El 6 de diciembre de 2004, marcó el centenario de uno de las declaraciones que establecieron un hito en la política exterior de los EE.UU.: el denominado “Corolario a la Doctrina Monroe” de Theodore Roosevelt (TR como se lo conoce familiarmente en los EE.UU.). Fue aquí, y no en los discursos de George W. Bush posteriores al 11 de septiembre de 2001, cuando escuchamos por vez primera una racionalización a favor de un imperialismo preventivo proveniente desde la Casa Blanca.

El preámbulo al imperialismo estadounidense, sin embargo, fue dado a luz en 1821 por John Quincy Adams, dos años antes de que fuese formulada la Doctrina Monroe. “Los Estados Unidos no van al exterior en busca de monstruos para destruirlos,” decía Adams, quien anticipó que Cuba caería pronto como una manzana madura dentro de la canasta estadounidense. La Doctrina, aunque con el apoyo de la flota británica, fue una declaración osada hacia Europa para que ésta se olvidase de colonizaciones adicionales o de maniobras políticas en el continente americano, e indicaba la intención de esta nación de permanecer apartada de los asuntos europeos.

Hacia el final del siglo diecinueve, Teddy Roosevelt se había convertido en el principal jugador en el surgimiento de un aventurero imperialismo estadounidense, haciendo de Cuba un protectorado, tomando a Puerto Rico y a Guam, e involucrando a la nación en una importante contrainsurgencia en las Filipinas a fin de “elevar” a esas pobres almas hacia la “Cristiandad” y la ”democracia,” así como también para ayudar a sofocar a los extremistas* en China.

En el caso de Panamá, por supuesto, Teddy Roosevelt reconoció que “tomó” al área mientras el Congreso debatía. Un aspecto de esta postura respecto de la política exterior, la cual lo vincula con George W. Bush, es el de que a diferencia de realistas tales como el entonces Secretario de Estado Elihu Root, TR racionalizó las políticas imperialistas bajo una pila de disparates moralistas.

En 1903, TR se expresó largamente ante su Gabinete, arguyendo que la travesura del Canal de Panamá mejoró la Civilización Occidental. Cuando se dirigió a su Secretario de Guerra Root para indagar si él había justificado plenamente su política, Root respondió que ciertamente lo había hecho—él había sido “acusado de seducción” y se había “probado contundentemente” que era “culpable de violación.”

En su Mensaje Anual al Congreso el 6 de diciembre de 1904, Roosevelt señaló que siguiendo con la Doctrina Monroe, los Estados Unidos estaban justificados para ejercer un “poder de policía internacional” a efectos de terminar con el desasosiego crónico o con la maldad en el Hemisferio Occidental. De esta forma, mientras la Doctrina Monroe original había procurado terminar con la intervención europea en el continente americano, el nuevo Corolario de TR justificaba la intervención estadounidense en el hemisferio.

Durante las décadas siguientes, los Estados Unidos intervinieron en todo el Caribe, de manera tal que los Infantes de Marina se hicieron conocidos como las “tropas del Departamento de Estado.” En 1934, el General de la Infantería de Marina Smedley Butler lo expresó un poquito más antipáticamente, llamando a los Infantes de Marina “gángsteres” para el imperialismo.

En la última mitad del siglo veinte el intervensionismo militar estuvo, por supuesto, justificado en el nombre del anti-comunismo. Lo que ha hecho George W. Bush es en esencia extender esa idea para volver al mundo entero un lugar “seguro para la democracia.”

El verdadero poder de los Estados unidos fue siempre una faceta de sus ideales de libertad y de oportunidad económica. Pero incrementar el intervencionismo en el exterior ha cercenado de modo severo la fuerza del idealismo estadounidense y ha contribuido enormemente a la declinación económica que actualmente padece el país. Irónicamente, a medida que los EE.UU. se ha ido involucrando en Irak, se ha incrementado el apoyo a los poderes de policía a través de América Latina, y se ha presionado a Canadá para que respalde el escudo misilístico contra un ataque nuclear, y los europeos y los chinos han fortalecido sus posiciones económicas tanto en América del Norte como del Sur.

Los neoconservadores alrededor de George W. Bush permanecen obsesionados con extender el poderío militar estadounidense en todo el mundo pero parecieran inconscientes de la emergente crisis económica que enfrenta el país. Tan sólo el mes pasado, el déficit federal alcanzó los $55 mil millones y el Congreso de los EE.UU. aprobó un nuevo nivel de deuda nacional de $8 billones (trillones en inglés.) ¿Cuánto tiempo puede durar este legado del imperialismo de Teddy Roosevelt, esta contradicción interna del imperio? Solamente el tiempo lo dirá.

Durante gran parte del siglo veinte, excepto por Vietnam, los EE.UU. adoptaron la clase de intervensionismo de “poder suave” asociada con realistas tales como Joseph Nye—lo que Elihu Root habría llamado “seducción.” Bajo George W. Bush, sin embargo, la masiva matanza de civiles en la intervención iraquí aparece como fuera de moda ante la clase de “violación” violenta defendida por TR en las Filipinas. Verdaderamente una fanfarronada.

*Nota del Traductor:
En el original en inglés se emplea la expresión Boxer, la cual se refiere a los miembros de una sociedad secreta china que en 1900 intentaron, mediante el uso de la violencia, erradicar a los extranjeros de China y obligar a los chinos conversos a renunciar a la cristiandad.

Traducido por Gabriel Gasave


William Marina, Investigador Asociado en The Independent Institute en Oakland, California, y Profesor Emérito en Historia en la Florida Atlantic University.
David T. Beito es Investigador Asociado en The Independent Institute, Profesor de Historia en la University of Alabama, y codirector del libro, The Voluntary City: Choice, Community and Civil Society.