Los enemigos y desafíos del régimen internacional liberal
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- John ikenberry, (2018) la Crisis del Orden Liberal Mundial, Anuario Internacional Cidob. Pág. 29-36.
Según Stephen d. Krasner, máximo exponente de la teoría de los regímenes internacionales “los regímenes son, principios, normas, reglas y procedimientos de toma de decisión, entorno a los cuales convergen las expectativas de los actores" De igual forma Krasner sostiene que “los principios son un conjunto coherente de afirmaciones teóricas acerca de cómo funciona el mundo". En lo que respecta a las reglas, el citado autor aclara que "las normas especifican los estándares generales de conducta, y los procedimientos de toma de decisión, se refieren a las prescripciones específicas de conducta de áreas claramente definidas". Siguiendo en este mismo orden de ideas John Ruggie, otro teórico de los regímenes internacionales los define como "un conjunto de mutuas expectativas, normas y regulaciones, planes, energías organizativas y compromisos financieros que ha sido aceptado por un grupo de estados ".
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos como potencia económica y militar emergente, junto a sus aliados europeos principalmente, organizaron un régimen internacional, en sus ámbitos, políticos, económicos, y militares, el cual fue construido en torno a valores, sustentados en la democracia como modelo de gobierno, el libre comercio, la apertura de los mercados de capitales internacionales, y en un sistema de seguridad común respectivamente.
La creación instituciones multilaterales, de naturaleza militar como la OTAN, económicas y comerciales, como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el GATT posteriormente sustituido por la Organización Mundial de Comercio, (OMC), respectivamente, así como otros mecanismos de consulta y colaboración entre lo que podemos mencionar el G20 y la OCDE, entre otros. Han formado el esquema formal organizativo bajo el cual el Orden Internacional Liberal (OIL), ha funcionado como un mecanismo multifacético de gobernanza con un alcance mundial, a través del cual, las diferencias entre sus miembros, la consensualizacion de intereses comunes, y los desafíos de amenazas a su seguridad colectiva, han sido sometidas a procesos previamente establecidos de manera consensual.
Estados Unidos se convirtió en el Estado hegemon y líder del (OIL), proporcionando un liderazgo hegemónico bajo el cual se afianzaron las alianzas con Europa Occidental hoy en día nucleada alrededor al Unión Europea, y Japón principalmente, emergiendo estos como socios fundamentales, que confiaron su seguridad y su destino económico y militar a este orden político y económico.
Al término de la Guerra Fría, el (OIL) siguió extendiéndose hacia nuevos confines. Varios países de Asia Oriental, de Europa del Este y de América Latina hicieron transiciones democráticas y se integraron en la economía mundial, bajo los preceptos de los que se llamó el Consenso de Washington, postulado que no era otra cosa, que la representación de los fundamentos económicos principalmente en los cuales se había sustentado el liberalismo internacional de la postguerra.
A medida que el orden de la posguerra ganó nuevos espacios, también lo hicieron sus instituciones de gobernanza. Se amplió la OTAN, se fundó la OMC y el G20 ocupó el centro del escenario junto a la OCDE.
Observando el mundo a finales del siglo XX y principios del, XXI, la percepción era que la historia de la humanidad estaba avanzando en una dirección globalista y liberal. Clarividencia que el célebre filósofo de la Universidad de Harvard Francis Fukuyama llamó en su libro titulado, el "Fin de la Historia", entendida esta, como el final de las luchas ideológicas, que en otrora hasta la caída del Muro de Berlín y la desaparición posterior del bloque soviético, tuvo como protagonista al bloque soviético liderada por la fenecida URSS y los EE. UU., con sus aliados occidentales.
Lo que hizo presagiar tal vez de una manera muy simplista, idealista, reduccionista y lineal, que las naciones iban a converger en diferentes grados, en regímenes económicos y políticos con orientaciones liberales, sustentados en valores políticos y económicos comunes, más cuando la globalización económica había logrado crear una especie de cultura mundial de patrones de consumo, modos de hacer negocios generalmente compartidos. Y afianzando así una compleja red global de interdependencia comercial y financiera, que inhibiría a sus Estados miembros y actores privados, a desafiar al sistema en cuestión, por medio de pretensiones geopolíticas y geoeconómicas.
Los intereses comunes eran evidentes en el (OIL) pues los valores compartidos se ponían de manifiesto en el grado de la confianza pública, y en la disposición a cooperar, derivada de los beneficios producidos por la globalización económica.
En materia de seguridad la percepción idealista arriba analizada produjo una relajación estratégica, sobre cuáles eran las potenciales amenazas de tipo militar y de seguridad para el (OIL), los que llevo a los EE. UU. y la OTAN, a encauzarse en (conflagraciones regionales, lucha contra el terrorismo islámico, guerras cibernéticas, conflictos de baja intensidad, y el crimen organizado internacional), entre otros temas. Descuidando o subestimando, otras potenciales amenazas, producto del surgimiento de China como potencia económica y militar, con sus propias visiones e intereses de carácter geoeconómico y geopolítico, tanto a escala regional como global. A lo que habría que sumar el intento del régimen de Putin, de revivir parte del poder militar y político ruso en sus áreas de influencia más cercanas geográficamente, como en el resto del mundo en menor grado.
La idea de una comunidad de seguridad occidental es diáfanamente explicada por el sociólogo alemán Ulrich Beck en su concepto de “La sociedad del riesgo” desarrollado en su libro que lleva este nombre. El argumento del citado autor es que la aparición de la modernidad y el surgimiento de un sistema global que prosperó rápidamente generó una conciencia creciente y una serie de respuestas al “riesgo”, de diferente naturaleza. En el actual contexto geoeconómico y geopolítico, a título de ejemplificación del citado precepto, podemos mencionar los recientes postulados expuestos por el presidente Biden en el prefacio de su Estrategia de Seguridad Nacional divulgada recientemente: y según el cual “La República Popular China tiene la intención –y cada vez más la capacidad– de reformular el orden internacional a favor de otro que incline el campo de juego global en beneficio propio”.
No obstante, a lo arriba expuestos, las amenazas al (OIL), no han emanado, ni histórica, ni actualmente, de modo exclusivo de su entorno exterior. Mas cuando los actuales escenarios de conflicto con China y Rusia principalmente, han tenido paradójicamente un efecto cohesionador, al revivir el sentimiento de amenaza creíble y por ende el de sensación de riesgo compartido en el seno de las alianzas del mundo occidental, cohesionando al mismo, frente a estas. Sino del propio seno de las sociedades y gobiernos que conforman el (OIL).
Los conflictos políticos dentro de las propias democracias liberales que se enfrentan hoy a dificultades y descontentos internos, con un repunte de la desigualdad socioeconómica, estancamiento económico, crisis fiscal, y migraciones masivas, han servido de caldo de cultivo para los sentimientos nacionalistas, populista, anti globalista que se han reflejado en consignas antiglobalización y proteccionistas. Muchas de estas amenazas no son nuevas, no obstante, el creciente auge de liderazgos políticos populistas y nacionalistas o ¨patrióticos¨ que han venido cuestionando los fundamentos del multilateralismo, y los principios básicos del (OIL), en el seno mismo de las sociedades occidentales, han ido creciendo. A título de ejemplo, podemos citar el eslogan, América Primero o America First, del expresidente Donald Trump durante su mandato, como el de otros liderazgos políticos europeos que han seguido esta tendencia.
Estos dirigentes políticos son la mayor amenaza existencial del (OIL), más cuando en el seno de estas sociedades, ha cobrado una gran fuerza, la percepción de que los problemas socioeconómicos que las acosan, más lo de seguridad interna, son el producto mismo de los principios sobre los cuales se sustenta el liberalismo internacional.
Por ende, la capacidad de la dirigencia política y económica de los Estados
Unidos, y el resto de sus aliados europeos y asiáticos, en mantener la percepción de que el (OIL) no tiene alternativas válidas para sus respectivos países en el actual contexto internacional, que pudiese sustituir al mismo, sin sacrificar principios básicos, como la libertad individual, de expresión, los derechos políticos y humanos más elementales. A sí como la tolerancia política-religiosa y cultural, como las libertades económicas más elementales, que ha sido el motor más relevante del éxito económico y político del mundo occidental, en los últimos 70 años a pesar de sus fallas y omisiones.
Pues China no tiene un modelo que resulte atractivo al resto del mundo occidental, menos Rusia. Ambos son Estados capitalistas con estructuras políticas totalitarias, que han sometido sus políticas económicas a sus designios geopolíticos y geoeconómicos de sus dirigentes. Por ende, este tipo de modelo político, no se traduce en un conjunto amplio de ideas alternativas para las sociedades occidentales, excepto para los países del tercer mundo o en desarrollo, donde el populismo, la corrupción, el autoritarismo y la carencia de instituciones democráticas y jurídicas sólidas, han estado bien arraigados en la historia y cultura sociopolítica de los mismos.
Otro elemento para destacar de los desafíos y amenazas existenciales que enfrenta el (OIL), es el referente al surgimiento y consolidación de potencias regionales emergentes de naturaleza autoritaria, como de países con proyectos políticos ideológicos que cuestionan a este orden. Las cuales han sido subestimadas en cuanto a su potencial desestabilizador, por los Estados Unidos y sus aliados. Casos como el de Venezuela, Nicaragua y Cuba, y sus demás socios en la America Latina. Han sido tratadas bajo un enfoque o visión cortoplacista, coyuntural, y miope, con un pragmatismo carente de valores democráticos, más allá de los discursos políticos de doble cara.
La falta de clarividencia por parte de la UE y de los EE. UU., sobre la potencial amenaza de estos regímenes, son otro punto sobre el cual el gran hegemon del mundo occidental debería replantearse junto a sus aliados como lidiar con este tipo de amenaza latente y manifiesta de una manera efectiva.
Los valores, intereses y vulnerabilidades mutuas que impulsaron el surgimiento y la propagación del internacionalismo liberal siguen estando presentes. Si la democracia liberal en sus diferentes variantes y modalidades sobrevive a esta era, también lo hará el Orden Liberal Internacional. Hay es donde reside el gran desafío de los Estados Unidos y sus aliados tradicionales, lograr conformar un nuevo régimen internacional, donde los principios más elementales del liberalismo se adapten al menor costo posible, a los insoslayables imperativos de orden geopolíticos y geoeconómicos, que infortunadamente les han sido impuestos. Así como establecer una clara diferenciación ideológica frente al modelo chino, y ruso como alternativa para los países del tercer mundo, y las propias sociedades occidentales, las cuales han sido el pilar fundamental del orden en cuestión.
El autor es abogado y politólogo Mención Relaciones Internacionales (UCV) cuenta con postgrados en, Negociaciones Económicas Internacionales (IAEDPG), y es MBA y Máster en Finanzas U. de Chile.
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