Derrotar al totalitarismo
En el 2010 se presenta una oportunidad de derrotar al totalitarismo imperante en Venezuela. No se trata de un objetivo cualquiera. Es una de las campañas más importantes que debemos librar todos aquellos que queremos vivir en libertad. Esa libertad a la que tanto se le ha cantado, a la que se refiere Don Quijote cuando afirma que no podrá ser comprada ni con todo el oro del mundo.
Es una campaña que no es exclusiva de los partidos políticos sino de la sociedad democrática y plural que se resiste a vivir bajo la sombra de una dictadura, que como todas las de su estirpe, viola los derechos fundamentales, a la Constitución y pisotea en una palabra al estado de derecho. Comprender los alcances de lo que se encuentra en juego es el primer deber de todo ciudadano que quiera ser libre y contribuir a restablecer las instituciones hoy confiscadas por una autocracia militarista.
Pensar en serio sobre lo que sucede en un país sometido a las inclemencias de un autócrata que se cree dueño de él y que no vacila en cambiar de piel de acuerdo a su voluntad. Comenzó con El Oráculo del Guerrero, obra de un argentino, que desechó para asumir las indicaciones de Ceresole, otro argentino, que lo “enredó” con una seudo tesis que se resumía en la trilogía pueblo-ejército-líder, lo que conducía al inicio del culto a la personalidad.
Para sustituir tales monsergas por la “tercera vía” y finalmente aferrarse a doctrinas y modelos fracasados a los que ha colocado el nombre pomposo, según el alemán-mexicano Dietrich, de socialismo del siglo XXI. Esto último le ha generado unos delirios de grandeza y lanzarse por el camino de crear “un polo de poder mundial”, denominado ALBA, que le cuesta al país una enormidad de recursos regalados o invertidos en armamento, en detrimento de aquellas inversiones básicas para atender los servicios de salud, educación, vialidad, vivienda, agua, electricidad, en el combate contra la inseguridad personal que se convierte en el primer problema que desangra a Venezuela. En esos delirios se pueden mencionar las “medidas” para liquidar al capitalismo de raíz.
Lula conduce a Brasil a convertirse en la octava economía del mundo y el resto del continente enfrenta la crisis atendiendo a las inversiones extranjeras, favoreciendo la inversión nacional, luchando por un nuevo orden internacional, pero al mismo tiempo favoreciéndose del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial.
Venezuela entra en recesión mientras la mayoría de los países de la región han comenzado a superar sus dificultades financieras.
Arrasa con el aparato productivo, destruye la economía agropecuaria-industrial y al sector manufacturero y coloca al país en la vergonzosa situación de no tener nada que exportar salvo hidrocarburos. Acaba con las empresas de Guayana y reduce a Pdvsa a una empresa, otrora de primera excelencia, en una endeudada.
En estas condiciones lo que está planteado como exigencia nacional los partidos, la sociedad civil, la sociedad democrática en general es una gran alianza nacional para llevar candidaturas únicas y asestarle un duro golpe al régimen totalitario. El centro de la cuestión entonces se remite a la unidad, la más amplia posible, ahogar los sectarismos, los egos, los personalismos.
Es la hora de una dirección colectiva que lleve a la victoria a una mayoría de venezolanos y venezolanas que repudia el rumbo que lleva la nación y que aspira a vivir en un régimen constitucional, de libertades, plural, alternativo, de un estado de derecho social y democrático, como reza la Constitución Nacional.
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