George W. Bush y el “Mandato del Cielo”

3 de octubre, 2004

Desde al menos la epopeya de Job descripta en la Biblia, los humanos han procurado entender por qué Dios ha inflingido crueldades sobre los creyentes. Varios años atrás, recuerdo que mi hija de casi cuatro años, después de que habíamos estado involucrados en un accidente automovilístico en el cual se lesionó mi hijo de un año y medio, le preguntaba a mi madre ¿qué era lo que él había hecho mal para merecer tal castigo de Dios?

Los imperios, tales como este aquí en los Estados Unidos, exaltado por la fe neoconservadora como la de William Kristol, se encuentran especialmente necesitados de racionalizaciones para explicar las cosas desagradables que acontecen en el exterior tales como el “terrorismo” global, así como también los atolladeros en Irak y Afganistán. Agréguesele a ello la temporada de huracanes más inusual en décadas, donde entidades tales como “Iván” no desaparecen fácilmente, sino que renacen y viran en circulo, y algunos pueden preguntarse ¿qué ha hecho el liderazgo fundamentalista de los Estados Unidos bajo George W. Bush para enojar a Dios respecto de esta nación?

El imperio chino, aún cuando su elite superó a la religión primitiva un milenio antes, seguía enfrentado con la respuesta al mismo interrogante. Dado que no tenían intención alguna de suprimir a las instituciones del imperio, su única respuesta fue la de reemplazar regularmente a emperadores específicos. Así fue desarrollado el concepto del “Mandato del Cielo,” el cual diligentemente se vinculaba con el neo confucionismo del imperio.

Los chinos creían que al pueblo y a su imperio les pasaban cosas buenas cuando los líderes llevaban vidas de “verdad” y de “virtud.” Cuando no lo hacían, habían perdido el “Mandato del Cielo” y precisaban ser reemplazados. Ya sea que George W. Bush haya tenido o no un “Mandato del Cielo,” incluso si él considera que lo tiene—quizás el mismo le fue “conferido” por la Corte Suprema al certificar su elección del año 2000—ciertamente parecería que lo ha perdido desde entonces.

Actualmente, el decir tonterías por parte de Bush en discursos sobre la virtud, o el escribir acerca del jugador mojigato y compulsivo, William Bennett, o el rezar por ello (¿o el aprovecharse?) como lo hacen otros líderes estadounidenses, no es un sustituto para el comportamiento virtuoso.

Estas ideas chinas, que se filtraron en el Iluminismo europeo del siglo 18, jugaron un rol en las discusiones de los líderes estadounidenses en la fundación de la república. A Thomas Jefferson ellas le agradaban especialmente, y hablaba acerca de una “aristocracia natural del talento y de la virtud,” y un sistema educativo de escuelas gubernamentales, como lo destacara el sinólogo H.G. Creel, fue claramente copiado de China.

Como alguna vez me lo mencionara el gran economista Lord Bauer, Alexis de Tocqueville, ese perspicaz observador de los Estados Unidos, cuando advirtió estos desarrollos a comienzos del siglo 19 en Francia, los llamó “la systéme chinois” (el sistema chino), y los japoneses, a finales del siglo 19, buscando modelos occidentales, adoptaron el sistema educativo francés. ¡Que ironía, confucionismo de parte de Francia! Las naciones pueden “chocar,” pero las civilizaciones tienden a copiarse las unas a las otras.

Fue el usualmente austero John Adams quien en su correspondencia cuestionaba las construcciones verbales de Jefferson. Señalaba que existían talentos de todas las clases, no tan solo los intelectuales / académicos preferidos por Jefferson, y que incluso una amante del rey exhibía ciertas capacidades pero que lo más fundamental es “¿cómo enseña usted la virtud?”

Hay una sola respuesta para Adams, como lo entendía Confucio. La virtud es enseñada, o no enseñada, haciendo que el joven emule el comportamiento de sus progenitores y mayores, y haciendo que los individuos observen las acciones de sus líderes.

Al respecto, ¿han los EE.UU. alcanzado nuevas profundidades de degradación al emprender una guerra no provocada contra Irak y con la declaración de una guerra perpetua a escala global? Ciertamente, George Bush ha perdido el “Mandato” de gran parte del resto del mundo, a excepción de unos pocos estados clientes y aduladores; la reciente recepción del Presidente ante la ONU lo dejó claramente en evidencia.

En el país, Bush acumula más y más “pan y circo”, combinando enormes esquemas de bienestar para el agro, la educación, el Medicare, las corporaciones y otros negociados políticos con reducciones impositivas mayormente destinadas a los más ricos (pero incluso una pizca para las clases medias, como lo hacían los césares de la antigüedad) con un sistema inflacionario de papel moneda (también copiado de China.) Si uno toma en cuenta los Gastos No Presupuestados (OBE como se los conoce en inglés) el gobierno estadounidense en la actualidad le debe más de $72 billones (trillion en inglés) a su propio pueblo y al mundo, suma a la que el gobierno intentará probablemente inflar en el futuro, si es que el propio sistema no colapsa en el corto plazo.

Así como con aquellos imperios de la antigüedad, los cuales buscaban lo que el historiador Carroll Quigley (el gurú de Bill Clinton en la Georgetown University) llamaba el “Imperio Universal,” es decir, no solamente la centralización imperial, sino la hegemonía sobre su “Centro y Periferia” existentes, lo cual hoy día literalmente significa el mundo entero, considero que los Estados Unidos no solamente fracasaron, sino que se encuentran en declive.

Los chinos comprendieron que los estados imperiales vienen y van. Los grandes imperios centralizados y burocráticos de Roma, China, España, Gran Bretaña, y Rusia se han derrumbado o declinado.

Si, en la terminología de Quigley, nuestras instituciones sociales, políticas y económicas pueden una vez más convertirse en viables “instrumentos de expansión,” es la verdadera pregunta sistemática a la que nos enfrentamos. George Bush no creó estas tendencias que se remontan bien atrás en nuestra historia, pero él las ha acelerado y exacerbado enormemente. Resumiendo, ¡él ha perdido claramente el “Mandato del Cielo”!

Pero, ¿quién le dirá que carece de ropas? Rechazó el consejo de su padre sobre Irak. Tal vez, otros en su familia, que protegieron y elevaron a una mediocridad, su madre o su esposa, le dirán que ha perdido el “Mandato”; aun si, en una supuesta democracia, ¡la voz del electorado es considerada la “Voz de Dios”!

Pero, quizás es en verdad el propio pueblo estadounidense el que ha perdido el “Mandato del Cielo,” dado que, después de todo, es él quien elige a los líderes del gobierno de los Estados Unidos. Si la nación estadounidense será tal vez la primera en la historia que evite al imperio y que retorne a una república descentralizada será el gran interrogante al que haremos frente en el siglo 21. ¿Pueden los estadounidenses encontrar líderes con virtud y con visión que puedan restaurar el “Mandato del Cielo”?

Traducido por Gabriel Gasave

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