El peronismo a la española está agotado del todo

El Economista, Madrid

El verticato sigue vigente en España. Lo que ufanamente llamamos modelo español hunde sus raíces en el sindicalismo vertical. La sacralización del consenso es un enorme monumento a la inoperancia.

Hace un mes que concluyó el plazo legal previsto para la implantación de un nuevo sistema de negociación colectiva. Y hace un mes que el Gobierno de la nación deja incumplida una ley que él mismo aprobó en aras de un supuesto entendimiento entre los sindicatos y la patronal.

¿Es que, acaso, el Gobierno carece de la información o el conocimiento necesarios para elaborar una ley sobre la negociación colectiva que resuelva los graves problemas que plantea el régimen actual? La respuesta a esta pregunta es que el Gobierno dispone de la información y el conocimiento.

Leo en un documento público del Ministerio de Economía y Hacienda español: "España cuenta con un sistema de negociación colectiva con un grado de centralización medio, a nivel sectorial, y con un ámbito geográfico mayoritariamente provincial… este nivel de centralización medio es el más inefi- ciente, pues genera peores resultados en términos de tasa de paro". Y sigue el documento: "…este tipo de estructura de negociación no se adapta suficientemente a las condiciones macroeconómicas de la economía… Tampoco se adapta a las condiciones microeconómicas de la empresa, lo que permitiría un mayor ajuste del crecimiento salarial a la evolución de la productividad".

Si el diagnóstico está tan claro y las soluciones también, ¿por qué se espera a un fallido acuerdo entre sindicatos y empresarios, que será problemático?

El sistema español está esclerotizado como expresión de un nuevo peronismo. No sólo es necesaria la reforma profunda del sistema de relaciones laborales (aborrezco la expresión mercado laboral). Es imprescindible derruir el sindicalismo vertical superviviente. Va en ello ese futuro al que ahora todos se abrazan con fruición desde el 15-M.

Hernando F. Calleja es periodista de elEconomista.