Venezuela: La dictadura imperfecta
Con la perspectiva que da el tiempo, hoy parece claro que en medio de su continua improvisación el chavismo en algún momento llegó a concebir para la oposición un papel apenas testimonial, que con su participación electoral legitimara, pero que no amenazara, al sistema autoritario que Chávez empezó a edificar desde 1999 con el fin último de perpetuarse en el ejercicio del poder absoluto.
Es decir, algo como lo que puso en práctica el PRI en México por décadas (la dictadura perfecta), donde existían partidos de oposición y se realizaban ritualmente elecciones nacionales, regionales y locales, que siempre las ganaba el partido oficial con el 80 o 90% de los sufragios.
Electoralmente el modelo del PSUV ha sido el PRI.
Pero eso sí, con reelección permanente e indefinida para el Presidente, y sin la base obrera y campesina que sí tuvo el partido mexicano.
Esta situación lógicamente puso a la oposición venezolana ante el mismo dilema de otros grupos políticos opositores en otros tiempos y en otras tierras: ¿Participar y legitimar al gobierno autoritario que se combate o aprovecharse de las rendijas que dan los procesos electorales para hacerle llegar su mensaje a la población e ir penetrando las instituciones? A estas alturas parece claro que con ese intento el régimen chavista ha caído en su propia trampa.
Al gobierno no le gustó (aunque no le cayó mal) el retiro por parte de la oposición de las elecciones parlamentarias del 2005. En las presidenciales del 2006 le fue bastante bien, aunque el propio comandantepresidente ha confesado que hubiera preferido un resultado con un margen más amplio.
Desde entonces la oposición no ha dejado de ganar terreno en todos los procesos electorales realizados.
Pero el pasado 26 de septiembre ya la cosa se salió de control.
La oposición ha optado por usar esas rendijas democráticas. No ha tenido que esperar los setenta años que necesitó la oposición mexicana para poner en tres y dos al oficialismo.
El 52% de los electores que manifestaron su voluntad de votar contra los candidatos y las propuestas de la "revolución socialista bolivariana" es un hecho político, una realidad que chavismo ve si acepta o no.
Aunque hay que reconocer que de acuerdo a su óptica es una realidad difícil de aceptar; porque para la "pedagogía" política del chavismo es un tanto complicado justificar, de cara sus electores, que esa oposición apátrida y traidora esté en las instituciones.
Ahora el dilema lo tiene el chavismo.
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