Tras meses de acalorada retórica, la amenaza de un conflicto con Irán debido a su programa nuclear parece estar cediendo.

De acuerdo con un funcionario de la administración Obama, “Nos encontramos en un período en el que la combinación de diplomacia y presión nos está dando una ventana”. Todos lo sabremos mejor a finales de este mes cuando se reanuden las conversaciones en Bagdad. El canciller iraní Ali Akbar Salehi parece optimista. “En la reunión de Bagdad”, dijo a los periodistas, “observo más progreso”.

Así que la buena noticia es que, al menos en el corto plazo, hay una esperanza de evitar el conflicto.

Pero antes de empezar a celebrar tenemos que reconocer que poco ha cambiado, incluido el deseo de Irán de convertirse en una potencia nuclear.

Al igual que casi todo el mundo, no creo que Irán debería tener armas nucleares. Pero lo que creo no es importante. Es importante, sin embargo, para entender los fundamentos del régimen iraní para procurarlas—y por qué es poco probable que abandonen esa búsqueda, no importa lo que ofrezcamos a cambio.

En opinión de los clérigos que gobiernan Irán, no es irracional ver a su país como el contrapeso regional del mundo musulmán de un Israel aliado de los EE.UU., el cual se presume que no sólo tiene una capacidad nuclear, sino aproximadamente unas 100 ojivas nucleares.

Entonces, ¿qué tienen que hacer los Estados Unidos?

El presidente Obama ya ha declarado: “No tengo una política de contención; tengo una política para evitar que Irán obtenga un arma nuclear”. Eso significa que si la diplomacia no funciona—y probablemente no lo hará—la única opción que el presidente se ha dejado a sí mismo es la fuerza militar.

Mientras los partidarios de la fuerza militar reconocen que eliminar el programa nuclear de Irán no será tan “fácil” como el ataque de 1981 de Israel contra la instalación nuclear de Osirak en Irak, que impidió a Saddam Hussein el desarrollo de una ojiva nuclear, pueden subestimar la complejidad de una operación como esa.

El programa nuclear de Irán no consiste de un solo objetivo, sino tal vez de varios cientos de blancos. Algunos de ellos se encuentran cerca de áreas densamente pobladas. Y algunos están enterrados a gran profundidad en búnkeres reforzados.

Las fuerzas armadas estadounidenses son capaces de llevar a cabo dicho ataque, pero sería una tarea enorme. Y nunca habrá un 100 ciento de certeza de que todos los objetivos fueron destruidos.

Irán, por supuesto, no se quedaría de brazos cruzados durante o después de un ataque así. Mientras que las represalias directas contra los Estados Unidos se encuentran más allá de la capacidad de Irán, atacar objetivos estadounidenses en Irak y Afganistán no lo está. Irán también podría tratar de cerrar o interrumpir el tráfico marítimo en el Estrecho de Ormuz, que transporta cerca de un 20 por ciento del petróleo mundial. O podría optar por atacar a Israel, tal vez provocando un conflicto regional más amplio. Finalmente, Irán podría como respuesta recurrir al terrorismo—pensando que tiene poco que perder.

Pero nada de esto realmente es necesario. Mientras que un Irán con armas nucleares no sería motivo de celebración—y complicaría nuestra estrategia de seguridad nacional (y complicaría seriamente la de Israel)-el hecho es que: Los Estados Unidos y sus aliados podrían vivir con un Irán nuclear.

Después de todo, hay pocos regímenes más chiflados en el mundo que el de Corea del Norte y no ha resultado en un Armagedón.

La realidad es que a menos que los mulás de Teherán sean suicidas—y no parecen serlo—no es más probable que Irán utilice un arma nuclear de que Corea del Norte lo haga.

¿Por qué? Debido a que el bastamente superior y mucho más capaz arsenal nuclear de los EE.UU. serviría como un poderoso disuasivo, al igual que el no reconocido arsenal nuclear de Israel, el cual se encuentra respaldado con un cada vez más sofisticado sistema de defensa misilistica. En resumen, los mulás correrían el riesgo de la destrucción total si lanzasen una bomba nuclear.

El arsenal nuclear estadounidense ha logrado disuadir con éxito en el pasado a individuos de la talla de José Stalin y Mao Tse-Tung, dos que eran considerados “locos” en su tiempo. Ha impedido que los aparentemente irracionales líderes de Corea del Norte hiciesen lo impensable. Hay pocas razones para creer que el tempestuoso presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad, y los mulás en el poder, estén algo más ansiosos en ver destruido su país.

Por supuesto, habrá riesgos involucrados en el hecho de que Irán se convierta eventualmente en una potencia nuclear. Sin embargo, esos riesgos son más manejables que los riesgos asociados con tratar de destruir su programa nuclear.

Traducido por Gabriel Gasave


Charles V. Peña es ex Investigador Asociado Senior en el Independent Institute así como también Asociado Senior con la Coalition for a Realistic Foreign Policy, Asociado Senior con el Homeland Security Policy Institute de la George Washington University, y consejero del Straus Military Reform Project.