La paradoja del crecimiento económico

Por Guillermo Arosemena Arosemena
El Expreso de Guayaquil

Está en la naturaleza humana, progresar, tener más bienes, consumir más. Es así como países pobres se hacen ricos. Mejorar el nivel de vida significa demandar más de todo.

La persona que consumía lo básico cuando no tenía los medios económicos, al mejorar sus ingresos, se convierte en compradora de gran número de bienes y servicios, que requieren insumos para producirlos. Quien apenas tenía una camisa, con la nueva situación económica, adquiere 4 adicionales. Quien comía carne una vez a la semana, en su nuevo estado come 3 veces a la semana. Quien no tiene dinero para comprarse una bicicleta, cuando obtiene trabajo y es estable, la adquiere.

En la fabricación de la bicicleta, se utilizan materias primas. Cuando el empleado tiene un mayor nivel de remuneración, adquiere un automóvil, fabricado con acero, cobre, plástico, etc. A medida que progresa el mundo, mayor es la demanda de los recursos. Por ejemplo, si China tuviera el mismo nivel de vida que Estados Unidos, necesitaría 80 millones de barriles diarios de petróleo, cantidad superior a la producción mundial actual.

En Ecuador, hace menos de una década, la venta de automóviles no sobrepasaba las 40.000 unidades anuales, actualmente se negocian más de 70.000. Este incremento representa mayor producción de acero, caucho, plástico, etc., entre las materias primas, puede haber bienes no renovables.

Si la meta central de todo gobierno responsable es mejorar el nivel de vida de la gente, es inevitable el incremento del consumo de la población. Por lo que se concluye que no puede haber progreso sin consumo; este es la base de la actividad económica. En los últimos 50 años, miles de millones de personas han salido de la pobreza y centenares de millones se han incorporado a la clase media, quienes compran anualmente 45 millones automóviles y 100 millones de bicicletas.

Estas enormes cifras, sumadas a la producción de otros bienes de consumo (línea blanca, lámparas, etc.), requieren millones de toneladas de bienes primarios, cuya explotación incide de alguna manera en el estado del medio ambiente. Para salir del subdesarrollo, hay un costo: afección del medio ambiente. Tan cierto es esta afirmación que China sin pertenecer al Primer Mundo, se ha convertido en el mayor contaminador de CO2, sobrepasando a Estados Unidos.

Se acusa al Primer Mundo de haber depredado la naturaleza y se lo hace directamente responsable del calentamiento global. Por el ejemplo de China es parcialmente verdad, las naciones emergentes también son culpables. Los países ricos hacen cuantiosas inversiones en investigación para encontrar tecnologías capaces de mitigar el daño ecológico. Ya hay algunos logros: la gasolina es más limpia que la de décadas atrás, así como la forma de extraer el carbón.

Las fuentes de energía alternativa se están haciendo realidad. La energía eólica es ya muy importante en algunos países europeos, los desperdicios industriales son procesados de tal forma que se elimina el impacto negativo en la naturaleza, la mayoría de las empresas industriales usan filtros para no contaminar el aire, etc.

Si con el transcurso de los siglos, el ser humano ha conquistado los efectos negativos de las fuerzas naturales, ¿por qué no va a usar su inteligencia para encontrar respuestas a los cambios climáticos y depredaciones ambientales? El ser humano ha utilizado su cerebro para mejorar la productividad agrícola e industrial, curar enfermedades milenarias, crear nuevos materiales y carreras universitarias, reducir las distancias, optimizar el tiempo, etc.

El espíritu de inconformidad expresado por el cambio climático y depredación del medio ambiente, es el que ha facilitado el progreso a través de la historia de la humanidad. Este descontento se ilustra en “La paradoja del progreso: Cómo la vida se hace más fácil mientras la gente se siente peor”, libro de la autoría de Gregg Easterbrook quien afirma que por la insatisfacción, la gente busca mejorar el mundo.