¿Túnez y Egipto: Una epidemia?
Las Damas de Blanco y aquellos disidentes heroicos que soportan la cárcel o han terminado inmolándose antes de claudicar en sus ideales libertarios, deben ser el ejemplo y el acicate para que el pueblo cubano se levante por fin contra la tiranía. La represión no podrá frente a una nación decidida a cambiar su destino y vivir en libertad, como lo hicieron los pueblos que se liberaron del yugo soviético y lo acaban de hacer los tunecinos y egipcios.
Al charlatán bolivariano parece que se lo ha tragado la tierra. Desde que comenzó la crisis en el norte de Africa y las últimas encuestas revelan un descenso importante de su popularidad, ha pasado de la acostumbrada locuacidad vociferante al cuasi silencio. Aunque ha alabado la “madurez” política de los egipcios y dijo por ahí que las elecciones presidenciales las ganará de todas maneras, debe temer que, a pesar de la distancia, las comunicaciones pueden transmitir el contagio y hacerlo llegar hasta las costas venezolanas…
Chávez tiene razón para estar intranquilo. La oposición en la Asamblea Nacional no está quieta, a pesar de que la Ley Habilitante le permite gobernar por decreto. Asimismo, los estudiantes se han vuelto levantiscos y un grupo de ellos ha iniciado una huelga de hambre para apoyar sus demandas, que puede ser el detonante para una protesta estudiantil de mayor envergadura que arrastre a otros sectores descontentos con la situación existente. Ello no sería raro pues las medidas populistas no logran encubrir la alta inflación y la carestía y escasez de los alimentos básicos, como consecuencia de la destrucción del agro y la estatización de numerosas empresas del rubro, tanto productoras como distribuidoras. El socialismo tiene un precio en materia de penurias y carencias que ya están pagando los venezolanos, sobre todo aquellos de menores recursos que no pueden acceder al mercado negro que florece en el sistema.
En los demás países del ALBA las cosas no están mejor. Tal es el caso del Estado Plurinacional de Bolivia, donde la popularidad del gobierno de Evo también se ha desplomado y las protestas se suceden, como resultado de las alzas de precios y la escasez de los alimentos. Este es el resultado de las nacionalizaciones que desbarataron el aparato productivo, que ha sido entregado a funcionarios estatales incompetentes y muchas veces corruptos, que no estaban capacitados para administrar una empresa o negocio de cualquier índole. Todo esto sin mencionar el clima en que se desenvuelve la oposición que aun subsiste, cuyos derechos y libertades fundamentales sufren el permanente acoso del régimen.
En el caso de Nicaragua, todo indica que Ortega será reelegido, pues la oposición se apresta a repetir el mismo error con que le regaló la presidencia en las elecciones anteriores. De esta manera, las incomprensibles divisiones y rencillas internas, así como la angurria por el poder, le concederán al líder sandinista la oportunidad para consolidar su proyecto político, que no es un modelo de democracia y además un factor de inestabilidad en Centroamérica. Como si esto fuera poco, hay fundados temores que las elecciones de noviembre próximo no sean legítimas, considerando la trayectoria de Ortega y su renuencia para permitir la presencia de observadores internacionales. No hay que olvidar, además, que Ortega, a pesar de que la Constitución se lo impide, se las arregló mañosamente para que un fallo dudoso de la Corte Suprema de Justicia le permita presentarse como candidato. De esto, obviamente, nadie dice nada…
Finalmente, Correa, como buen discípulo de Chávez, está enzarzado en un referéndum para reformar el poder judicial que, al igual que la prensa libre, le incomoda tremendamente. De ganarlo, el Ecuador puede despedirse de los últimos vestigios de un Poder Judicial independiente y de los medios informativos no sometidos al régimen. Así tendrá también el líder las manos libres para continuar implementando el modelo político bolivariano que acabará con lo que queda de democracia en Ecuador. Pero al igual que en Nicaragua, hasta que ambos pueblos se cansen de escuchar como les venden ilusiones y falsas promesas que son el fundamento del socialismo, sea este el clásico o el del llamado siglo XXI.
La principal enseñanza de lo que comenzó en Túnez, siguió en Egipto y que ahora se esparce inconteniblemente hacia otros países, es que los regímenes dictatoriales o autoritarios que se sustentan en el temor y la represión, se desploman como un castillo de naipes ante un pueblo decidido y valiente que quiere cambiar su destino y vivir en libertad. Tomen nota de ello los Castro, Chávez y compañía.
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