Bush continúa con la “Gran Mentira” pese a las montañas de evidencia en contrario

22 de junio, 2004

Aunque pueda parecer increíble, pese a la conclusión de la comisión del 11/09 de que Al Qaeda y el régimen de Saddam Hussein no tenían ninguna “relación de colaboración”, el Presidente Bush y el Vicepresidente Cheney continúan insistiendo con que existía una “relación.” El presidente y el vicepresidente llaman a unos pocos encuentros entre miembros del grupo terrorista y del gobierno iraquí una “relación.” Pero, por analogía, si una organización de caridad fuese capaz de concertar una cita con una gran corporación o fundación en un intento por obtener una contribución, y en última instancia su pedido es rechazado, la lógica de la administración Bush concluiría que la entidad de caridad y la corporación habían establecido una relación filantrópica. Un resultado similar ocurrió aparentemente entre Al Qaeda y los iraquíes. De acuerdo con la comisión, Osama bin Laden solicitó un refugio para sus campos de entrenamiento y ayuda para adquirir armas, pero los iraquíes al parecer nunca le respondieron. Eso no suena mucho como una relación.

Todas las sutilezas de la administración Bush respecto de la definición de la palabra “relación” es tan ridícula como el sofisma del Presidente Clinton sobre la definición de la palabra “is” durante el escándalo de Mónica Lewinsky. Cuando la justificación de un presidente para las acciones tomadas depende de la definición de una simple palabra, la misma usualmente significa un problema.

Si meras reuniones entre funcionarios son siniestras, entonces el amistoso encuentro del enviado estadounidense Donald Rumsfeld a comienzos de los años 80 con Saddam Hussein, justo después de que Saddam hubiese empleado gas venenoso contra los iraníes, puede llevarse el premio.

Convenientemente, justo cuando el presidente se encuentra en la terrible necesidad de algo para ensombrecer la cuestión por completo, el presidente ruso Vladimir Putin, quien está procurando congraciarse con la única superpotencia que queda, afirma que los servicios de inteligencia rusos alertaron a los Estados Unidos después del 11/09 de que Saddam Hussein estaba planeando ataques terroristas contra objetivos estadounidenses. La aseveración de Putin no hizo nada para abordar realmente a los ataques anti estadounidenses patrocinados por los iraquíes, los cuales extrañamente nunca se llevaron a cabo, o a la relación de Irak con Al Qaeda o con los ataques del 11/09. La misma tan sólo enturbió las aguas durante un momento crítico cuando el panel del 11/09 arribó a la devastadora conclusión (para la administración Bush) de que ninguna relación de colaboración existió entre Irak y Al Qaeda. Uno se pregunta, tras que la información de Ahmed Chalabi y su grupo anti-Saddam probara ser falsa y de que podría haber sido preparada en Irán, si deberíamos depositar mucha fe en la inteligencia suministrada por la ex KGB.

Pero no debemos perder de vista a los interrogantes más grandes. Primero, ¿justifican unos pocos encuentros entre miembros de Al Qaeda y funcionarios del gobierno iraquí la invasión de una nación soberana? Solamente la cooperación operativa entre el gobierno iraquí y Al Qaeda para orquestar el ataque del 11/09 proporcionaría una justificación para la represalia. Y el presidente, el vicepresidente y Condoleezza Rice, la consejera de seguridad nacional del presidente, han admitido todos que ningún vínculo existe entre Irak y los ataques del 11/09.

Segundo, declaraciones en el pasado de parte de funcionarios de la administración Bush parecerían ser claramente falsas. El Vicepresidente Cheney, al menos en una ocasión, vinculó a Irak y al 11/09, destacando que “si tenemos éxito en Irak…habremos dado un golpe importante justo en el corazón de la base, si lo desea, la base geográfica de los terroristas que nos han tenido bajo asalto durante muchos años, pero más especialmente el 11/09.” Al mismo tiempo, él continúa removiendo la ahora desacreditada alegación de que Mohammed Atta, el cabecilla de la maquinación del 11/09, se encontró con un funcionario de la inteligencia iraquí en Praga en abril de 2001. Arrojando una enorme duda sobre si este encuentro alguna vez ocurrió están el gobierno checo, la CIA, la comisión del 11/09 y los registros telefónicos y otra evidencia que muestra que Atta se encontraba en Florida para esa época.

Además, en el pasado, el Presidente Bush ha señalado que la relación entre Al Qaeda e Irak iba mucho más allá de la celebración de reuniones entre las dos organizaciones. Por ejemplo, en mayo de 2003, al anunciar que las principales operaciones de combate habían concluido, dijo, “la liberación de Irak es un progreso crucial en la campaña contra el terror. Hemos removido a un aliado de Al Qaeda.” Y en el discurso sobre el Estado de la Nación en enero de 2003: “Saddam Hussein asiste y protege a los terroristas, incluyendo a miembros de Al Qaeda.” La última afirmación parece referirse a Abu Musab al-Zarqawi, de quien el presidente sostuvo que era un operador senior de Al Qaeda que vivía en Bagdad y trabajaba con el gobierno iraquí. Pero de acuerdo con The New York Times, el ahora retirado Director de la CIA, George Tenet, admitió que Zarqawi no trabajaba con el gobierno iraquí y que no se encontraba bajo la dirección de Al Qaeda.

La conclusión de la comisión de ninguna “relación de colaboración” contradice de manera directa a la muy específica alegación del Presidente Bush de que “Irak ha enviado expertos en la elaboración de bombas y en la falsificación de documentos para trabajar con Al Qaeda. Irak le ha también proporcionado a Al Qaeda entrenamiento en armas químicas y biológicas.” Numerosas fuentes, además del panel del 11/09, han evidenciado que esas alegaciones no eran ciertas.

Por lo tanto, la comisión del 11/09 ha meramente confirmado lo que aquellos sin ingenuidad habían sospechado todo el tiempo: la administración Bush mintió y condujo desatinadamente a los Estados Unidos a un innecesario y caprichoso proyecto imperial que ha matado a miles de iraquíes inocentes y a cientos de miembros de las fuerzas armadas de los EE.UU.. Lo sorprendente es que la administración continúa afirmando que su propaganda de la “gran mentira” al estilo de Goebbels es cierta después de todo, no importa cuanta evidencia en contrario se acumula.

Traducido por Gabriel Gasave

  • es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.

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