Papá Noel necesita precios

Navidad, cálculos y caos
15 de diciembre, 2015

Un observador superficial podría argumentar que Papá Noel no tiene relevancia alguna para la economía, porque en el mundo de Papá Noel no hay escasez. Pero Papá Noel, aunque mágico, no es omnipotente. Enfrenta limitaciones.

En primer lugar, Papá Noel sólo ofrece regalos tangibles y convencionales a los niños y niñas. Si alguien le escribió una carta pidiendo por la paz mundial, enfriar la fusión nuclear, o una resolución de la hipótesis de Riemann, no creo que Papá Noel pudiese cumplir. Papá Noel es un buen tipo, y seguramente reconoce que, por ejemplo, la nutrición perpetua para los pobres del mundo es más importante que dar a Jimmy en la ciudad de Boise un nuevo tren de juguete. Por ende debemos concluir que Papá Noel sólo es capaz de crear y entregar específicos objetos materiales para los afortunados beneficiarios en vísperas de Navidad.

¿Cómo decide Papá Noel qué órdenes dar a sus elfos para llenar su bolsa?

Incluso si restringimos nuestra atención a los específicos objetos materiales, Papá Noel todavía tiene limitaciones respecto de lo que puede entregar. Sus elfos vienen trabajando a destajo 364 días del año de modo tal que él esté listo con su montón de obsequios en esa noche especial; no puede entregar más juguetes de los que ellos pueden producir.

Y si bien es cierto que Papá Noel puede aparentemente aminorar o detener el paso del tiempo, y puede acomodarse de alguna manera para descender a través de las chimeneas (e incluso ingresar en casas sin un punto de acceso obvio), él todavía precisa la nariz de un reno para navegar a través de la niebla.

Resumamos la situación: Papá Noel tiene información que le es comunicada directamente por todos los niños y niñas alrededor del mundo acerca de los regalos que les gustaría recibir, y él incluso parece conocer el ranking de potenciales regalos de cada niño. La operatoria de Papá Noel en el Polo Norte es como la de una fábrica que puede producir en serie artículos de un enorme catálogo, fabricando al menos uno de los presentes que figura en la lista de deseos de cada niño. Sin embargo, Papá Noel no puede producir todo lo que aparece en la lista de cada niño. Mientras carga su trineo en una Nochebuena cualquiera, Papá Noel sabe que si él desease dar a Susie una muñeca más, entonces al menos otro niño en la Tierra habría tenido que recibir una combinación de juguetes diferente.

Optimizando la Navidad

Ahora nos enfrentamos a un problema: ¿Cómo decide Papá Noel cuál combinación de regalos producir en un año determinado? Al trepar a su trineo en una Nochebuena en particular, la bolsa mágica de Papá Noel podría contener un número alucinante de posibles combinaciones de obsequios. Al comienzo de la temporada, ¿cómo decide Papá Noel qué ordenes impartir a sus elfos a efectos de llenar esa bolsa?

Sin lugar a dudas, Papá Noel desea brindar alegría a los niños y niñas del mundo. Y, porque ellos le envían cartas y lo visitan en el centro comercial, Papá Noel sabe cuáles son sus preferencias individuales en cuanto a particulares obsequios. Pero esa no es información suficiente. Una vez que Papá Noel ha completado un cierto “perfil” de regalos—con un presente o más designado para cada niño en la Tierra—entonces cualquier modificación de ese perfil (siempre y cuando el original no fuese obviamente ineficiente) hará a un niño más feliz solamente haciendo al menos a otro niño menos feliz. Entonces, ¿cómo compara Papá Noel los aparentemente ilimitados perfiles de regalos posibles para escoger aquel que va a satisfacer de la mejor manera a los niños del mundo?

Ludwig von Kringle*

Los fans de la economía austriaca reconocerán que he deliberadamente empujado a Papá Noel a la posición de un benevolente y bien informado planificador central, que tiene todas las buenas intenciones y conocimientos acerca de los gustos del consumidor que Ludwig von Mises estipulaba en su crítica del socialismo. Sin embargo, Mises sostenía que un planificador central así no tendría forma de recurrir al cálculo económico. Sin los precios de mercado de los factores de producción, el planificador socialista no tiene forma de evaluar si una modificación en particular al plan económico mejorará o empeorará a sus gobernados.

Por ejemplo, el planificador socialista podría considerar la construcción de un centro de distribución de alimentos adicional—lo que la gente en una sociedad capitalista llamaría un almacén de comestibles—más próximo a una importante zona residencial, de modo tal que los camaradas no tendrían que conducir tan lejos para recoger sus provisiones. La construcción del centro insumirá madera, acero, vidrio, ladrillos y tareas de albañilería, pero a cambio proporcionaría un flujo (durante su vida útil) de tiempo libre y gasolina extra para los “clientes” que no tendrían que conducir tan lejos. ¿Valdría la pena buscar un cambio así?

Mises argumentó que sin la prueba de las ganancias y las pérdidas proporcionada por los precios de mercado, el planificador socialista no tendría forma de saberlo. Habría pros y contras en la construcción del centro de distribución de alimentos, aunque no hay forma de reducirlas coherentemente a un denominador común para ver si los beneficios superan los costos.

Papá Noel, aunque mágico, no es omnipotente. Enfrenta limitaciones.

En una economía de mercado, un desarrollador de centros comerciales podría estimar el comportamiento de gasto de los consumidores y ver si la ganancia de la explotación en curso (calculada en términos de valor presente) de una nueva tienda de comestibles en una ubicación hipotética más que cubre los costos iniciales de la construcción, teniendo en cuenta los precios de la madera, vidrio, acero, ladrillos, y mano de obra. El planificador socialista carecería de estos ingredientes vitales porque no habría mercados para estos insumos—el Estado los poseería a todos.

Del mismo modo, Papá Noel no tiene manera de saber si él está dando a sus elfos instrucciones “eficientes”, a pesar de que sabe cómo cada niño evalúa subjetivamente varias combinaciones de posibles regalos. A pesar de que es mágico, Papá Noel podría mejorar su operatoria si incorporase la información proporcionada por los precios de mercado.

Una Navidad no tan mágica

Considere lo siguiente: Si Papá Noel ordenase la producción de una bolsa especial de presentes que tuviese un valor de mercado inferior a alguna otra bolsa posible que sus elfos podrían haber producido, entonces hay claramente disponible una modificación en la que todos ganan. Papá Noel podría producir la bolsa más valiosa (en términos monetarios), y luego el resto de la humanidad podría reorganizar su propia producción convencional con el fin de volver a todos materialmente más ricos. Por ejemplo, supongamos que Johnny pide un tren de juguete que costaría a sus padres 50 dólares si lo comprasen en una tienda, y supongamos además que los recursos necesarios para que los elfos fabriquen el tren en el Polo Norte podrían alternativamente haber sido utilizados para producir cajas de jabón en polvo que costarían un total de 60 dólares en el almacén.

En la actualidad, el modo en que trabaja Papá Noel—donde opera fuera del mercado y solo responde las cartas de los niños, ignorando las señales de los precios—obviamente le proporcionará a Johnny el tren; ningún niño desea recibir jabón en polvo la mañana de Navidad. Sin embargo, si Papá Noel y los adultos pudiesen coordinar, Papá Noel podría indicar a sus elfos que produzcan el jabón en polvo, mientras que los padres podrían adquirir el tren en la tienda. Habría 10 dólares extra en concepto de recursos liberados por esta reorganización de la producción, canalizando la producción de trenes a las fábricas humanas y la producción de jabón en polvo al Polo Norte. Sólo a través de los precios de mercado Papá Noel sabría mejor cómo integrar su operatoria a la economía mundial.

Con certeza, las películas navideñas no serían tan divertidas si representasen a Papá Noel como un CEO tratando de complacer a los accionistas en vez de como un jovial anciano tratando de complacer a los niños. Pero es importante reconocer qué las fábricas del mundo real no deberían manejarse como el taller de Papá Noel. Los CEOs del mundo real sabiamente se basan en los precios de mercado, en lugar de cartas, para conocer qué desean sus clientes.

Nota del traductor:*“Ludwig von Kringle” es un juego de palabras que hace el autor al combinar el nombre de Ludwig von Mises (1881-1973), el economista austríaco que tuvo una influencia significativa en el moderno movimiento libertario en pro del mercado libre y en la Escuela Austríaca de Economía y el niño Cristo (Christkind o Kris Kringle), el personaje que, tradicionalmente, trae los regalos en Alemania, Suiza, Austria, Liechtenstein, Norte de Italia (Tirol del Sur), República Checa, Eslovenia, parte de Eslovaquia y parte de Croatia.

Traducido por Gabriel Gasave

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