Este Sábado, 19 de abril de 2003, es el décimo aniversario de la vehemente culminación del enfrentamiento de 51 días entre los funcionarios federales y la Rama de los Davidianos en Waco, Tejas, en el cual más de setenta civiles perecieron, incluyendo a casi dos docenas de niños. Muchos se han más o menos olvidado del acontecimiento y simplemente desean que el resto de nosotros lo dejemos descansar.

La mayoría de las personas convendrán con que el mismo fue un enorme desastre, pero cierta controversia existe todavía acerca de cuán culpable es el gobierno. Algunos estadounidenses acusan a la Oficina del Alcohol, el Tabaco y las Armas de Fuego (ATF sus sigla en inglés) y al FBI de cometer un completo asesinato. Por otra parte, algunos que pueden admitir que las autoridades actuaron de manera inapropiada no creen que deberíamos preocuparnos demasiado de ello; fue hace diez años, después de todo. Cualquiera de estas interpretaciones debería dejarnos a todos con un temor en nuestros corazones que es profundamente inquietante.

Antes que nada, recapitulemos sobre lo ocurrido:

La incursión inicial de la ATF el 28 de marzo, en la cual varios davidianos y cuatro agentes murieron, estuvo orquestada con sombrías justificaciones. Pese a que la ATF sostuvo oficialmente que se encontraban allí para allanar el hogar de los davidianos en búsqueda de armas de fuego ilegales, meses antes de la incursión el líder de la secta David Koresh había ofrecido darle al agente de dicha repartición, Henrio Aguilera, un paseo y mostrarle todas sus armas de fuego, pero Aguilera rehusó. La ATF también sostuvo que ellos solamente deseaban poner a Koresh en custodia, no a sus seguidores, pero si éste era el caso, hubiesen podido arrestarlo simplemente cuando él salía a practicar jogging o visitaba los bares locales. ¿Sus verdaderas razones para la incursión? Los numerosos agentes entrevistados por el programa 60 Minutes manifestaron que ellos creían que el asalto fue planeado como un truco publicitario para mejorar la imagen pública de la ATF, recientemente descolorida por informes de hostigamiento sexual dentro de la agencia.

Después del tiroteo de cuarenta y cinco minutos, sobrevino un atrincheramiento y el FBI asumió el control, convirtiendo al cerco en una operación militar. Hostigaron a la prensa y la mantuvieron a dos millas de distancia de la escena. Convocaron a tanques del ejército y a la artillería pesada. Pese a que el FBI sostenía que su meta última era la de sacar a los davidianos fuera del edificio, la agencia les arrojaba a menudo granadas cegadoras a los individuos que salían, asustándolos y haciéndolos ir nuevamente hacia adentro. La agencia empleó la guerra psicológica, luces brillantes en el edificio y reprodujo durante la noche a un volumen elevado grabaciones de ovejas siendo carneadas, de monjes tibetanos cantando, y de Nancy Sinatra entonando “Estas Botas Fueron Hechas para Caminar.”

La conflagración que lo concluyó, tuvo en su conjunto la malicia gubernamental escrita por todas partes. El FBI había efectuado un boquete en el edificio con un tanque, el cual entonces bombeó gas CS en el inmueble durante seis horas antes que el fuego se iniciara. El CS ha estado involucrado en numerosos abusos internacionales de los derechos humanos y fue eventualmente proscrito para su uso en combate en la Convención de Armas Químicas—meses antes de que el mismo fuera utilizado por el FBI contra sus propios ciudadanos en Waco. El mismo es también inflamable, y mortal en las altas concentraciones a las que estuvieron sujetos los davidianos. Aunque los davidianos fueron acusados de iniciar el fuego, evidencia infrarroja ha demostrado que el FBI empleó dispositivos incendiarios el 19 de abril, los cuales podrían haber provocado las llamas que se engulleron tantas vidas ese día. La misma evidencia demuestra que los agentes del FBI dispararon con ametralladoras hacia la única salida existente del incendio, después de que todas las otras entradas habían colapsado bajo las llamas y el tanque. Los agentes mantuvieron a los bomberos lejos del fuego hasta que el edificio entero estuvo calcinado. El FBI después ocultó la evidencia e inició un encubrimiento que continuó en las extenuantes audiencias parlamentarias dos años más tarde.

Enfrentados con estos hechos, algunos aún excusarán a la conducta del gobierno federal en Waco. Los argumentos más comunes, junto con las simples refutaciones, son los siguientes:

  • “Koresh abusaba sexualmente de los niños.”

    Ninguna evidencia ha probado esto, y además, carbonizar a los niños supuestamente victimizados por Koresh parece un remedio indignante.

  • “Eran un culto extraño con armas peligrosas.”

    Aún si lo fuesen, la Primera y Segunda Enmiendas a la Constitución protegen expresamente los derechos de los estadounidenses que se encuentran así inclinados. E incluso si usted está de acuerdo con las leyes existentes sobre armas, ninguna evidencia muestra que los Davidianos habían quebrado alguna de ellas.

  • “Algo debía hacerse antes de que el culto lastimase a alguien.”

    En los Estados Unidos, se presupone que usted es inocente hasta que se pruebe su culpabilidad—para no mencionar el ser condenado a muerte antes de que crimen alguno haya sido cometido.

  • “Mataron a cuatro agentes de la ATF.”

    Los davidianos sobrevivientes fueron más tarde absueltos en el juicio por asesinato en base a razones de autodefensa. Al parecer, el jurado consideró que los mismos tenían derecho a disparar contra los agentes de la ATF que habían atacado y ultimado a varios de ellos—y que tenían poca justificación para estar allí en primer lugar.

De esta manera los apologistas del gobierno se manifiestan con una excusa final: “Quizás el gobierno manejó a la misma pobremente, tal vez sus razones para estar allí eran cuestionables, y puede ser que Koresh no fuese una amenaza real. Pero ellos no lo sabían en ese entonces. Cometieron una equivocación. Fue una catástrofe, pero dejémosla pasar.”

Y ese es el peor argumento de todos. Cuan triste es que vivamos en un país que fue fundado en base a los conceptos de libertad, de la inocencia presumida, y del gobierno limitado, en el cual ahora se supone que simplemente “lo dejemos de lado” cuando nuestro gobierno comete un “error” que da como resultado ochenta muertes civiles.

Waco debe ser siempre recordado. Cada 19 de abril, y cada día. Todos los estadounidenses decentes que aman a este país y a los principios sobre los cuales el mismo fue fundado deben resolver no olvidarse nunca de lo que allí sucedió. Quizás entonces nunca sobrevendrá otra vez. Pero si descontamos a dichas atrocidades como meras “equivocaciones”—y continuamos permitiendo que los autores del gobierno sigan impunes—podríamos ver muchos más Wacos por venir. Y después de cada uno de ellos, habrá un cúmulo de individuos parados a nuestro alrededor diciéndonos “deja descansar el asunto.”

Traducido por Gabriel Gasave


Anthony Gregory fue Investigador Asociado en el Independent Institute y es el autor de American Surveillance.