Algunas cuestiones disputadas sobre el anarcocapitalismo (XCV): crisis en Venezuela
La actual crisis venezolana, causada por la falta de voluntad del régimen actualmente en el poder de querer aceptar los resultados electorales de las elecciones presidenciales celebradas a fines de julio, es un magnífico ejemplo para poder observar y comprender como es el funcionamiento de un estado e ilustrar alguno de los temas que se han ido tocando en otros artículos publicados aquí.
Parto, como siempre de algo que debería ser obvio, que si bien no todos los estados son iguales en su comportamiento con la ciudadanía o con otros estados, si comparten algunos rasgos en común, y que se pueden percibir mejor en los que ejercen el poder en su forma más cruda y despiadada, como es el caso venezolano, que en los que ejercen su dominación de forma mucho más suave, y por consiguiente de forma mucho más inteligente.
Obviamente no simpatizo nada con el régimen actual de Venezuela y entiendo que sería deseable un cambio hacia una forma más suave de dominio. Básicamente porque entiendo que la situación material de los venezolanos mejoraría bastante, por lo menos para que no tuviesen que abandonar el país para poder sobrevivir, y también porque sus libertades se verían mucho menos recortadas y por lo menos podrían expresar sus reclamas sin verse encarcelados o disueltos a palos. No soy maximalista y sé ver cuando hay una mejora, aunque no se corresponda con la postura ideal que defendemos aquí. Y entiendo que un cambio de régimen lo sería sin duda alguna, por lo menos a corto y medio plazo.
Una élite bien cohesionada
Una vez establecida mi simpatía por el cambio de gobierno en venezuela, y establecido que el gobierno legítimo es el que ha ganado las elecciones, creo que es bueno analizar los mecanismos de poder del régimen de Maduro desde nuestro punto de vista, algo que no siempre es fácil de observar. Los fenómenos de transición y cambio de régimen, a veces acompañados de una disolución temporal del estado no abundan, y menos en nuestro entorno cultural en el que podemos leer los medios y entender los discursos y los gestos de los gobernantes. Al compartir idioma y algunos rasgos culturales se hace más fácil estudiar el fenómeno en Venezuela que en Birmania, por poner otro ejemplo de dictadura en problemas.
Lo primero que podemos constatar es la existencia de un bloque de poder muy cohesionado. Vemos que el aparato político del régimen, sus elites funcionariales, su judicatura y fuerzas armadas parecen respaldar de momento al régimen sin fisuras. Y esto hace que si quieren resistir, la contraélite, compuesta principalmente de políticos de oposición, esto es forman parte de la élite política pero hace tiempo que no desempeñan puestos de poder, tiene de momento poco que hacer. Salvo que la actual clase política gobernante se divida y se pase a la oposición para intentar de esta forma conservar sus puestos de mando.
El manual del dictador
No sería nada extraño, a cualquiera que observase la transición de dictaduras a democracias en la historia mundial reciente se daría cuenta de que muchos dirifentes de grado medio de una dictadura, incluyendo corruptos y represores, permanecen en sus puestos después de la transición. En las fuerzas de seguridad y servicios secretos el fenómeno destaca aún más dado que son ellos los encargados por los dictadores de reprimir a la población y a las fuerzas opositoras. O sea, que en caso de transición venezolana muchos cambiarían de bando, dirían que siempre fueron maduristas moderados y que cumplían órdenes a desgana y que compartían en el fondo los ideales de los opositores.
La razón de que las elites estén tan bien cohesionadas ya fue explicada en esta serie de artículos hace tiempo, y se basa en que el cemento que los une es bien la ideología bien los intereses económicos, o ambos a la vez en proporciones variables para cada uno de los actores clave. Esta lógica de funcionamiento ha sifo magistralmente analizada en libros como El manual del dictador de Bruce Bueno de Mesquita, o aplicada a Iberoamérica por Stanislav Andreski: Parasitismo y subversión en América Latina. Libro, por cierto, reeditado el año pasado en Chile en Edisur. En esta edición, el autor figura como Andresky por si alguien está interesado en consultarlo.
Estabilidad por medio de la corrupción
La idea de estos autores es que los dictadores compran la lealtad del resto de la clase gubernamental permitiéndoles obtener rentas a través de prácticas corruptas o a través del control de empresas públicas de las que extraen beneficios. Podría ser el caso de la empresas nacionales de petróleo o de otras empresas extractivas como minas, la concesión de monopolios o barreras al comercio a los miembros clave de la clase dominante. Y por supuesto no hace falta decir que si es un narcoestado y vende su cooperación con las grandes bandas de traficantes (si no es que son los miembros del estado las que la organizan) la cantidad de la que se dispone para comprar lealtades entre todos sus integrantes se multiplica.
Los integrantes del estado tienen así un gran incentivo a actuar de forma unánime y sin divisiones. Pues saben que si pierden el poder no sólo van a estar en peores condiciones con el nuevo gobierno, sino que pueden acabar presos o exiliados, de tener que irse por las malas. Y saben que otros, próximos al nuevo gobierno, ocuparán su lugar. Lo harán, sin duda, con menor grado de corrupción.
Pero sin eliminarla del todo. Pues incluso los gobiernos democráticos y transparentes hacen uso de ella como elemento de cohesión interna. Salvo, claro está que Venezuela se convirtiese, tras la transición, en el primer país del mundo en eliminar estas prácticas por completo. No existe estado en la tierra desprovisto del todo de estas prácticas. Lo que varía es el grado de penetración de la misma, esto es si afecta a los escalones bajos de la administración,como policías o funcionarios, o no.
Estados teleológicos
Los estados pueden estar cohesionados también por ideologías o creencias religiosas comunes. Sirven de refuerzo a los incentivos económicos. Y es algo relativamente frecuente en los estados que Oakeshott denomina teleocráticos; esto es, que están orientados a un fin concreto. Los estados socialistas, en teoría, estaban orientados a construir el socialismo dentro de sus respectivos países. Y las teocracias orienta la actuación de sus estados a construir una sociedad orientada a principios religiosos, como podría ser el caso de Irán. Repito que la existencia de estos fines no excluye la necesidad de reforzar la motivación religiosa con algún tipo de privilegio económico para la clase política.
En el caso venezolano, no percibo en el discurso de sus dirigentes una clara visión telocrática. Pues más allá de ambiguas referencias al socialismo del siglo XXI, y que me perdone Atilio Borón, no las veo concretadas en ninguna parte, más allá de políticas circunstanciales y contradictorias orientadas a salir del paso en cada momento. No se puede constatar, al menos en el ámbito discursivo, un manejo fluido de las categorías socialistas ni un compromiso creíble con las mismas. Más bien veo un uso oportunista de esas ideas para intentar legitimar el poder. Pero nada comparable a lo que se podía ver en los antiguos regímenes socialistas del espacio soviético.
No es el caso de Venezuela
No me atrevo a valorar si esto es algo que pueda favorecer el cambio de régimen. Si la élite del poder venezolana está unida principalmente por factores económicos en principio bastaría con ofrecer a esta la conservación de sus rentas, sean estas obtenidas o no de forma honrada, para conseguir que acepten un cambio de régimen sin necesidad de derramamiento de sangre. Pero el problema podría ser que no se fiasen o que entendiesen que el cambio empeoraría su situación actual. Y viendo que la oposición carece de fuerza para arrojarlos del poder decidiesen mantenerse en el mismo.
Si estuviesen cohesionados por ideas, podría ser en algunos casos más fácil. Intentaré explicarme. Las personas ideologizadas se mueven por ideas y principios. Y aunque les guste el dinero, no es su principal preocupación. Las transiciones en al antiguo espacio comunista fueron facilitadas porque muchos de los miembros de la élite política primero fueron comunistas y luego, con el tiempo, se desencantaron de la idea y abrazaron ideas de mercado. Una vez abrazadas éstas, colaboraron de forma entusiasta, pero además con experiencia política, en las adopción de las medidas políticas y económicas que llevaron a la adopción en muchos de esos países de economías libres.
Una salida negociada para los dirigentes de la dictadura
No todos los cambios de ideas fueron con oportunismo, aunque también pudo haberlo. También por el cambio de ideas. Es por eso que intuyo que la transición cubana será también paradojicamente más fácil y contará con la cooperación de miembros de la actual élite. Nada de esto puedo percibir en la élite venezolana dado que intuyo no tiene una formación téorica semejante a la de los líderes comunistas europeos. Entiendo que se trata más de la típica elite extractiva, del estilo das que analizan Acemoglu y Robinson en El pasillo estrecho y en Por qué fracasan los países. De modo que cualquier negociación con ella tendrá que hacerse en esos términos, con cooperación internacional para facilitar su salida, sin persecuciones penales. Es lo que se hizo siempre en esos casos.
Poco más que esto puede hacer la oposición, pues un pueblo desarmado poco puede hacer frente a una élite organizada y armada. Esto es un estado. Salvo que la rebelión sea masiva y en todos los órdenes, como quería La Boetie. O sea, la vieja idea anarquista de la huelga general. De darse, el gobierno caería por falta de recursos para sostener su aparato militar y represivo. Y este se descompondría. La presión internacional en forma de sanciones al país poco puede hacer. Pues, de darse, afectaría principalmente a la población, como ya se vio decenas de veces, y muy poco a los gobernantes.
No parece haber alternativa
Tendrían que ser diseñadas sólo para la clase dominante, y eso no es tan fácil. Rara vez consigue más objetivo que empeorar algo la vida de los tiranos de tener éxito. Nunca vi caer una dictadura por sanciones, lo normal es que caigan por diputas internas dentro de ella tipo golpe de estado, o que lo hagan por una negociación con la élite.
Sé que es injusto, pero es la lógica de funcionamiento de los estados y acostumbra a ser la más eficaz. Y, dentro de lo malo, también la más pacífica. No hay casi nada nuevo en política y me temo que esta no va a ser una excepción. Pero, eso sí, estoy seguro de que con todos sus males va a ser para mejor. Y de hacerse bien, Venezuela volverá a prosperar. No le veo mucho futuro a Maduro, pues lo costes de gobernar le son cada vez mayores al carecer de una mínima legitimidad y son este tipo de cosas las que hacen tambalear con el tiempo a la clase dominante.
- 31 de octubre, 2006
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