El mejor año del Rey
Almudena Maertínez-Fornés
ABC
MADRID – Después de 32 años de Reinado y de tres décadas de democracia -del mayor periodo de estabilidad, libertad y prosperidad que ha conocido España-, Don Juan Carlos ha vuelto a sorprender a los españoles, pero también a la comunidad internacional.
Acostumbrados a la sutileza habitual del Rey, que ejerce su autoridad con tanta discreción que casi nunca trasciende, algunos medios de comunicación han creído ver un “annus horribilis” para la Familia Real. Pero, más bien, 2007 ha sido el mejor año del Rey. El año que Don Juan Carlos ha recibido más adhesiones y homenajes espontáneos en respuesta a una campaña antimonárquica desencadenada tras el verano; el año en el que ha logrado cumplir su viejo deseo de visitar Ceuta y Melilla, y en el que ha dado una lección de democracia y respeto a un dirigente venezolano que se creía con derecho a insultar a un presidente del Gobierno y a interrumpir a otro en presencia del Rey, del “Rey de todos los españoles”.
Todo ello, aparte de otras 230 actividades oficiales en las que ha participado Don Juan Carlos y de los quince viajes al exterior, seis de ellos de Estado, realizados en 2007.
El Monarca podía prever que muchos dirigentes americanos aplaudieran su gesto, hartos de los excesos de Hugo Chávez, a quien nadie paraba los pies. Pero lo que no se podía imaginar es que sus palabras -“¿Por qué no te callas?”- iban a ser recibidas como un soplo de esperanza en la desesperanzada oposición venezolana, que las convirtió en su lema.
En España, aunque algunos columnistas aislados han criticado el gesto del Rey, el pueblo lo ha respaldado y Chávez se ha convertido en el líder mundial peor valorado por los españoles, peor incluso que Fidel Castro y George Bush, según el último barómetro del Real Instituto Elcano. Los españoles, de cualquier tendencia política, se han sentido defendidos por el Rey frente a Chávez, que interrumpió a José Luis Rodríguez Zapatero en su turno de palabra e insultó a José María Aznar. También ha sido el año de las adhesiones, alentadas por una ofensiva antimonárquica con diversos frentes. Por un lado, la derecha republicana, que todavía no perdona al Rey que desmantelara los restos del franquismo en los que esa derecha mantenía una situación privilegiada.
Don Juan Carlos tuvo que escuchar cómo se pedía desde la cadena Cope, propiedad de la Conferencia Episcopal, que abdicara en su hijo, el Príncipe de Asturias. Fue el radiofonista Federico Jiménez quien emprendió aquella campaña. A partir de ese momento, su programa empezó a perder decenas de miles de oyentes, según el último Estudio General de Medios.
Campaña contra la Corona
Desde la izquierda radical separatista, grupos reducidos -que en el mayor de los casos apenas reunieron a 400 personas- empezaron a quemar fotos de los Reyes. Unas protestas dirigidas no tanto contra la Monarquía sino contra el Jefe del Estado, con todas sus connotaciones. También tuvo que ver el Rey cómo los Príncipes de Asturias sufrían el escarnio de un caricaturista injurioso de la revista “El jueves” que buscaba la fama a cualquier precio.
Pero todos estos ataques desencadenaron un aluvión de adhesiones sin precedentes por parte de casi todos los sectores de la sociedad. Desde hace meses, allá donde va un miembro de la Familia Real, los aplausos se prolongan más de lo habitual y no hay discurso que no incluya una alusión a la lealtad. Y en las encuestas, la Corona sigue siendo, con mucho, la institución más valorada por los españoles.
Es cierto que este año en La Zarzuela se han vivido muchos acontecimientos familiares, la mayoría alegres, como el nacimiento y bautizo y de la Infanta Sofía o la primera comunión del primer nieto de los Reyes, Felipe Juan Froilán. Y otros no deseados, como la separación de los Duques de Lugo. Pero si esta noticia no ha sorprendido a los españoles después de años de rumores, menos aún a los Reyes, que conocían desde hace tiempo los esfuerzos de la pareja por salvar su convivencia. El único hecho realmente triste, e irreversible, ha sido la muerte en plena juventud de la hermana de la Princesa Érika Ortiz.
Quienes califican a 2007 de “annus horribilis” del Rey desconocen la vida de Don Juan Carlos y las muchas ocasiones en las que ha tenido que enfrentarse con la adversidad. Ni el incidente con Chávez ni la quema de su retrato ni la agria discusión con la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, que llegó a pedir al Rey “un trato humano” para el radiofonista Federico Jiménez, se pueden comparar con las dificultades que el Rey ha tenido que superar desde que era un niño y que han forjado una personalidad muy curtida en encajar los sinsabores de la vida.
Una infancia dura
Consciente de las altas responsabilidades a las que estaba llamado Don Juan Carlos, su padre, el Conde de Barcelona, se propuso endurecer el carácter de su hijo desde muy pequeño y, cuando sólo tenía ocho años, decidió enviarlo a un internado en la ciudad suiza de Friburgo. Recluido en un ambiente austero, con un idioma que no era el suyo, Don Juan ordenó a su familia y especialmente a la Condesa de Barcelona que durante un mes no se le hiciera ninguna llamada telefónica. Sólo se permitió a su abuela, la Reina Doña Victoria, que esporádicamente fuera a visitarlo y a acompañarlo algún domingo.
La primera vez que pisó suelo español, después de las discrepancias entre Don Juan y Franco, tampoco fue un camino de rosas. El 8 de noviembre de 1948, el joven Príncipe de Asturias salió de Lisboa en el tren que había de llevarlo a Madrid, acompañado por personas de edad. Cuando al amanecer aquel niño se asomó a la ventana para ver por primera vez el paisaje de su patria aparecieron ante sus ojos las tierras yermas de Extremadura. Su primer destino fue el Cerro de Los Ángeles, donde Don Juan Carlos rezó ante la imagen del Sagrado Corazón.
Pocas personas saben que cuando el Príncipe se incorporó a las tres Academias Militares, el clima antimonárquico provocado por algunos sectores del Régimen tuvo también algunas consecuencias desagradables para aquel joven. En esos años no faltaron las peleas a puñetazos en el patio del cuartel, de noche, cuando sus superiores no podían verlas. Así defendía Don Juan Carlos a su padre y a su familia de las ofensas que algunos cadetes dirigían a la Monarquía. Todo ello en un joven que, en esos años, perdía a su hermano menor, el Infante Don Alfonso, en trágicas circunstancias. También en la Universidad, cuando estudiaba en la Facultad de Derecho, tuvo que hacer frente a los incidentes desagradables que provocaron jóvenes vinculados al movimiento carlista.
Presiones para excluirle
Al terminar sus estudios universitarios y tras contraer matrimonio con la Princesa Doña Sofía, se incrementaron las presiones y campañas para buscar una salida política del Régimen que excluyera a Don Juan Carlos. La salida “republicana” que proponía José María de Arrese y las alternativas que representaban Don Alfonso de Borbón y Dampierre y DonHugo Carlos de Borbón-Parma planearon como una amenaza sobre la cabeza de Don Juan Carlos. No fueron tiempos fáciles y el joven Príncipe supo hacer frente con sangre fría a las dificultades.
También la Transición provocó muchas noches de preocupación a Don Juan Carlos. Cuando el Rey comprobó que el Gobierno de Arias Navarro no avanzaba de forma clara en las reformas imprescindibles para hacer de España una democracia plena, su desasosiego y preocupación aumentaron. Quienes entonces trabajaron cerca de él cuentan cómo el Rey se pasaba las noches insomne deambulando por los salones vacíos de La Zarzuela.
Tampoco hay que olvidar los días amargos de febrero de 1977. Miembros de los Grapo habían secuestrado al presidente del Consejo de Estado, Antonio María Oriol, y al presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar, general Villaescusa. También ese mes, unos pistoleros de extrema derecha asesinaron a sangre fría a cinco abogados laboralistas cercanos al Partido Comunista en su despacho de la calle Atocha. Algunos colaboradores íntimos de Adolfo Suárez recuerdan cómo en esos días, el Rey, desvelado, llamaba por teléfono al presidente del Gobierno a las cuatro de la mañana para recabar información.
No es necesario recordar la dureza de los acontecimientos que vivió Don Juan Carlos el 23 de febrero de 1981, cuando el teniente coronel Tejero entró a tiros en el Parlamento y el general Miláns del Bosch sacó los tanques a la calle en Valencia.
Con este currículum de adversidades a lo largo de su vida, difícilmente se podría calificar a 2007 de “annus horribilis” para el Rey.
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