Estamos en esa época del año otra vez. Cada otoño, a medida que los estudiantes retornan a la escuela, el debate sobre la educación se intensifica. Este año es especialmente notorio en California–pese a que el estado inyecta $45.700 millones (billones en inglés) al año en la educación pública del ciclo K-12*, las escuelas públicas de California se encuentran todavía entre las peores del país. Los críticos de las escuelas públicas están proponiendo alternativas a la educación pública, incluyendo los vales escolares y las escuelas estatutarias o “charter”.** Sin embargo, difícilmente alguien se encuentre mencionando los méritos de la enseñanza en el hogar, la alternativa más exitosa y solventable hasta la fecha. En cambio, los izquierdistas y los defensores del sistema escolar público procuran criminalizar y estigmatizar a la enseñanza en el hogar como deficiente a efectos de educar y de sociabilizar a los niños.

Siendo un producto de una educación en el hogar, puedo atestiguar el valor de la enseñanza hogareña y la falta de verdad en las afirmaciones de sus detractores.

Como la mayoría de los padres que educan en el hogar, los míos eligieron convertirse en mis maestros primarios y educarme en casa debido a que estaban disconformes tanto con las escuelas públicas como con las privadas de nuestra área. Al mismo tiempo, mi madre comenzó un programa semanal donde los estudiantes educados en el hogar podían encontrarse y tomar clases en el ambiente más formal del aula. Debido a que trabajaba a mi propio paso durante mi enseñanza hogareña, me tomó menos tiempo completar los planes académicos estándares que fueran calibrados para estudiantes más lentos en las escuelas privadas o públicas. Mis estudios sobre la base de libros fueron suplidos con proyectos prácticos. Por ejemplo, realizábamos la clase de ciencias en el jardín, nuestra clase de arte visitaría museos relacionados, y cada año emprenderíamos un “viaje a la historia” para visitar los sitios famosos de la nación.

Debido a que mi enseñanza en casa me permitió manejar el tiempo de manera eficiente, me fue posible emprender pasatiempos no académicos que yo amaba, incluyendo clases de teatro profesional. También comencé y dirigí mi propia compañía panificadora cuando tenía doce años. En la secundaria, hice un paso por una escuela parroquial, pero dado que la marcha era tan lenta en comparación a lo que estaba acostumbrada, opté en cambio por tomar clases en mi institución pre-universitaria local–una experiencia que me preparó bien para la universidad. Llegado el momento, rendí el SAT (siglas en inglés para Scholastic Aptitude Test o Examen de Aptitud Escolática,) obtuve calificaciones bien por encima del promedio, y me inscribí en la universidad, siendo aceptada por aquellas de mi elección. No soy la única alumna hogareña que fue pretendida por varias universidades. De hecho, el funcionario de admisiones de la Standford University Jon Reider dijo, “Los alumnos hogareños traen ciertas habilidades– motivación, curiosidad, la capacidad de ser responsables por su educación– cosas a las que las escuelas secundarias no inducen muy bien.”

Aunque no hay restricciones a la enseñanza en el hogar en el nivel federal, y la misma no es mencionada ni una vez como ilegal en el derecho de California, el Departamento de Educación de California (CDE sus siglas en inglés) ha intentado con regularidad minar la libertad de los padres de enseñarle a sus hijos en casa. El ejemplo más notorio fue una declaración efectuada por el CDE, luego atenuada, en la cual afirmaba que cualquier niño que fuese un estudiante hogareño es un haragán. Los trabajadores del servicio social han también hostigado a las familias forzando la entrada a los hogares particulares, entrevistándolas privadamente, y revisando a los niños, simplemente porque sus hijos no fueron inscriptos en una escuela formal.

¿Por qué está el estado atacando a la enseñanza en el hogar? La respuesta es simple. La educación casera está probando que los padres conocen lo qué es mejor para sus hijos y está exponiendo el completo fracaso del sistema escolar público. Estoy convencida de que el economista laureado con el Premio Nobel Milton Friedman tenía razón cuando dijo: “No existe otro campo complejo en nuestra sociedad en el cual el hágalo usted mismo supere a la producción en serie o a la producción del mercado. Nadie produce su propio automóvil. Pero se da aún el caso de que los padres pueden desempeñar la tarea de educar a sus hijos, en muchos ocasiones, mejor que nuestro sistema educativo actual .”

Allí donde la educación pública ha fallado, la enseñanza en el hogar se encuentra produciendo excepcionales líderes del futuro. Además, el descriminalizar a la enseñanza hogareña no tornará al sistema escolar público peor de lo que ya es.

El único involucramiento apropiado del gobierno en la escolaridad hogareña sería el de la sanción de una legislación diseñada para proteger y para santificar los derechos de los padres a educar, tal como la Ley de No-Discriminación de la Enseñanza en el Hogar, la cual está siendo actualmente considerada tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado. La Ley indica expresamente que el gobierno federal no posee control alguno sobre la educación doméstica, y clarificará varias áreas de la legislación que han preocupado a las familias de la enseñanza hogareña durante muchos años.

La libertad para educar a los propios hijos se encuentra entre las más innatamente poseídas, y es tiempo de que el gobierno federal tome medidas para protegerla. De esa manera, la sanción de la Ley de No-Discriminación de la Enseñanza en el Hogar es crucial–tanto para la enseñanza hogareña como para los derechos de los padres en general.

Notas del Traductor:
* Por K-12 se entiende el ciclo educativo que se extiende desde el Kindergarten o Jardín de infantes hasta el curso 12 de la Escuela Secundaria inclusive.
** Las escuelas estatutarias o "charter" son escuelas financiadas públicamente, iniciadas por profesores, padres, y miembros de la comunidad, y operadas independientemente de la mayoría de las reglas y de las reglamentaciones estaduales y del distrito local. A cambio de esta autonomía, las escuelas "charter" son responsables de su desempeño académico y financiero. Si la escuela fracasa en alcanzar las metas establecidas en su carta o estatuto (charter en inglés), el mismo puede ser revocado o no renovado y sometido a revisión. Legislación que permite la creación de esta nueva clase de escuelas públicas ha sido aprobada en 34 estados y en el Distrito de Columbia.

Traducido por Gabriel Gasave