Hagamos que tenga algún sentido

10 de September, 2002

A medida que el mundo rebota entre la bronca justificada y el temor sobre el terrorismo, mucha gente siente que los individuos no ejercen ninguna influencia sobre los acontecimientos.

Pero la fuerza más poderosa en la sociedad es el ser humano individual que lucha por lo que él o ella cree. La gente precisa tan solo mirar en el lugar correcto para ver su propio poder.

No sé que esperar del mundo en los meses venideros. Aún me encuentro conmovida por haberme despertado para prepararle el desayuno a mi esposo y ver, en cambio, el colapso del World Trade Center. La geopolítica que nos dejan los escombros del World Trade Center es tan impredecible y espantosa que me siento abrumada por la Gran Escena.

Para mi, la peor parte de la vida post el 11 de septiembre fue el sentirme impotente e insignificante como individuo. Los sucesos fueron demasiado grandes y substraídos de mi experiencia. El Oriente Medio es un atolladero. Términos como “armas de destrucción masiva” o “cambio de régimen” describen situaciones extrañas para la persona común. Las políticas de Afganistán involucran a seres humanos a los que nunca conoceré en lugares que nunca visitaré. E Irak es un color en el mapa. La Gran Escena puede parecer irreal y totalmente más allá de mi control.

Perdí esa sensación de desamparo al tomar acción en un área donde el verdadero poder de una voz individual aún se siente: Las causas básicas que expresan las inquietudes políticas de todos los días. La enseñanza en el hogar, los derechos del padre, los derechos a las armas – estas causas “más pequeñas,” y docenas de otras, son tan apremiantes como lo eran antes del 11 de septiembre. Mediante ellas, los individuos pueden cambiar de manera dramática, no al Medio Oriente o a Afganistán, sino a sus propias comunidades.

Los movimientos de bases se han propagado como reguero de pólvora a través de Norteamérica en la década pasada. Los movimientos se inician con gente común que se torna insatisfecha con una cuestión que impacta sus vidas y actúan.

Al principio, las personas hablan como individuos, con la libertad acaeciendo de una persona a la vez. Una madre que ya no puede tolerar los valores que le son enseñados a su hijo en las escuelas públicas decide educarlo en el hogar. Un padre divorciado que paga el 80 por ciento del salario que lleva a su casa en alimentos para su hijo mientras le es negado el derecho de visita, le escribe una carta a un editor de un periódico. Una mujer que está conmovida por el 11 de septiembre compra su primer arma y asume la responsabilidad por la defensa propia.

Cuando otras voces se unen, un movimiento nace.

Es natural sentirse impotente ante el 11 de septiembre, pero las cosas básicas de la sociedad no han cambiado: La unidad básica es el simple ser humano que lucha por la libertad personal y asume la responsabilidad – no ignorando los eventos mundiales; no dejando de hablar sobre la Gran Escena; sino percatándose de que los problemas “pequeños” en nuestros propios jardines traseros son tan importantes como siempre lo fueron. Y ellos responden al poder del individuo. Dependen del interés social y de la decencia común de la gente corriente.

La voz de un individuo suena fuerte.

El 1 de diciembre de 1955, una mujer negra se encontraba cansada después de haber trabajado fuerte durante todo el día. No fuel el activismo político el que hizo que Rosa Parks rehusara a moverse de su asiento hacia el fondo del autobús: Ella tan solo estaba cansada y harta. No obstante a esa acción se le ha concedido el mérito de chisporrotear el movimiento de los derechos civiles que copó a los Estados Unidos en los años 60.

En 1997, Jodie Williams ganó el Premio Nobel de la Paz. Ella había trabajado durante años – a veces sola desde su hogar en Vermont – para exponer el problema de las minas terrestres que perduran después de una guerra y que provocan cientos de miles de víctimas civiles.

Terry Fox tenía 18 años de edad cuando el cáncer de huesos obligó a que le amputaran su pierna derecha seis pulgadas por sobre la rodilla. Dotado con una pierna ortopédica, emprendió solo una maratón para despertar conciencia sobre el cáncer, especialmente en los niños. Sin ninguna fanfarria, el 12 de abril de 1980, largó desde St. John””s para correr 41 kilómetros por día a través del ancho Canadá. Fue forzado a detenerse a mitad de camino debido a un recrudecimiento del cáncer que lo mató.

Inspirada por su bravura, maratones Terry Fox son celebradas por todo Canadá y alrededor del mundo cada año. Más de $300 millones han sido recaudados para la investigación del cáncer.

Los individuos son poderosos, no impotentes ante los acontecimientos.

Vivimos en un mundo grande y las cuestiones globales no pueden ser ignoradas. Pero la mayor parte del tiempo lo pasamos en nuestros jardines traseros. La defensora de lo básico Gina Jankovich ofrece algún consejo sobre cómo comenzar a abordar los problemas más pequeños:

Concéntrese en su pasión. Gravite en los asuntos que le hablan a su corazón: la educación de sus hijos, la privacidad de sus registros médicos, la sobrecarga tributaria …

Hable claro. Y no solo de una forma política tal como las cartas al director de un periódico o las declaraciones leídas frente a su concejo comunal. Hable con los vecinos, con los compañeros de trabajo, con la familia, con los amigos.

Vuélvase un ejemplo. Si usted defiende la enseñanza en el hogar, entonces practíquela; de la mejor manera posible. Sea parte de la solución al problema que ha identificado.

Lo que sea que acontezca en la escena global, las inquietudes cotidianas son tan importantes en la actualidad como lo eran antes del 11 de septiembre. Recupere su poder peleando por la libertad y la decencia común en un nivel primordial. Así como Dios está en los detalles, la libertad está en el individuo. La última fuente de libertad y del poder extremo es el simple ser humano que se pone de pie para ser considerado.

Traducido por Gabriel Gasave

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