Joe Biden busca redefinir su agenda
El pasado 1° de marzo el presidente de EEUU, Joe Biden, presentó su primer estado de la unión desde el inicio de su presidencia. Lo hizo frente a un Congreso lleno, sin barbijos por primera vez, buscando relanzar su presidencia en medio de una muy baja popularidad y un conflicto internacional provocado por la invasión de Rusia a Ucrania, que ha redefinido sus prioridades. También ocurrió a pocos meses de las elecciones legislativas, donde las proyecciones se muestran como muy negativas para los Demócratas.
El inicio del discurso fue de lo más novedoso, por el tono apasionado, valorativo, enérgico, con mensajes claros de política exterior y del lugar de Estados Unidos en el mundo. Sin embargo, luego de los primeros 10 minutos se redujo a la enumeración de políticas y propuestas, algunas difíciles de comprender y sin mucho detalle. Muchas de ellas incluidas en su legislación Build Back Better que ya el Congreso le había rechazado el año pasado, en particular miembros de su propio partido en el Senado.
La economía tuvo un espacio central en el discurso, ya que la inflación ha alcanzado los niveles más altos en los últimos 40 años, impactados aún más ahora por los incrementos en los precios de la gasolina y la disrupción de las cadenas de valor, que presentan profundos desafíos para la producción y distribuciones de bienes. Por momentos, pareció un discurso muy técnico, programático, alejado del sentimiento de la gente, que en las encuestas se demuestra preocupada por la economía, el empleo, y las perspectivas de futuro, y exhausta del COVID y sus restricciones.
Luego del discurso, varios demócratas le reclamaron que no se enfocara más en la agenda de cambio climático, que había sido central desde el inicio de la gestión. En el corto plazo, el aumento de precios de la gasolina podría perjudicar la prioridad relativa de estas políticas pro-energía limpia que ha empujado la administración, pero por otro lado, haría mas sostenible en términos de mercado la inversión en el sector.
Biden atacó a las grandes compañías de tecnología, que ya se han convertido en un tema bipartidario en Washington; a las compañías farmacéuticas, resaltando los altos precios de los medicamentos; y, volviendo a una posición centrista en seguridad, dijo que había que financiar la Policía, contrario a las expresiones del ala más de izquierda de su partido, que ha impulsado el desfinanciamiento de las fuerzas de seguridad.
El discurso tuvo una mención particular para la jueza Ketanji Brown Jackson, con quien el gobierno busca remplazar al juez Stephen Breyer. El magistrado fue aplaudido por todos los legisladores, luego de que hace unas semana anunciara su renuncia bajo mucha presión del partido Demócrata, ya que buscaba promover un reemplazo antes de las elecciones de noviembre, todavía con la mayoría en el Senado.
Como todos los años, hubo una respuesta de un representante del partido Republicano, en este caso fue la gobernadora del estado de Iowa, Kim Reynolds, quien habló unos minutos después de terminado el State of the Union. Pero lo llamativo de este año es que también hubo una respuesta de una dirigente del partido del Presidente, la diputada de Michigan Rashida Tlaib, que representa al grupo de legisladores más de izquierda en el Congreso. Tlaib criticó en particular a los “obstruccionistas” de su propio partido y pareciera que le dieron un espacio para contrarrestar las posiciones más de centro que presentó Biden.
Muchos comentarios señalaron que Bien debería haber mantenido el estilo de la primera parte de su discurso, buscando unidad y políticas por el consenso bipartidario, más en este año electoral. Es cierto que las elecciones generalmente no son ganadas o perdidas por temas internacionales, pero ciertamente la fallida retirada de Afganistán, y las muestras de liderazgo y determinación en el conflicto con Rusia serán centrales en el debate los próximos meses.
Evidentemente, frente a esta crisis internacional, las prioridades de Biden cambiaron, aunque ayer trató de mostrar que no era así. Su agenda y apariciones publicas y, por supuesto, la importancia relativa de los miembros de su equipo lo marcan. Anthony Blinken, el Secretario de Estado, parece haberse convertido en su principal confidente y vocero en los medios de comunicación, pero también Bill Burns, el director de CIA, con una carrera de 30 años en la diplomacia americana, en particular como Embajador en Moscú, del 2005 al 2008. Y Victoria Nuland, subsecretaria en el departamento de Estado, que fue un contacto con Ucrania durante el gobierno de Barak Obama.
Veremos en las próximas semanas si el discurso que busca relanzar su agenda de políticas ayudará al Presidente a retomar el momentum en el país, y mejorar su popularidad, necesaria para un buen resultado electoral en noviembre.
El autor es economista y fue ministro de Educación de la provincia de Buenos Aires.
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