¿Perdimos? Pero ganamos
El emperador está lejos y las montañas son grandes. Proverbio chino Arrancamos este certamen electoral en condiciones desventajosas. El reto consistió en intentar ganar unas elecciones a pesar de no contar con partidos organizados, sin liderazgos fuertes, con los mejores prospectos inhabilitados, sin comando central y sin mensajes estructurados. |
Con estas condiciones teníamos todo el handicap que el gobierno pudo colocarnos, perfectamente conjugadas con todas las desventajas propias del deterioro de las instituciones y de la parroquialización de la actividad política. Pocas candidaturas con gancho, sin haber tenido la posibilidad de articular un mensaje positivo que posibilitara el desenganche psicológico y polarizante con la figura presidencial, sin estrategia y sin capacidades para articularla, con maquinarias y capacidades organizacionales muy disminuidas y con una disposición limitada y caótica de los recursos económicos. Fue desde estas desventajas que se produjeron los resultados que hoy con toda justicia celebramos.
Hay algunas ganancias cualitativas realmente sustantivas y que nos pueden indicar cuan sostenible puede ser esta tendencia.
La primera es la continuación del proceso de ruptura, la ampliación de las fisuras en lo que hasta hace un año era una lógica imbatible, la convicción de que Chávez siempre ganaba. Lo que han demostrado estas elecciones es que si se cumplen algunas de las condiciones clave para realizar una campaña política efectiva, la pretensión de invencibilidad se desmorona.
El emperador está lejos y las montañas son grandes. Proverbio chino Arrancamos este certamen electoral en condiciones desventajosas. El reto consistió en intentar ganar unas elecciones a pesar de no contar con partidos organizados, sin liderazgos fuertes, con los mejores prospectos inhabilitados, sin comando central y sin mensajes estructurados. |
Con estas condiciones teníamos todo el handicap que el gobierno pudo colocarnos, perfectamente conjugadas con todas las desventajas propias del deterioro de las instituciones y de la parroquialización de la actividad política. Pocas candidaturas con gancho, sin haber tenido la posibilidad de articular un mensaje positivo que posibilitara el desenganche psicológico y polarizante con la figura presidencial, sin estrategia y sin capacidades para articularla, con maquinarias y capacidades organizacionales muy disminuidas y con una disposición limitada y caótica de los recursos económicos. Fue desde estas desventajas que se produjeron los resultados que hoy con toda justicia celebramos.
Hay algunas ganancias cualitativas realmente sustantivas y que nos pueden indicar cuan sostenible puede ser esta tendencia.
La primera es la continuación del proceso de ruptura, la ampliación de las fisuras en lo que hasta l uso del voto como incentivo positivo o negativo frente a la gestión del gobierno o a los excesos y errores de los dirigentes políticos. En esta línea también aprendimos que es mucho mejor ir a votar que ir a marchar.
La tercera es evidente. Ganamos algo de tiempo para organizar la batalla contra la reelección perpetua, porque Chávez y sus asesores saben leer los resultados, a pesar de los episodios insólitos de despecho político que hemos visto esta semana.
La cuarta es la progresiva reconciliación con nuestra propia historia y con los liderazgos que tenemos. La mejor pista de que estamos recuperando la salud política y la cordura espiritual es haber elegido a Ledezma con la intensa participación de la clase media y el apoyo creciente de los sectores populares. Con esto vamos dejando atrás la compra que le hicimos a Chávez de los cuarenta años perdidos, de la cuarta república corrupta y egoísta, una monumental mentira, una espectacular simplificación de los hechos que nos hizo caer en las trampas del resentimiento y la negación.
Además aprendimos que la unidad no sirve si solo es una consigna y no un hábito político fuertemente arraigado en los principios y valores de la sociedad. Debemos aprender a ser más exigentes y a pasar factura a aquellos que no estuvieron a la altura de las circunstancias. Debemos aprender a no caer en la trampa de la morbosidad y el sectarismo que ahora saca las cuentas más rocambolescas sobre el desempeño individual de los partidos políticos. La verdad es que las cifras que importan tienen que ver más con el desprecio al desempeño de nuestras organizaciones políticas.
Finalmente Chávez tiene dos problemas: que tiene muchos gobernadores bisoños y sin iniciativa propia pero interesados en conseguir su propio perfil, y que tiene cinco estados que le van a hacer contraste. Y para ambos Chávez está demasiado lejos, demasiado ocupado, y muy probablemente aterrado frente a este ajedrez inédito.
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