Tanto el Vicepresidente Dick Cheney como el Director del FBI Robert Mueller han afirmado que otro ataque terrorista es “inevitable.” Aciertan. Existen demasiados blancos y demasiadas maneras para que un individuo decidido a suicidarse pueda causar estragos. Como la guerra contra las drogas, la guerra contra el terrorismo no puede ser ganada.

En su alocución de septiembre al Congreso, el Presidente Bush declaró: nuestra guerra contra el terror comienza con Al-Qaida, pero no termina allí. No terminará hasta que cada grupo terrorista de alcance global haya sido encontrado, detenido y derrotado.

Nuestro deseo de venganza es natural, pero el fin del presidente no puede ser alcanzado. Somos el poder más fuerte que el mundo haya visto nunca, no solamente en términos absolutos sino también relativos al resto del globo. Nuestro éxito abrumador en la guerra del Golfo Pérsico, con solamente 148 muertes estadounidenses, nuestra victoria en Kosovo sin ningún deceso, y nuestra conquista de Afganistán con solamente un puñado de muertes, ha dado la impresión de que nuestros militares son invencibles.

Pero nuestros militares, no importa cuán invencibles, no pueden eliminar al bombardero suicida, al terrorista que morirá por su causa. Mientras la gente nos odie, seremos siempre vulnerables.

Mientras que no podemos eliminar el terrorismo, podemos reducir su frecuencia y violencia. Deberíamos considerar sus raíces. Si entendemos por qué la gente nos odia y está dispuesta a morir para atacarnos, no significa que estemos justificando sus acciones. Si nuestras políticas están conduciendo a más terrorismo, sin embargo, deberíamos entender eso.

Osama bin Laden nos ha dicho por qué nos está atacando: porque tenemos tropas en el “sagrado” territorio de Arabia Saudita. En su primera cinta después del 11 de septiembre prometió: “Juro a Dios que los Estados Unidos no vivirán en paz antes de que todo el ejército de infieles se retire de la tierra del profeta Muhammad.” No sólo él siente las cosas de esta manera, sino que así lo hacen muchos millones en el mundo Islámico.

Desde el 11 de septiembre, hemos desplegado tropas en Uzbekistán, Tayikistán, Kyrgystan y Georgia. También en las Filipinas y Colombia. Estamos hablando respecto de apostar a nuestros soldados en Sudán y en Yemen. En cada uno de estos países, el populacho local resiente nuestra presencia. En los países musulmanes, la oposición es particularmente hostil puesto que consideran que el cristianismo está en otra cruzada para invadir al islam.

Dondequiera que tengamos bases, la población local resiente a esas tropas. En Okinawa, los locales se oponen fuertemente a los soldados de EE.UU. estacionados en su isla. Gran parte de la población surcoreana detesta a los militares estadounidenses entre ellos.

Las tropas americanas en el exterior proporcionan tanto una motivación para el terrorismo como un blanco. Si trajéramos a nuestros hombres y mujeres a casa, ¿estaríamos más seguros o menos seguros? La respuesta es clara: reduciríamos la motivación para atacarnos. Los estadounidenses serían más vistos como nosotros pensamos que somos, gente pacífica que desea cosas buenas para el mundo.

Esto va en contra de los principios; podría ser visto como darse por vencido ante Osama bin Laden. Pero si nuestro objetivo es reducir el terrorismo, es la más práctica y probablemente la única solución.

Un machismo equivocado no debe constituir la manera de proteger a nuestro pueblo y de reducir la violencia en el mundo. Nadie creerá que somos débiles, especialmente después de ver a nuestros militares en acción durante la década pasada, simplemente porque dejemos de ser la policía del resto del mundo.

El traer a nuestras tropas a casa—¿por qué tenemos soldados en Alemania y en Okinawa?—aumentará nuestra seguridad, no la disminuirá. Incluso antes del 11 de septiembre, más de 60.000 tropas de EE.UU. operaban en más de 100 países. No nos preguntemos por qué la gente considera a los Estados Unidos un poder imperial.

Si también redujéramos nuestro inadecuado favoritismo por Israel adoptando una postura más neutral, nuestra credibilidad en el mundo y especialmente en los países Árabes se incrementaría inmensamente. Eso ayudaría también a reducir el odio que muchos sienten hacia los Estados Unidos.

El Presidente Bush explicó al Congreso por qué los terroristas odian a los Estados Unidos. Dijo: odian lo que vemos aquí mismo en esta Cámara—un gobierno democráticamente elegido. Odian nuestra libertades—nuestra libertad de religión, nuestra libertad de expresión, nuestra libertad de votar y reunirnos y discrepar entre nosotros.

El Presidente se equivoca. Según una encuesta internacional de Zogby aparecida el 11 de abril, la mayoría de la población en los cinco países Árabes y en tres estados musulmanes no -árabes ve nuestra libertad y nuestra democracia favorablemente.

Pero de forma aplastante, desaprueban nuestras políticas hacia las naciones árabes y los palestinos. Kuwait, por ejemplo, al cual rescatamos de Irak, gustaba de nuestra libertad y democracia en un 58 a un 59 por ciento, pero solamente un 6 por ciento veía nuestras políticas favorablemente y un enorme 88 por ciento desaprobaba nuestras políticas en el Oriente Medio.

Otros países musulmanes tenían visiones casi idénticas. ¡Y esta encuesta fue realizada antes que Israel enviara a sus militares a la Rivera Occidental!

Finalmente, atacar a Irak o a cualquier otro país del Medio Oriente solamente aumentará el número de terroristas que intentarán vengarse. Reduzcamos el terrorismo, no lo incrementemos. Las políticas que se están siguiendo actualmente y aquellas en discusión, producirán solamente más onces de septiembre. La seguridad no puede provenir de la violencia.

Deberíamos seguir el consejo de Thomas Jefferson en su primer discurso inaugural: “La paz, el comercio, y la honesta amistad con todas las naciones—alianzas enmarañadas con ninguna.”

Traducido por Gabriel Gasave


Thomas Gale Moore es Asociado Senior en la Hoover Institution y Miembro de la Junta Consultiva del The Independent Institute en Oakland, California.