Ni Guerra Fria ni bipolaridad: Rusia vuelve al primer plano
Por Jorge Castro
Perfil
En la noche del 7 de agosto, tropas rusas –encabezadas por brigadas de tanques T-54 y decenas de cazabombarderos Sukhoi– atravesaron la frontera de Georgia, en el Cáucaso Norte, y cinco días después, tras aplastar al ejército georgiano, anunciaron que sus operaciones habían terminado.
Los tanques rusos estaban desplegados en ese quinto día en los alrededores de Tiflis, la capital georgiana, y ocupaban los suburbios de Gori, cuyo centro histórico habían recorrido el día anterior. Gori es la ciudad natal de Iosif Vissarionovich Dzhugashvili, quien posteriormente adquirió fama como Josep Stalin y condujo a Rusia a la victoria bajo el nombre de Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial. El 11 de agosto, el presidente George W. Bush declaró que era inaceptable en el siglo XXI la invasión rusa de un Estado vecino soberano. Bush envió de inmediato a Tiflis a la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, para mostrar “el respaldo inequívoco de Estados Unidos al gobierno georgiano. EE.UU respalda al gobierno democráticamente elegido de Georgia. Insistimos en que su soberanía e integridad territorial sean respetadas”, dijo Bush en la Casa Blanca. Luego, hizo dos cosas: aviones estadounidenses C-17 repatriaron a unos 2 mil hombres de las fuerzas georgianas en Irak. Después, desde la base McGuire (New Jersey) despegaron aviones de carga con equipos médicos, tiendas, mantas y ropas para el ejército georgiano. No hubo remisión de armas, municiones ni equipos militares. El Departamento de Defensa aclaró que “se descartaba toda posibilidad de envío de fuerzas militares norteamericanas a la conflictiva región del Cáucaso”.
La secretaria Rice –experta sovietóloga de la Universidad de Stanford– comparó la cri-sis con uno de los acontecimientos decisivos de la era soviética: “Esto no es 1968 y la invasión de Checoslovaquia, cuando Rusia podía amenazar a un país vecino, ocupar su capital, derrocar a su gobierno y salir adelante. Las cosas han cambiado”, sostuvo.
Lo que ha cambiado es el poderío de Rusia en el sistema internacional. Hoy es una de las tres principales potencias productoras y exportadoras de petróleo de la economía mundial. Es la segunda, en orden de importancia de sus reservas, después de Arabia Saudita. El año pasado, la renta petrolera rusa superó los 160.000/180.000 millones de dólares; y las reservas del Banco Central superaron los 400.000 millones de dólares. Rusia reclamó en 2007 su soberanía sobre los yacimientos –ricos en petróleo y gas– de los mares congelados del Artico, lo que implica desconocer la potestad internacional, admitida por las Naciones Unidas, la Unión Europea y EE.UU. La principal fuente energética que mantiene en funcionamiento la economía de los 27 países de la Unión Europea, en primer lugar de Alemania, son el gas y el petróleo rusos. Hace dos meses, en la reunión de Bucarest de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), fueron presentadas las candidaturas de Ucrania y Georgia, con el auspicio de Estados Unidos. Alemania y Francia manifestaron su reticencia a la admisión de los nuevos candidatos. Presente en el foro estaba la rotunda negativa rusa a la extensión de la frontera de la OTAN hasta el Cáucaso Norte.
En el quinto día de los combates, Rusia aceptó los términos del “cese del fuego” propuestos por el presidente francés, Nicolas Sarkozy, con una aclaración y una exigencia. La primera es que sus tropas no se retiraban del territorio conquistado; la segunda es que no aceptaba negociar con el líder georgiano, Mijail Saakashvili. Exigía, en síntesis, un cambio del régimen georgiano (regime change).
La intervención rusa en Georgia no implica la reaparición de la Guerra Fría, ni menos aún una nueva bipolaridad. Rusia aspira a ingresar este año en la Organización Mundial del Comercio con el auspicio de EE.UU. Este país no envía tropas al Cáucaso en respaldo de su aliado georgiano; ni tampoco destina navíos de la VI Flota a las costas del mar Negro.
Ni vuelta a la Guerra Fría ni reaparición del mundo bipolar; sí, en cambio, retorno al primer plano de la potencia rusa, tras la rareza histórica de 12 años de marginación internacional, provocada por el colapso de su última encarnación histórica: la Unión Soviética. En la historia rusa, la seguridad interna es sinónimo de continua expansión; y la legitimidad del poder doméstico se funda en la demostración de fuerza en el exterior. Su expansión ha sido consecuencia de su inseguridad interna, sumada a la debilidad de sus vecinos.
Rusia es ahora cada vez más fuerte; y en un mundo globalizado, sus vecinos son China, la Unión Europea y Estados Unidos. Es probable que su expansionismo congénito tienda ahora a agotarse, y a encontrar sus límites. Quizás el vigor ruso se transforme en fuerza de integración.
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