Las primeras elecciones sin Pinochet
Santiago. - Si bien han pasado 21 años desde que se celebró el plebiscito que puso fin a la dictadura de Pinochet e inició el periódico democrático actual, Chile se prepara para sus primeras elecciones presidenciales después de la muerte del ex dictador. Irónicamente, también pueden ser las primeras en que cae derrotada la Concertación, la coalición gobernante de centro-izquierda formada para oponerse a Pinochet.
La consolidación de las instituciones democráticas en Chile y la profunda transformación económica que ha experimentado el país desde que la Concertación llegó al poder en marzo de 1990 pudieran llevar a muchos a pensar que el país ha logrado dejar atrás el legado autoritario. Pero la sociedad chilena todavía parece marcada por un pasado que la divide y que, ocasionalmente, regresa como fantasma para alienar—aunque de forma mucho menos profunda que hace una década—a los chilenos en torno al eje autoritarismo-democracia que marcó la votación del plebiscito el 5 de octubre de 1988.
Con motivo de la vigésima primera conmemoración de esa fecha, los candidatos presidenciales intentaron marcar diferencias respecto a sus pasados y legados políticos. Pero más allá de acusaciones cuestionables sobre quién estuvo más lejos de la dictadura, lo cierto es que esta será la primera elección donde todos los candidatos presidenciales en competencia hayan estado del mismo lado en 1988. Los cuatro presidenciables se opusieron a Pinochet en el plebiscito que puso fin a la dictadura.
El candidato de la Concertación, Eduardo Frei, y el del Partido Comunista, el ex socialista Jorge Arrate, ya eran conocidos dirigentes de la entonces Concertación de Partidos por el No. El candidato independiente de izquierda, Marco Enríquez-Ominami es hijo de uno de los principales líderes de la renovación socialista, el ahora senador Carlos Ominami. Aunque Enríquez-Ominami, nacido en 1973, es también el primer candidato presidencial en Chile que no tenía edad para votar en 1988.
Tal vez lo más sorprendente es que el abanderado de la coalición de derecha, el empresario Sebastián Piñera, también votó contra Pinochet en 1988. Piñera, aprovechando la conmemoración del plebiscitó, emitió un video comparando su candidatura con la campaña del No en 1988. Eso bastó para que la Concertación saliera a recordarle al abanderado derechista, que se ubica en primer lugar en las encuestas, que la mayoría de sus aliados más cercanos estuvo con Pinochet. Pero Piñera sabe que para llegar a La Moneda deberá atraer a una parte de esa mayoría cultural chilena que votó contra Pinochet. Por eso, aunque muchos en su coalición se molesten con el distanciamiento de la candidatura derechista del legado de Pinochet, la necesidad electoral tiene cara de hereje. Felizmente para Piñera, su público apoyo a la opción del No a Pinochet en 1988 pudiera ahora traerle los votos suficientes para terminar con el predominio electoral de la Concertación.
Las encuestas muestran que, aunque estancado, Piñera se ubica cómodamente por sobre el 40% de las preferencias efectivas para la primera vuelta de diciembre. El candidato de la Concertación, Eduardo Frei, se ubica en torno al 30%. El esfuerzo de Frei por acercarse al legado de la popular presidenta socialista Michelle Bachelet lo ha llevado a tomar posiciones opuestas a las que defendió cuando fue presidente. Los electores concertacionistas parecen poco entusiasmados con la candidatura de Frei, pero los analistas correctamente subrayan que un voto entusiasta vale lo mismo que un voto emitido por alguien con menos entusiasmo.
El candidato sorpresa de esta elección ha sido Marco Enríquez-Ominami. Sabiendo que su apoyo viene esencialmente de votantes concertacionistas desencantados con Frei, ME-O, como lo llama la prensa, ha centrado sus ataques en Frei. Si bien su curva ascendente ha perdido fuerza, existen chances de que logre alcanzar y superar a Frei. De cualquier forma, el triunfo de la Concertación—ya sea con su candidato oficial Frei o, de producirse la sorpresa, con su candidato alternativo, el díscolo diputado—depende de que los electores de Frei y ME-O apoyen al candidato que pase a segunda vuelta.
La carrera está más centrada en el segundo lugar que en quien tendrá mejor votación en primera vuelta. Por eso las críticas de Enríquez-Ominami a Frei se han hecho más duras. El candidato de la Concertación ha tratado de centrar sus ataques en Piñera, cuestionando su idoneidad para ser presidente y la compleja relación de política y negocios. Pero la mejor arma de la Concertación era la cercana relación de la derecha chilena con el legado de Pinochet. Aunque esa acusación todavía alcanza a muchos cercanos colaboradores de Piñera, el empresario salva ileso de esa crítica. Más aún ahora que Pinochet es mucho más una figura de la historia que de la cotidianeidad política chilena.
Aunque posiblemente el agotamiento de tantos años en el poder le ha hecho mucho más daño, la Concertación parece sufrir por la desaparición de Pinochet. Después de todo, recordar a los chilenos que la Concertación logró derrotar a la dictadura ayudó a escoger cuatro presidentes consecutivos de esa coalición de centro izquierda. Ese argumento hoy tiene mucho menos fuerza, porque Pinochet no está y porque Piñera, el candidato de la derecha, también estuvo del lado correcto en el plebiscito de 1988.
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