El busto expuesto de Janet Jackson durante el entretiempo del SuperBowl no estableció la Broadcast Decency Enforcement Act (BDEA) de 2004. Pero el mismo propulsará la aprobación de esa ley, cuyas consecuencias pueden ser mucho peores que un poco de exhibicionismo basura en la TV.

Las estaciones independientes de televisión y de radio pueden ser silenciadas. Esto es especialmente desafortunado dado que la aplicación de la ley no es necesaria para remediar el agravio.

La BDEA incrementará las sanciones para la “transmisión de lenguaje obsceno, indecente, y profano.” Actualmente, la multa más elevada es de $27.500 por ofensa. La máxima sería elevada a $275.000 con un límite superior de $3 millones para las ofensas reiteradas. El martes pasado, la ley fue aprobada por unanimidad por un subcomité de la Cámara de Representantes y pasada al Comité de Energía y Comercio de la Cámara. Las multas incrementadas se encuentran claramente en el aire.

Para algunos miembros de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), las multas elevadas son inadecuadas. El Comisionado Michael Copps ha sugerido que la FCC considere revocar las licencias de los violadores porque las multas podrían ser “fácilmente absorbidas como un ‘costo de hacer negocios’”. La regulación de la televisión por cable también ha sido discutida.

Los cambios inmediatos en la política no reglamentarán probablemente al cable — no existe ningún precedente legal. Ni tampoco la propuesta extrema de revocar las licencias de las emisoras es probable que tenga éxito. No aún. Pero la próxima vez que haya un incidente como el de Janet Jackson, las voces pro-reglamentación declararán: “Las multas no fueron suficientes”. Entonces, hablar de la revocación de las licencias y extender los estándares de decencia al cable o la radio satelital surgirán con un fresco ímpetu.

Por el momento, el cambio de política básicamente incrementará las multas. Al hacerlo, la FCC apunta a las radio-teledifusoras gigantes, como Infinity. Pero el blanco a golpear es posible que sea uno muy diferente.

Jesse Walker, director gerente de la Revista Reason y autor de “Rebels on the Air,” explica: “Lo que podría ser el costo de hacer negocios para Infinity Broadcasting, podría significar la muerte para una estación universitaria que pasa discos con letras marginales, o una estación comunitaria de baja potencia que pone en el aire serias discusiones sobre sexo y salud”.

La radio es particularmente vulnerable. Existen más estaciones de radio independientes que de televisión; un alto porcentaje de la programación radial es en vivo; los golpes de efecto chocantes apuntados por la FCC son un fenómeno de la radio; y, hay pocos equivalentes televisivos para las estaciones de radio universitarias informales. Pero tanto la radio como la televisión son igualmente vulnerables a la vaguedad de la definición de indecencia de la FCC.

Por ejemplo, un estándar de indecencia es el de si el material es “patentemente ofensivo según lo mensurado por los estándares comunitarios contemporáneos para el medio emisor”. Los acusados de violaciones pueden ser juzgados sobre la base de caso en particular de acuerdo con esta medida erróneamente definida.

En una carta al Subcomité de Telecomunicaciones y de la Internet de la Cámara, Laura Murphy - Directora de la Oficina Nacional de la ACLU (American Civil Liberties Unión) en Washington - escribió: “Debido a la vaguedad, los voceros deben...[adivinar] lo que la FCC determinará que está prohibido. Incrementar las multas meramente exacerbará el problema, particularmente para los pequeños difusores. En vez de hacer frente a una multa potencialmente ruinosa, los emisores más pequeños son mas proclives a permanecer en silencio”.

Murphy concluye: “El punto de partida es el de que los difusores disfrutan de la protección de la Primer Enmienda”.

El reciente y resaltado foco de la FCC sobre la indecencia ha provocado ya un enfriamiento de la libertad de expresión. Por ejemplo, en 2001, una estación de radio comunitaria y no-comercial en Oregon fue multada con $7.000 por tocar una canción de rap feminista que incluía la blasfemia. Pese a que la multa fue rescindida, el proceso llevó años y la agencia investigadora declaró que “fue un caso muy cerrado”.

Con la amenaza de la BDEA, aún los grandes emisores se encuentran apaciguando la libre expresión y auto-censurándose. El ejemplo más publicitado es la decisión de la NBC de cortar la imagen del seno de una anciana de su popular drama médico “ER.” John Wells, el productor ejecutivo de “ER”, sostuvo que la audiencia era conciente de los temas adultos del programa y que en consecuencia podría ajustar sus hábitos como espectadores.

El argumento de Wells apunta a la mejor solución para la vulgaridad de Jackson y su especie. No es una política de pistola que puede ser absorbida por las mega-corporaciones de medios mientras destruye a las emisoras comunitarias y alternativas. La solución es que la audiencia flexibilice su poder de compra y de boicot.

Así lo hicieron con “Los Reagan”, la película anti-Reagan que se planteaba como un drama histórico. Cuando los consumidores amenazaron con boicotear a las compañías que adquirieron tiempo comercial durante la transmisión del film, la CBS la relegó a un comparativamente pequeño intervalo de tiempo en Showtime.

Las emisoras están escuchando el “feedback” de la audiencia. Cuando Nicole Richie profirió blasfemias en los “Billboard Music Awards” que fueron emitidos por FOX, la cadena inmediatamente exploró la manera de prevenir futuros inconvenientes, incluyendo la adición de cinco minutos de retraso en las transmisiones en vivo.

Hoy día, la primera respuesta ante cualquier controversia es, “debería de haber una ley”. Pero en cuestiones de moralidad y de libertad de expresión, es mejor que la ley sea el último recurso que la sociedad considere. El primer recurso es permitirle funcionar a la libertad y al mercado libre.

A aquellos preocupados por el contenido moral de la radio y la televisión se les está proveyendo a diario de más control: sistemas de medición, segundos de retardo en las transmisiones en vivo, encuestas constantes que sirven como “feedback” para las emisoras, boicots organizados, y herramientas para el control de los padres tales como cerrojos del cable o decodificadores. Aprobar una ley implica el mismo recurso que esgrimir un arma: en la superficie, detiene rápidamente una actividad que le molesta. Pero esgrimir un arma no resuelve las cuestiones culturales: solamente introduce a la fuerza dentro de las mismas.

No podemos permitir que la ordinariez de algunos artistas perjudiquen a la libertad de expresión y a la radiodifusión independiente.

Traducido por Gabriel Gasave


Wendy McElroy es Investigadora Asociada en the Independent Institute y directora de los libros del Instituto, Freedom, Feminism and the State y Liberty for Women: Freedom and Feminism in the Twenty-first Century.