El sistema capitalista no muere, siempre rebota

La economía es una ciencia en razón de que progresa, según la definición de toda ciencia para Karl Popper, y mejora el destino de una fracción creciente de la humanidad. Consideremos la historia del siglo XX desde 1945: es innegable que millones de seres humanos salieron de la pobreza y que ese número se amplía. ¿Milagro? Si Europa del Este se reconstruye, si Brasil, India o China progresan, no es por haber cambiado de cultura, ni siquiera de régimen político, ni por haber descubierto riquezas naturales. El único cambio que los hizo pasar de la miseria a un mayor bienestar fue el de las estrategias recomendadas por la ciencia económica: el librecambio, la competencia entre empresas, la emisión de monedas estables.
Esas estrategias fueron recetas de crecimiento trasladadas del laboratorio a la práctica. Esos principios -hay otros como la relación entre nivel salarial y desocupación, la "creación destructiva" o principio de Schumpeter (la evolución económica provocada por la innovación no se desarrolla a un ritmo lineal sino siguiendo, dentro de un ciclo, una alternancia de fases de expansión y de crisis), las ventajas de la repartición de los riesgos financieros o titulización- son conquistas que forman un consenso.
Las disputas entre economistas son intensas pero se sitúan, generalmente, dentro de este paradigma: quien pone en tela de juicio el principio mismo del librecambio o preconiza la inflación es a la economía lo que el curandero a la cirugía.
Los economistas estadounidenses elogiados en Europa, como Paul Krugman porque es socialdemócrata y Joseph Stiglitz porque es antiglobalista (ambos mantenidos a distancia por Barack Obama) se sitúan de todos modos dentro del paradigma: Joseph Stiglitz no niega la eficacia del librecambio contra la pobreza, Paul Krugman no propone reemplazar el capitalismo por el socialismo.
Uno y otro, tanto en sus trabajos universitarios como en sus posiciones públicas, subrayan las imperfecciones del mercado. Pero ningún economista, por ultraliberal que sea, las niega. El debate entre liberales e intervencionistas se refiere ante todo a la forma de contener dichas imperfecciones.
¿Eliminarlas? Nadie lo cree: en el siglo XX, sistemas económicos ideales por escrito se experimentaron en tamaño natural con los resultados trágicos que ya conocemos.
La economía de mercado es imperfecta y sólo lleva a progresos materiales y relativos: todos esos matices nunca seducirán a los amantes de la perfección. Igualmente decepcionados se sentirán los augures de Apocalipsis: de crisis en crisis, el capitalismo no muere, rebota. También, de una crisis a otra, los economistas aprenden.
El autor es sociologo y economista frances
Copyright Clarín y Le Monde, 2009.
Traducción de Cristina Sardoy.
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