de aspirinas o de cualquier otro analgésico de venta libre?

Problema: Reglamentos de producción poco prudentes. Cuando la FDA inspecciona una planta de fabricación, utiliza un sistema binario (apto/no apto) que no recompensa a las empresas que superan las normas mínimas exigidas o emplean las mejores prácticas para minimizar los problemas de producción. Y las normativas dificultan que los competidores se hagan cargo de cubrir los faltantes. Si se produce una escasez porque la FDA clausura la planta de un competidor, por ejemplo, la competencia debe solicitar la aprobación de la FDA antes de poder incrementar su producción.

Problema: Lo controles de precios de la Parte B de Medicare. La Parte B de Medicare (que cubre los medicamentos administrados in situ) permite a los médicos y hospitales cobrar un pequeño porcentaje por encima del precio promedio de venta del medicamento para cubrir el costo de administración. Sin embargo, ese "precio promedio de venta" es calculado para todos los fabricantes y está basado en precios históricos.

Si un fabricante ve que se está produciendo un faltante y sube el precio de su medicamento, los proveedores de asistencia sanitaria que son potenciales compradores del mismo pueden llegar a perder dinero si lo adquieren.

Problema: El control de precios de la sección 340B. Este programa obliga a los fabricantes a vender medicamentos con descuento a los hospitales y clínicas que atienden a pacientes con bajos ingresos y sin seguro de salud. Pero a los hospitales se les permite dar media vuelta y vender esos mismos medicamentos a los pacientes totalmente asegurados a precios de lista.

Los hospitales y las clínicas se han beneficiado de estos descuentos: 6.000 millones de dólares en 2015. Pero parece que ni los pacientes ni los contribuyentes salen ganando. Según un estudio publicado en el New England Journal of Medicine, no hay evidencias claras de "una mayor atención o una menor mortalidad entre los pacientes con bajos ingresos". Al mismo tiempo, estos controles de precios, como otros controles de precios, llevan a la escasez en la oferta.

La escasez de medicamentos genéricos que salvan vidas es un problema que potencialmente podría afectarnos a todos. La solución es desregular y dejar que el mercado funcione en lugar de acumular más restricciones en un mercado ya excesivamente regulado.

Traducido por Gabriel Gasave


John C. Goodman es Asociado Senior en el Independent Institute y presidente del Goodman Institute for Public Policy Research.