Amén: Barack Obama insiste en que prefiere un rol limitado del gobierno en la economía
Cuando se dispone a anunciar la reforma más extensa de la regulación financiera estadounidense desde los años 30, el presidente Barack Obama es presa de un cierto grado de ansiedad.
Está ansioso de que la gente —en especial sus detractores conservadores— entienda que no es el líder al que le gusta inmiscuirse en todo que algunos sospechan. "Creo que la ironía es que me gustaría ver un gobierno que intervenga relativamente poco" en la economía, dijo el mandatario en una entrevista en la Casa Blanca el martes.
El argumento llama la atención en un momento en que su gobierno es el principal accionista de General Motors Corp. y se dispone a divulgar hoy un nuevo sistema para regular el sector financiero, nuevos requisitos de capital para los bancos y una agencia que vele por los derechos de los pequeños inversionistas.
Por ese motivo, Obama no escatimó esfuerzos durante la conversación para explicar que existe una filosofía detrás de los cambios que está a punto de proponer. Se trata, insiste, de la misma filosofía que anima su visión más general del rol del Estado en la economía. "Se establecen reglas para asegurar la transparencia y la apertura y para resguardar contra un gigantesco riesgo sistémico que obligue al gobierno a intervenir para prevenir una depresión, y luego se deja que los empresarios y las compañías compitan y hagan lo suyo", dice.
Por lo tanto, señala, "me resulta tan sorprendente a veces escuchar la crítica conservadora estándar de lo que estamos haciendo, cuando esencialmente cada paso que estamos tomando está destinado a corregir el desastre que heredamos cuando nos trasladamos al 1600 de la Avenida Pensilvania"
El presidente y sus asesores saben que han alcanzado un punto políticamente peligroso, donde las gigantescas intervenciones que han realizado para combatir la recesión y el virtual colapso de la industria automotriz, a las que pronto se sumará una posible reforma de salud, pueden interpretarse como la virtual reorganización de la economía estadounidense. Para contrarrestar tal impresión, el principal asesor económico de Obama, Lawrence Summers, estuvo hace unos días en Nueva York para dar un discurso cuyo principal mensaje era: no somos socialistas.
Obama, por su parte, recurre a las mismas palabras para explicar lo que intenta hacer en el sistema financiero: reglas a seguir, apertura y transparencia. Si todos saben lo que sucede en el mercado, sostiene, tomarán las decisiones correctas. El objetivo, dice, es asegurarnos de que en la nueva economía todos puedan ver todo.
"En muchos de estos temas, queremos hacer lo mínimo posible para asegurarnos de que… consumidores, trabajadores, inversionistas y empresarios tengan reglas claras; que sepan en qué se están metiendo, que estén tomando decisiones basadas en la búsqueda de ganancias", aseveró. "Pero no estamos estableciendo tan pocas reglas como para que se pueda producir una situación como la del año pasado, cuando realmente estuvimos al borde de un colapso financiero".
Por supuesto, es difícil saber realmente cuál es la cantidad justa de reglas, motivo por el cual el plan que el presidente estadounidense presentará hoy será resistido tanto desde la derecha como desde la izquierda. La Reserva Federal tendrá más facultades para supervisar a las grandes instituciones financieras, las que deberán levantar más capital y cumplir con estándares de liquidez más estrictos. Los fondos de cobertura enfrentarán un mayor escrutinio y se creará una agencia para proteger a los consumidores y los pequeños inversionistas.
Tan pronto como se divulgue su plan, sin embargo, Obama tendrá el siguiente problema: algunos pensarán que sus propuestas son excesivas, otros que son muy tímidas y sólo algunos opinarán que son la receta adecuada. En EE.UU. y otros países, sin embargo, la gente espera que se haga algo para mostrar que el sistema se ha vuelto más seguro.
Si las cosas se hacen bien, afirmó Obama, el resultado serán reglas que permitan una recuperación que no se base en burbujas especulativas y que no coarte las innovaciones del mercado financiero que han ayudado a muchas firmas pequeñas en los últimos años. "La cuestión para nosotros es cómo sentar las bases de un modelo de crecimiento económico más sostenible, que no afecte el dinamismo del libre mercado, los productos innovadores que son fundamentales y la iniciativa para emprender negocios que crean empleos, pero que también reconozca que los niveles de deuda y un modelo cuya premisa es una provisión interminable de dólares extranjeros no es sostenible a largo plazo", afirmó.
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