Rafael Correa: ¿un discípulo de Hugo Chávez?
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El señor Rafael Correa ganó las elecciones ecuatorianas por una amplia mayoría, pero debe celebrar su triunfo con mucha discreción. Venció en segunda vuelta –el llamado ballotage– y ese tipo de competencia entre dos candidatos finalistas lo que fundamentalmente demuestra son las disidencias, no las coincidencias. Se trata de un voto en contra más que de un voto a favor. Los ecuatorianos, puestos a seleccionar entre el millonario Alvaro Noboa y el profesor Rafael Correa, votaron resueltamente contra Noboa. Varias semanas antes de estos comicios, durante la primera vuelta, cuando el voto expresaba preferencias más que rechazos, Noboa obtuvo el 26.83% de los votos, Correa el 22.84, Gilmar Gutiérrez el 16.36, León Roldós el 15.50 y Cynthia Viteri el 9.91.
Esta precisión es conveniente. Correa puede creer que ha recibido el inequívoco mandato de los ecuatorianos para llevar adelante un proyecto radical de corte chavista, cuando todo lo que han dicho las urnas es que, puestos a escoger entre Noboa y Correa, los ecuatorianos prefieren a Correa. Por otra parte, si bien Correa ha ganado la presidencia de forma inobjetable, su fuerza parlamentaria es casi inexistente, y difícilmente los legisladores le permitirán desarbolar las instituciones de la república e iniciar lo que en aquellos broncos parajes se llama un »proceso revolucionario». Tendrá que negociar los cambios, pactar pacientemente con los adversarios de la víspera, y limitar la intensidad de las reformas a la realidad del país. Si se excede, si no muestra prudencia y cintura política, le ocurrirá lo que ya les sucedió a varios presidentes ecuatorianos en la última década: lo echarán del cargo y lo perseguirán judicialmente. No es una costumbre recomendable, pero es así, sin piedad, como la clase política de ese país dirime sus diferencias: a dentelladas secas y calientes.
En todo caso, hay algo incomprensible en el perfil intelectual de Correa que no encaja en su biografía académica: el culto que le profesa a Hugo Chávez y a sus atolondradas ideas. Correa realmente admira a Chávez. Eso es sorprendente. Para los demás gobernantes de la izquierda latinoamericana (por lo menos en su vertiente vegetariana), exceptuados Fidel Castro y Evo Morales, el coronel venezolano es apenas un charlatán de carpa y feria a quien sólo se toma en cuenta por la inmensa fortuna petrolera de que dispone a su antojo.
Yo estaba en San José de Costa Rica durante una cumbre de mandatarios del Grupo de Río, en abril del 2002, en el momento en que a Chávez le dieron el golpe que lo sacó del poder durante 36 horas, y pude comprobar, en conversaciones privadas, la jubilosa reacción de varios presidentes, aunque públicamente dijeron lo contrario. Reinaba la felicidad porque desaparecía de la vida internacional latinoamericana un personaje humanamente desagradable, de trato grosero, que tiene, como ha dicho Carlos Fuentes, «un basurero en la cabeza».
Correa, en cambio, es una persona refinada que ha estudiado en su país, en Europa y en Estados Unidos, ¿cómo puede tomar en serio al presidente venezolano y elevarlo a la categoría de modelo ideológico? ¿Ha visto Rafael Correa el video en el que Chávez le explica a un grupo de partidarios cómo será la economía socialista del siglo XXI? El video circula profusamente en la red y está al alcance de todo aquel que desee reírse un rato. Según Chávez, el 30% de las transacciones deberán constituir donaciones espontáneas de los altruistas productores que regalan sus bienes y servicios a sus amados compatriotas. Pero, a partir de ese punto, cuando se agote el robusto instinto filantrópico de los venezolanos, comienza el momento de los trueques.
Trueques: nada del corrupto dinero. Yo te doy una cebolla y tú me das un ladrillo. Yo te doy diez manzanas y tú me extraes una muela o me cortas las uñas de los pies. Pero como esos intercambios a veces son difíciles, cada caserío, cada »montaña» –así dice en el video– imprimirá una especie de bono que hará las veces de moneda, aunque el valor de ese instrumento cambiario será transitorio. Al año quedará inservible para que no conserve su hipotética capacidad de fomentar el ahorro. ¿Cómo Correa, una persona educada, puede prestarle atención a una criatura tan minuciosamente descerebrada?
Es vital que el profesor Correa medite muy seriamente el camino que se propone emprender tan pronto tome posesión del cargo que ha ganado limpiamente. Ecuador es un país desorganizado, con una institucionalidad muy débil, podrido por la corrupción, seriamente afectado por graves problemas étnicos y conflictos regionales, en el que más de la mitad de la población padece unos terribles niveles de miseria. Todo eso se puede solucionar progresivamente, pero jamás con las ideas ridículas de un personaje como Chávez, a punto de descubrir el fuego o de inventar la rueda. Si Correa opta por »el socialismo del siglo XXI», hundirá aún más profundamente a los ecuatorianos y, en el trayecto, se hundirá a sí mismo sin remedio.
- 31 de octubre, 2006
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