¿Carne vacuna o grasa porcina? *

18 de March, 2002

En un reciente discurso ante la Asociación Nacional de Ganaderos, el Presidente George W. Bush declaró que la producción agrícola y ganadera es una “cuestión de seguridad nacional.” Generalmente se le imputa al Congreso añadirle redistribucionismo al presupuesto federal, pero, en este caso, nadie tiene que preguntarle a la rama ejecutiva “¿dónde está la carne vacuna?” cuando es momento de justificar subsidios a la agricultura. A pesar de esta “cuestión de seguridad nacional” el presidente estaba arrojando carne roja a los intereses rurales y empresariales en su plataforma política, y una mirada más cercana al engorde del presupuesto de defensa podría revelar también que algunos huesos están siendo sacudidos para los distritos electorales en la industria de la defensa, en nombre de pelear la guerra contra el terrorismo.

En su presupuesto de 2003, Bush incrementó los fondos para la defensa nacional en $48 mil millones (billones en inglés) so pretexto de combatir al terrorismo. Sin embargo, solamente $19 mil millones (billones en inglés) de esa suma serán gastados en la guerra. El resto del aumento le permitirá al Pentágono mantener el status quo, en un momento en el cual las nuevas amenazas requieren que las fuerzas armadas sean verdaderamente transformadas.

La estampida para incrementar los fondos llevará al ya abultado presupuesto para la defensa nacional a casi $400 mil millones (billones en inglés) por año. Con los aumentos, solamente los Estados Unidos contarán con el 40 por ciento de los gastos en defensa del mundo. Las fuerzas armadas estadounidenses gastan varias veces más que los gastos de defensa combinados de todas las naciones que implican amenazas potenciales (Irak, Irán, Siria, Libia, Corea del Norte, Sudán y Cuba) más China y Rusia. Los Estados Unidos son más dominantes militarmente, en relación al resto del mundo, que los imperios romanos y británicos en su esplendor.

Por lo tanto, el hecho de combatir conflictos pequeños (por ejemplo, Afganistán) o guerras de mediano tamaño (si el desmantelar a un país como Irak llegase a ser alguna vez necesario) a fin de conducir la batalla contra el terrorismo, se encuentra perfectamente previsto dentro del actual presupuesto para la defensa nacional de $350 mil millones (billones en inglés). Antes que un aumento considerable del presupuesto, los costos de la guerra contra el terrorismo podrían ser solventados generando ahorros en otra parte del presupuesto.

Por ejemplo, armas para matanzas innecesarias o los anacrónicos armamentos diseñados para la Guerra Fría ahorrarían miles de millones de dólares (billones en inglés). Por caso, tras la caída de la Unión Soviética, no existe ninguna nueva amenaza a gran escala a la dominación estadounidense de los cielos para justificar el avión de combate F-22 que tiene un precio exorbitante, y que fuera diseñado para combatir a aeronaves de combate soviéticas que nunca llegaron a construirse. La supremacía aérea estadounidense existirá en el futuro próximo ya sea que el F-22 sea construido o no.

Además, el Crusader, un programa para desarrollar una pesada pieza de artillería auto-propulsada para lo que se supone será un nuevo y más liviano Ejército, parece absurdo. En la guerra de Kosovo el Ejército era demasiado pesado para ser relevante en la lucha. Un tema constante de George W. Bush durante su campaña, y después de asumir el cargo, ha sido que las fuerzas armadas precisan ser transformadas en una fuerza más liviana y más ágil que pudiese ser desplegada más rápidamente hacia puntos conflictivos. Durante la campaña, el Sr. Bush criticó al Crusader por ser demasiado pesado para el despliegue rápido. No obstante ello, el presupuesto para el año fiscal 2003 del presidente incluye el dinero para esta arma excesivamente corpulenta.

El helicóptero de exploración y ataque liviano Commanche, diseñado originalmente para combatir contra los tanques soviéticos en Europa central, se ha transformado actualmente en “el ariete del campo de batalla digital.” Este helicóptero no debería nunca combatir y sí en cambio, ser mandado afuera a pastar.

El submarino tuvo su apogeo durante la Guerra Fría. Algunos submarinos son todavía necesarios, pero el 688-I clase-Los Angeles seguirá siendo el mejor submarino en los océanos del mundo por los años venideros. Por lo tanto, la producción del nuevo clase-Virginia debería ser interrumpida.

Muchas armas que la industria de la defensa produce en serie se encuentran tecnológicamente anticuadas, excedidas en su cronograma y superan groseramente los objetivos de su costo. El propio Secretario de Defensa Donald Rumsfeld ha comparado la manera en que el Departamento de Defensa hace negocios, incluyendo la forma en la que el Pentágono compra armas, con la planificación centralizada soviética. El problemático avión V-22 es un producto clásico del sistema. El avión, diseñado para trasladar a los Infantes de Marina desde las embarcaciones a la costa, está siendo producido en cantidades limitadas hasta que los militares se percaten de cómo repararlo. El avión ha estado plagado de caídas, se encuentra 10 años atrasado en su cronograma y está $15 mil millones (billones en inglés) por encima de sus costos iniciales estimados.

Otorgarle a una torpe e ineficiente burocracia de la defensa infusiones de dinero en efectivo, es recompensar el fracaso y por lo tanto pedir por más de lo mismo. En ese ambiente, existen pocos incentivos para la transformación vitalmente necesaria de las defensas estadounidenses en la estela de los ataques del 11 de septiembre. Bush prometió en su campaña “saltearse una generación” en materia de tecnología de armamentos y concentrarse en desarrollar armamentos futuristas. Sin embargo, en el actual presupuesto de defensa ningún programa importante ha sido efectivamente eliminado. Incluso los programas que fueron terminados (el destructor DD-21 y el programa de defensa del misil de corto alcance del Área de la Marina) tienen sucesores que recolectaron un financiamiento similar o mayor (la familia de navíos DD(X) y la continuación al programa del Área de la Marina) en la sumisión del presidente.

Por lo tanto, gastar más dinero en el Pentágono puede en verdad reducir la seguridad de los EE.UU. en lugar de realzarla. El Congreso precisa poner en el corral a la burocracia de la defensa y de los intereses creados en la industria de ese sector, los que intentan explotar la guerra contra el terrorismo para llenar sus propios bolsillos a expensas de los contribuyentes.

*Nota del Traductor:
El título original en inglés del presente artículo es “Beef or Pork?” aludiendo a uno de los significados que la palabra “pork” tiene en ese idioma y que hace referencia a la expoliación legal que los gobiernos realizan para favorecer a distintos intereses sectoriales, a fin de lograr su respaldo. Tal como la grasa porcina, esos subsidios o actos de redistribución de los recursos públicos van abriéndose paso al “aceitar” su camino en la sociedad.

Traducido por Gabriel Gasave

  • es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.

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