La Justicia de EE.UU. reconoce al bitcoin como dinero
Por Martín Burbridge
Buenos Aires. -¿Alguien se
imagina qué pasaría con la Reserva Federal o con el Banco Central Europeo si
existiera un mundo en el que nadie estuviera interesado en poseer dólares o
euros?
Algo de esto se
conoce en nuestro país, donde cada tanto el Gobierno emite demasiado dinero
para sostener el gasto público y los argentinos dejan de estar dispuestos a
atesorar los pesos depreciados.
Al final,
cuando ya no se puede financiar más el déficit fiscal, sobreviene la clásica
crisis financiera y, como en el juego de las sillas musicales, la economía
vuelve a arrancar en un nivel más bajo y con varios participantes fuera de la
contienda (léase con más personas por debajo de la línea de pobreza).
Si bien todavía
en el mundo desarrollado no se llegó nunca al extremo autodestructivo de la
economía argentina, el reciente fallo judicial de que el bitcoin, la moneda
virtual surgida en 2009, es dinero de verdad y no un mero instrumento de un
juego, podría llevar a una verdadera revolución monetaria en el mundo, en caso
de que su uso se volviera masivo.
El fallo fue
emitido por un juez federal de Texas, EE.UU., en una demanda de la Securities
and Exchange Commission (SEC, el organismo que regula los mercados financieros)
contra un particular, acusado de haber creado un sistema de estafa piramidal a
base de bitcoins. Contra la opinión del acusado, de que la demanda era
improcedente porque el bitcoin no es dinero, la Justicia dictaminó que sí lo
era, lo que abre un mundo de posibilidades para esta moneda online que cada día
tiene más usuarios.
Queda claro que
el bitcoin puede ser utilizado como dinero. Se lo puede usar para comprar
bienes o servicios y para pagar los gastos corrientes de una persona. La única limitante
del bitcoin es que se circunscribe a aquellos lugares donde es aceptado como
moneda. A pesar de ello, también puede ser cambiado por divisas convencionales,
como dólares, euros, yenes y yuanes.
Por lo tanto, el bitcoin es una moneda o forma de dinero, y los inversores que
deseen invertir en bitcoins están realizando una inversión monetaria, es parte del fallo del juez Amos Maazant.
LLegar a 21 millones en 2040
Para los
gobiernos de los países desarrollados, el bitcoin se está convirtiendo en un desafío
difícil de medir. Nacido hace tan sólo cuatro años atrás, la fabricación no
depende de nadie en particular (como sí sucede con el dinero material de un
país, que es emitido de forma monopólica por su banco central), sino que se
hace de manera descentralizada entre todos los participantes del sistema. En
cambio, la ampliación de su base monetaria es controlada por un complejo
algoritmo matemático que regula cuánto se va emitiendo y que tiene previsto
llegar a los 21 millones de bitcoins en 2040.
De esta manera,
se evitaría la emisión excesiva y la consecuente inflación, algo que pasó con
el sistema de clubes de trueque en la Argentina.
Incluso, el
proceso de creación de los bitcoins relaciona mucho más a la moneda virtual con
los metales preciosos porque su volumen es limitado y no se puede ampliar como
sí sucede con el dinero tradicional. Para John Matonis, director ejecutivo de
la Fundación Bitcoin (ONG que promueve su uso), su reglamentación es interesante, porque pone de relieve el hecho de que el
bitcoin está siendo tomado como un dinero mercancía de la misma manera que el
oro y la plata son reconocidos como dinero. Esto hizo que el Premio Nobel Paul Krugman (quien rechaza la utilidad de
la moneda virtual) afirmara que el bitcoin reintroduce el patrón oro, el sistema monetario que existió en el mundo hasta la Primera Guerra
Mundial y que, mientras duró, impidió la emisión monetaria indiscriminada y el
aumento en la tasa de inflación.
El objetivo de
quienes defienden el uso del bitcoin es que sea aprobado por las normas ISO
como moneda internacional que no necesita ser emitida o respaldada por ningún
gobierno. Como no está bajo el control de ningún gobierno y prescinde de los
intermediarios financieros tradicionales (bancos, mercados, etc.), su aparición
genera bastante inquietud a nivel de las autoridades, quienes ya le han puesto
el ojo como la SEC (de hecho, cuando se le cerraron todas las cuentas bancarias
a Wikileaks, la organización de Julian Assange logró sobrevivir con donaciones
de particulares en bitcoins).
El Estado de
California envió hace dos meses atrás una carta a la Fundación Bitcoin
exigiéndole que dejara de
realizar cualquier actividad de transmisión monetaria bajo riesgo de ser multada.
El problema es que la creación de bitcoins es anárquica y no depende de un
organismo como la Fundación, lo que da la pauta de lo poco que se entiende el
funcionamiento del mercado de bitcoins a nivel público.
También se
acusa al sistema de fomentar el narcotráfico y el comercio ilegal, porque las
transacciones se realizan entre usuarios no declarados en la web. Pero la
realidad indica que casi todo el mercado negro hoy se hace en dólares, euros y
otras monedas. Y, desde el punto de vista fiscal, preocupa el impacto de los
bitcoins sobre la recaudación, a tal punto que la AFIP canadiense ya avisó que
las operaciones en bitcoins eran imponibles.
El problema
surgiría si el uso del bitcoin se volviera masivo y la moneda pasara a cumplir
con las tres funciones del dinero: medio de cambio, unidad de cuenta y reserva
de valor.
En ese futuro
que hoy parece demasiado lejano, los particulares podrían dejar de utilizar
otras monedas tradicionales en beneficio de los bitcoins. Este escenario
complicaría mucho las políticas monetarias de los gobiernos, ya que existiría
una alternativa legal más competitiva en caso de que la moneda nacional
perdiera parte de su valor.
Pero los
riesgos de hackeo en internet (ya hubo un caso en el que se robaron u$s 250.000
de una cuenta virtual de bitcoins) y la posibilidad de que las regulaciones
públicas se endurezcan lo suficiente como para hacer la vida imposible al
mercado de bitcoins son aspectos que podrían terminar con este sistema
financiero paralelo. Parafraseando al célebre afiche: No emita dinero, el Gobierno odia la competencia.
- 23 de enero, 2009
- 25 de marzo, 2025
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