El USDA (siglas en inglés para el Departamento de Agricultura de los EE.UU.) se encuentra obstaculizando a un matadero estadounidense que desea inspeccionar de manera voluntaria su carne con relación al mal de la vaca loca, a efectos de poder venderla al Japón.

Creekstone Farms, un matadero en Kansas, ha invertido $500.000 en crear un establecimiento de comprobación del mal de la vaca loca para cumplir con los más exigentes reglamentos de Japón. Impedida de efectuar los exámenes y privada de su mercado japonés, la compañía pierde $200.000 en ventas cada día, y se visto ya casi forzada a licenciar a cincuenta trabajadores.

Desafortunadamente para la gente de Creekstone Farms, el USDA no les permitirá tales ensayos, debido a que la agencia no considera a los mismos como “científicamente garantizados,” y se preocupa de que los mataderos de la competencia puedan lucir como no seguros en la comparación.

Los estadounidenses que consideran que el USDA protege a los consumidores de la carne en malas condiciones podrían encontrarse a sí mismos rascándose la cabeza. ¿Por qué el USDA interferiría con una empresa que toma precauciones adicionales a fin de probarle la seguridad de sus productos a sus consumidores?

Históricamente, la reglamentación gubernamental de la carne ha tenido a menudo menos que ver con el sentido común o con las genuinas preocupaciones por la salud que con el favoritismo estatal por algunas corporaciones, algo inherente a una economía altamente reglamentada.

Existe el mito de que la inspección federal de la carne se inició a comienzos del siglo veinte debido a un clamor público por una carne más segura. Espoleados por escritores tales como Upton Sinclair, los estadounidenses escucharon los relatos de horror sobre carne viciada que era vendida al público. En verdad, la carne no apta no era para nada un problema agudo. Fueron las empresas, no el público, quienes primero procuraron la reglamentación de la industria. Las pequeñas empaquetadoras de carne a finales del siglo diecinueve presionaron por una legislación para socavar a las empaquetadoras de carne más grandes, las cuales habían comenzado a emplear las nuevas técnicas de refrigeración para ofrecer una carne más segura y más barata. Pocos años más tarde, las grandes empaquetadoras de carne alentaron la sanción de la Ley de Inspección de la Carne de 1906 como una forma de crear la ilusión de que la calidad de su carne se había incrementado desde los ficticiamente bajos estándares “documentados” en la novela The Jungle de Upton Sinclair.

Dado que los reglamentos del USDA históricamente han estado contaminados por el favoritismo, ¿cómo podemos promover mejor la seguridad de los alimentos? En el caso de una genuina epidemia, la mejor manera para los Estados Unidos, el Japón, y otros países de asegurarse la calida de la carne es la de permitirle funcionar al mercado libre.

Cuando tres niños murieron trágicamente y varios más se enfermaron por la contaminación de E. coli en las hamburguesas de Jack in the Box en 1994, la cadena de comidas rápidas revolucionó por completo sus operaciones para probar que sus productos eran seguros — no debido a que el gobierno la obligara a ello, sino para salvar su reputación. Las ganancias de Jack in the Box se han elevado y la empresa no ha tenido serios problemas durante estos diez años transcurridos desde la tragedia.

De hecho, la industria entera luchó para mejorar el control y la investigación. La National Cattlemen’s Beef Association comenzó a financiar investigaciones y desarrolló nuevos estándares de prueba, adoptados actualmente por la mayor parte de la industria de la carne.

Algunos insisten en que una empresa solamente limpiará su accionar tras un desastre, pero que ninguna política gubernamental preventiva garantizará un cien por ciento de seguridad. Incluso con un presupuesto anual de $1,5 mil millones, el USDA no previno la tragedia de Jack in the Box y falla en salvar las vidas de miles de estadounidenses que mueren a causa de carne no cocida cada año.

Si los Estados Unidos tuviesen un verdadero mercado libre del control de la carne, los estándares podrían de hecho elevarse agudamente a medida que los actuales niveles de contaminación fuesen considerados intolerables. El USDA solamente sirve para proteger a los mataderos políticamente favorecidos por sobre los menos poderosos, tales como Creekstone Farms, al mismo tiempo que les proporciona a los estadounidenses un falso sentido de seguridad. Así como la desreglamentación de las telecomunicaciones resultó en precios más bajos y en un mejor servicio telefónico, sacar al gobierno del control de la carne sería beneficioso.

Cuando el gobierno de los EE.UU. responde a los reglamentos de Japón sobre los controles generando más reglamentación, como lo ha hecho en el caso de Creekstone Farms, las economías y las libertades de los estadounidenses así como la de los extranjeros sufren. El gobierno frecuentemente hace descarrilar los esfuerzos de las empresas para mejorar sus productos, mientras recompensa a las empresas favorecidas con su visto bueno de aprobación. El hecho de que el USDA no le permitirá a Creekstone Farms efectuar controles por el mal de la vaca loca demuestra que la agencia protegerá el status quo antes que la salud física de los consumidores o la salud económica de los pequeños agricultores de los Estados Unidos.

Traducido por Gabriel Gasave


Anthony Gregory fue Investigador Asociado en el Independent Institute y es el autor de American Surveillance.