Kirchner Vive

Lástima que ya no exista Tomás Eloy Martínez para que nos explique, con otra de sus inolvidables ficciones político-necrológicas, el efecto que tuvo sobre los votantes argentinos la muerte de Néstor Kirchner ocurrida hace un año. Su esposa arrasará hoy en los comicios presidenciales, renovando una hegemonía que parecía estar llegando a su fin hace doce meses. El último spot televisivo de Cristina resume perfectamente la mitificación de Néstor, que ha convertido su viudez en apisonadora: "El vive".
Mis amigos argentinos me aseguran que el factor espiritista es sólo uno de varios que explican que Cristina vaya a obtener más de 50% de los votos y acaso el control del Congreso.
Pero no estoy muy de acuerdo: los otros factores -la incesante kermés populista y la ineptitud de la oposición hoy dividida y encogida- ya existían cuando, en 2009, el gobierno perdió la mayoría en la Cámara de Diputados. Y también existían cuando, la víspera de su muerte, Néstor era intensamente odiado y cada día un nuevo peronista parecía saltar del barco que se hundía.
Desde luego, si el "modelo" económico de los Kirchner ya se hubiese derrumbado, la viudez de Cristina no bastaría para darle al proyecto "K" su tercera victoria consecutiva. Y si la oposición fuese más unida y desacomplejada, y hubiera transformado su histórica victoria parlamentaria de 2009 en un contrapeso a la Casa Rosada, el triunfo de Cristina este domingo no sería un huracán sino una brisa. Pero lo cierto es que, con la muerte de Néstor, la capacidad kirchnerista de hacer durar el modelo populista desde 2003 hasta la fecha y de neutralizar a todo rival pasó a ser percibida de modo distinto.
Hasta su muerte, lo primero, es decir el aparente éxito económico, era atribuido a la suerte, o sea el hecho de que el precio de la soja hubiera subido de 120 a 600 dólares la tonelada y de que los empresarios argentinos, especialmente los del campo, tuvieran una capacidad infinita para encajar golpes tributarios. Y lo segundo, es decir la impresionante capacidad de acaparar poder, era atribuido al autoritarismo de un sistema que lo iba controlando todo sin que pudiera hablarse de una "chavización" argentina.
Pero la muerte de Néstor sublimó esa percepción el año pasado. Ahora se atribuye la perdurabilidad del modelo a la visión anticipatoria de una pareja que supo ver que el Estado era otra vez el motor de la humanidad antes de que Obama tuviera que copiarlo en Estados Unidos. Y se atribuye la insignificancia de la oposición -el socialista Hermes Binner va segundo con 35 puntos menos que Cristina, y para qué hablar del radicalismo o el peronismo disidente- a un nuevo consenso patriótico.
Dicho esto, el "modelo" es un engaño que no puede durar mucho más (aunque ya no me atrevo a pronosticar cuándo hará agua, porque me he equivocado haciendo ese pronóstico varias veces). Consiste en subvencionar a medio país y, para financiar ese gasto, en haber disparado la inflación monetaria, capturado las reservas y las pensiones, y nacionalizado empresas porque el dinero de los "commodities" no basta por enorme que sea.
El resultado es una fiesta consumista que promete la madre de todas las resacas tarde o temprano. Mientras tanto, ha habido fuga de capitales en 30 de los 34 trimestres de gobiernos kirchneristas, como recuerda el economista Roberto Chachanosky, por una suma total de 75 mil millones de dólares. Y cada vez más gente trata de comprar divisas porque ve venir lo que se viene. Es decir: los argentinos votarán por Cristina pero ya van tomando precauciones, porque tienen desconfianza hacia el modelo del que supuestamente disfrutan.
La mitificación de Néstor ha logrado convencer a millones de argentinos no necesariamente adictos al kirchnerismo de que Argentina es ingobernable sin Cristina.
Y prefieren eso a un Binner, un Alfonsín, un Rodríguez Saá o una Elisa Carrió desbordados desde el primer día por una demoledora oposición peronista.
El autor es escritor y periodista peruano.
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