España:¿gobierno al fin?
Debe ser cierto que sin gobierno se está mejor. Los españoles, que no tienen propiamente un gobierno desde diciembre del año pasado por los resultados no concluyentes de las dos elecciones generales celebradas desde entonces, han experimentado, en lo que va de 2016, el mejor medio año en una década, medido en crecimiento del producto, disminución del desempleo, consumo e inversión de hogares y empresas, y más. Bélgica estuvo sin gobierno durante año y medio entre 2010 y 2011: logró entonces reducir el déficit y relanzar el crecimiento. España parece, pues, confirmar lo que ya había anunciado Bélgica entre 2010 y 2011.
La pregunta, claro, es si, en el confuso panorama europeo actual, la condición interina de la administración Rajoy puede sostener el buen rendimiento de las agentes económicos y la relativa paz política y social, o si, por el contrario, la ausencia de acuerdos parlamentarios que permitan la nueva investidura del Presidente acabará truncando la recuperación de uno de los países que sufrió más la crisis de 2008.
Porque se está formando una “tormenta perfecta”: planea sobre España una multa grave de parte de Europa si no presenta presupuestos en septiembre; los separatistas catalanes (que forman el gobierno de esa región) han creído encontrar en esta espera anárquica un resquicio para impulsar con fuerza su estrategia independentista; y la crispación política empieza a rasgar el velamen del verano carpetovetónico.
El crecimiento de más de 3% del PIB y datos tan alentadores como que la rentabilidad de la vivienda (sumando alquileres y ganancias de capital) supera el 10% pueden verse seriamente comprometidos si la incertidumbre y el miedo al futuro inmediato se apodera de los ciudadanos y agentes económicos.
En los últimos días ha parecido que por fin escampaba después de muchas semanas de negrísimos nubarrones tras los comicios de junio (repetición de los de diciembre pasado). Ciudadanos, el partido liberal emergente, ha ofrecido cambiar su decisión de votar en contra de Rajoy y el Partido Popular en el debate de investidura si se cumplen algunas condiciones, casi todas relacionadas con la regeneración política y ética de la democracia Española y del propio partido oficialista. De ser aceptadas, esos votos y los del PP sumarán 169, siete menos de los necesarios para formar gobierno, o quizá seis menos, si el voto singular canario se suma al “sí”.
Esto se resolvería con la simple abstención de algunos diputados del Partido Socialista Obrero Español (Psoe), pues en segunda votación bastaría que los “síes” sumaran más que los “noes” para elegir gobierno. Pero Pedro Sánchez no cede en su ambición de impedir que Rajoy gobierne y de sustituirlo, a pesar de que no tiene forma realista de formar gobierno, pues los resultados electorales no lo permiten. Las voces más emblemáticas del socialismo, como la de Felipe González, han pedido públicamente a Sánchez que no siga bloqueando la solución, pero el líder socialista sigue empeñado.
Todo lo cual puede forzar unas terceras elecciones, escenario pesadillesco para una mayoría de españoles y para la clase política, aunque no para el propio Rajoy, que confía en que, llevado el país a ese extremo, el hastío de los españoles con la indefinición política los impulsaría a dar un voto más sólido al Partido Popular (que ya en las segundas elecciones aumentó significativamente el número de escaños obtenidos en las primeras).
La ambición prometeica de Sánchez, podría, en unas nuevas elecciones, costarle muy caro al socialismo. Para desgracia de España, pues Podemos, la fuerza populista, sería el beneficiario directo del desfondamiento de uno de los dos grandes partidos de la democracia.
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