Pese a que los Estados Unidos son la orgullosa residencia de las compañías farmacéuticas líderes en el mundo, los estadounidenses abonan los más altos precios por muchos de los productos farmacéuticos hechos en el país—a menudo hasta una mitad más que los canadienses y los europeos. Por ejemplo, la droga producida en los Estados Unidos para el alto colesterol, Lipitor, cuesta hasta un tercio más en el Walgreens.com estadounidense que en el sitio Canadameds.com.

¿Por qué los precios son frecuentemente más bajos en el exterior? Las compañías estadounidenses ofrecen a menudo sus medicamentos más baratos en el exterior debido a que saben que los países pobres comprarían muy pocas drogas a precios más elevados. Las compañías pueden hacer esto dado que los consumidores estadounidenses pueden solventar los altos precios necesarios para cubrir los costos del desarrollo de las drogas. Además, otros países imponen a menudo controles de precios. Para reforzar la disparidad en los precios del medicamento, el gobierno de los EE.UU. prohíbe la reimportación de drogas más baratas de otros países.

Muchos en el Congreso han propuesto eliminar la prohibición que existe sobre la reimportación. La “Ley de Acceso al Mercado Farmacéutico,” también llamada la Ley de la Reimportación, fue aprobada el mes pasado en la Cámara de Representantes por un amplio margen. El Ley permitirá que los medicamentos producidos originalmente en los Estados Unidos—y aquellos producidos en 26 países extranjeros, incluyendo a Europa y a Canadá—sean reimportados a este país y vendidos por mucho menos de lo que los medicamentos son vendidos actualmente aquí.

La Ley no ha recibido un elogio universal. La industria farmacéutica, la FDA (sigla en inglés para la Asociación de Alimentos y Medicamentos) y otros sostienen que la norma amenaza a las ganancias internas de los productores de medicamentos y que les dificultará recuperarse de sus altos costos. Esto, a su turno, perjudicará a los consumidores porque eliminará el incentivo para que las compañías farmacéuticas desarrollen nuevas drogas.

Sin embargo, los partidarios de la medida, liderados por Gil Gutknecht (republicano por Minnesota), otros 26 representantes y aquellos que defienden a la Ley en base al principio del libre comercio afirman que el problema de los precios elevados precisa de una solución inmediata resuelta de la mejor manera posible mediante una estrategia orientada al mercado en lugar de una que requiera un mayor gasto gubernamental, como un paquete farmacéutico del programa Medicare.

Asombrosamente, todas las discusiones acerca de la reimportación de medicamentos han fallado, ante todo, en determinar por qué los precios de los medicamentos son tan altos. Debido a las regulaciones y a los requisitos exorbitantes de la FDA, el medicamento promedio le cuesta a su desarrollador unos $800 millones estimados desde el inicio hasta la aprobación por parte de la FDA. También, solamente una de cada 5.000 a 10.000 drogas investigadas termina siendo comercializada y tan sólo el 30 por ciento de aquellas genera dinero. Así las cosas, las pocas drogas que realmente son puestas en el mercado deben cubrir todos los costos de los productores farmacéuticos. Desafortunadamente, los legisladores continúan ignorando los hechos y tratando los efectos secundarios antes que al corazón del problema.

En la actualidad, a medida que la Ley se abre paso en el Senado, los debates se han intensificado alrededor de las consecuencias económicas y de seguridad de la reimportación. Todos los argumentos a favor y en contra han confluido en tres categorías de resultados potenciales si la reimportación es permitida: bueno, no tan bueno, y malo.

Bueno: Si los partidarios de la reimportación están en lo cierto, además de proporcionarles a los estadounidenses la oportunidad de comprar los productos farmacéuticos a precios más bajos, la Ley forzaría a los productores de medicamentos del país a reconsiderar sus actuales acuerdos de pagos con los gobiernos extranjeros. Cuando se enfrenten con la opción de precios más altos de los medicamentos para sus ciudadanos o ningún medicamento, los países extranjeros reformarán en teoría sus sistemas de controles de precios. De esta manera, los precios en los EE.UU. bajarían, los precios en los países extranjeros subirían, y los costos de las compañías serían distribuidos más uniformemente entre todos los consumidores de productos farmacéuticos hechos en los Estados Unidos.

No Tan Bueno: Otro escenario posible bajo la reimportación es que los precios caerán temporalmente para los consumidores estadounidenses, pero se elevarán rápidamente otra vez. Países tales como Canadá, probablemente la fuente más grande de medicamentos reimportados, pueden optar por restringir la reexportación de medicamentos a los Estados Unidos en lugar de afectar la oferta de su propia gente de medicamentos baratos. O, como Pfizer ha dicho ya que hará, podría ser que las compañías limiten las exportaciones a cuantías lo suficientemente grandes solamente para la oferta doméstica del país importador.

Malo: El peor resultado posible de la reimportación es que la misma perjudicaría a los consumidores estadounidenses al importar los controles de precios extranjeros, acotando las ganancias de los productores farmacéuticos, y de esa manera desalentando la investigación y el desarrollo. Enfrentados con ofertas limitadas y precios más altos de los medicamentos, los países extranjeros podrían incluso robar las patentes de las drogas. Peor, los falsificadores-farmacéuticos podrían inundar a los EE.UU. con peligrosos medicamentos falsos. También es preocupante la posibilidad de que la amenaza de medicamentos falsos pudiese asustar a la FDA y ésta impusiese más regulaciones sobre la producción de medicamentos, elevando así los costos de las compañías y provocando que los precios de los productos suban aún más.

Dadas tantas contingencias, es difícil saber en definitiva si la reimportación funcionaría. No obstante, lo que sabemos con certeza es que las reglas y las regulaciones innecesarias de la FDA han vuelto al desarrollo, a la producción, y a los precios de los medicamentos pagados por los consumidores mucho más costosos de lo que serían de otra manera. Además, los precios elevados alientan a los consumidores a buscar productos más baratos, posiblemente en el mercado negro, donde las reglas y las regulaciones de la FDA no se aplican.

A la luz de estos efectos contraproducentes, parece que la FDA es tanto la raíz del problema al que se encuentran tan desesperados de prevenir como la institución originalmente responsable por los altos precios farmacéuticos. Quizás, entonces, la mejor solución a los precios elevados sea la de cortar de raíz al problema. Como el economista laureado con el Premio Nobel Gary Becker lo puntualizara, “eliminar todos los requisitos a excepción de un estándar de seguridad razonable reduciría enormemente los precios de los medicamentos en los EE.UU., pues las compañías serían alentadas a desarrollar compuestos adicionales a fin de competir por los clientes.” En este caso, la cura para los precios elevados no sería la reimportación, sino una FDA reformada.

Traducido por Gabriel Gasave