El norte del Brasil

Correo del Caroní

Chávez cambió por completo nuestras relaciones con Brasil. Estamos en presencia de una acción personalista que no consulta a la nación y que convierte las relaciones sólo a nivel presidencial. Esto es visible en las relaciones con Luiz Inácio Lula Da Silva y el Brasil. Es su “hermano” Lula que eleva los negocios en una proporción verdaderamente aberrante: más de 7 mil millones de dólares nos exporta el vecino del sur mientras nuestro país coloca la ínfima cantidad de 98 millones de dólares. Para 1998 la balanza comercial era favorable a Venezuela. El cambio tan desigual obedece necesariamente a las inversiones brasileñas, de sus grandes transnacionales, lo que era justo que sucediera, pero no era fatal tan gran desnivel si se hubiese dado continuidad a una política de Estado que tomaba en consideración el sur de Venezuela y los estados Roraima, Amazonas y Belén de Pará del norte del Brasil.

Los esfuerzos de Carlos Andrés Pérez y los constantes y visionarios de Caldera con Brasil daban resultados. Había una población al norte de ese continente que tenemos como vecino al que se le podía suplir de todo, Su lejanía con Río de Janeiro, Sao Paolo y Brasilia, y no digamos con el sur del Brasil, le daba prioridad a nuestro país hasta el punto que se llegó a hablar de Merconorte que metafóricamente unía a Bolívar, Amazonas, sur de Monagas y de Anzoátegui con una población superior a la nuestra asentada en los estados brasileños ya mencionados.

Esto obligaba a varias decisiones entre las que destacamos desarrollar el sur de Venezuela, tomar en cuenta al estado Bolívar y Amazonas venezolano, para crear especie de polos de contactos. En lo referente a Bolívar significaba tomar a Santa Elena de Uairén como gran centro dinamizador para lo cual era necesario ordenar a esa población (existen los planes reguladores), darle electricidad y agua, terminal de pasajeros, aeropuerto, aduana principal y convertirla en un centro estudiantil. Eso eran los planes que el autócrata abandonó.

Los gobernadores de Bolívar, Amazonas, Anzoátegui y Monagas, así como los alcaldes, CVG y empresarios, eran partícipes de estas políticas. Los estados brasileños necesitaban a Venezuela. Las reuniones de los mandatarios regionales y locales de ambos países eran frecuentes con la presencia de representantes de los diferentes ministerios que incidían en el desarrollo del que estamos hablando. Viajar a Estados Unidos y Europa era más barato por Venezuela.
 
El gobernador David De Lima viajó a Manaos más de una vez con algo muy productivo para nosotros. En Manaos la capital de Amazonas se adelanta un desarrollo avanzado. Para la época facturaba más de 22 mil millones de dólares. Se terminó la carretera Manaos-Boa Vista-Santa Elena de Uairén-Puerto Ordaz. Y el plan del segundo puente sobre el río Orinoco contempla esta perspectiva, distinta a lo que ha sucedido con ese puente. Se trataba de desviar la inmensa corriente de mercancías que se transportaba mar-río por un alto porcentaje de mar-tierra que inducía a una ampliación del puerto de Guanta y dotar de servicios a la línea fronteriza y a la aduana.

Ahora se vuelve a hablar de atender al norte del Brasil. Se han perdido diez años y se han destruido los mecanismos que se habían creado. Ahora se intenta ranchizar a Santa Elena de Uairén con un burgomaestre irresponsable como se deduce de esa magnífica crónica de un excelente corresponsal llamado Damián Prat. 
 
Lo reseñado indica como esta política partidista y personalista, carente de soberanía nacional, termina favoreciendo a las grandes transnacionales brasileñas. Coloca a un lado lo que la práctica de las relaciones con los vecinos se resume en pocas palabras: no hay integración que no ubique en lugar destacado la comunidad de intereses de las fronteras y de quienes habitan en ellas.