La política interfiere con el discernimiento de Obama

13 de January, 2010

El Presidente Barack Obama expresó recientemente su reticencia a enviar fuerzas de los EE.UU. a Yemen y Somalia, dos “Estados fallidos” donde al-Qaeda se encuentra activa. Obama pareció percatarse de que esa presencia militar estadounidense podría empeorar el problema del terrorismo. Si entiende este efecto en estas dos naciones, ¿por qué no aplica el mismo principio a la guerra en Afganistán?

Al resistir la presión para enviar tropas estadounidenses a Yemen a raíz de las conexiones descubiertas allí con el terrorista de la bomba en su ropa interior que intentó volar un avión sobre Detroit, Obama comentó sobre el envío de efectivos de los EE.UU. a lugares como Yemen y Somalia. Dijo que no tenía “ninguna intención de enviar botas estadounidenses al territorio de esas regiones” siempre que los gobiernos locales sigan siendo socios eficaces. Obama también llegó a la conclusión de que Washington debe reflexionar acerca de “cómo nos proyectamos al mundo, el mensaje que enviamos a las comunidades musulmanas. . . la inmensa mayoría de las cuales rechaza a al-Qaeda pero donde un puñado de individuos puede ser movido por una ideología jihadista”. Obama aboga por “un proceso más amplio para ganar los corazones y las mentes de la gente común y aislar a estos extremistas violentos”. Había expresado sentimientos similares durante su famoso discurso en El Cairo.

Estos sentimientos son en su mayoría válidos pero contrastan abruptamente con su aceleración de la guerra en Afganistán. Los gobiernos de Yemen y Somalia no son más fuertes, menos corruptos, más competentes ni se encuentran en control de una parte mayor de su propio territorio que el gobierno afgano. No obstante más tropas de los EE.UU. son vistas como beneficiosas en Afganistán pero contraproducentes en Yemen y Somalia. Obama probablemente diría que fuerzas estadounidenses adicionales en Afganistán son necesarias porque la conducción central de Al-Qaeda opera en la frontera entre Afganistán y Paquistán. Sin embargo, si Obama es consciente de que más efectivos estadounidenses en Yemen o Somalia crearán de manera contraproducente más jihadistas dispuestos a expulsar a los “infieles”, entonces el mismo efecto debería producirse, y se está produciendo, en Afganistán—independientemente de si los líderes de al-Qaeda se encuentran en las proximidades o no.

Por ende, aplicando su lógica para Yemen y Somalia a Afganistán, Obama ha admitido sin darse cuenta que su aumento de tropas en ese país sólo alimentará la insurgencia talibán allí y una creciente militancia islámica en Paquistán—el país donde Osama bin Laden y otros líderes de al-Qaeda podrían estar ocultándose. En lugar de agravar estos problemas, los EE.UU. deberían estar tratando de cooptar o comprar al talibán antes que acercarlos más a al-Qaeda. El estudio de las pocas campañas de contrainsurgencia exitosas en la historia, indica que el modo más probable de ganar es dividiendo a la oposición. En el corto plazo, esto es lo que el general David Petraeus hizo en Irak, poniendo al Concejo del Despertar Suni en contra de al-Qaeda (pero es algo que en el largo plazo probablemente fracasará porque Irak se encuentra muy fracturado entre kurdos y sunitas y chiitas árabes).

No obstante, Obama hace lo contrario en Afganistán. ¿Por qué? Porque ha caído víctima de la perenne preocupación entre los demócratas de que serán etiquetados como debiluchos respecto de la seguridad nacional, especialmente en un momento en el que ha prometido retirar a las fuerzas de los EE.UU. del atolladero en Irak. Para aparecer fuerte y demostrar que está haciendo algo respecto del terrorismo, ha incrementado sin mayor entusiasmo la impopular guerra en Afganistán, mientras al mismo tiempo hacía ruido acerca de una eventual retirada, y se ha tragado el anzuelo del ex vicepresidente Dick Cheney al reiterar que los Estados Unidos están en una “guerra contra el terror”.

En cambio, Obama simplemente debería haber anunciado que la “guerra contra el terror” iniciada por la administración Bush ha fracasado y citado las estadísticas que lo respaldan. En comparación con el 11 de septiembre de 2001, y antes, las muertes mensuales por el terrorismo en todo el mundo se han incrementado más del 150 por ciento. Gran parte del fracaso de la “guerra contra el terror” puede ser atribuido a la ocupación e injerencia no musulmana posterior al 11/09 de y en tierras musulmanas—motivo por el cual Osama bin Laden ha afirmado que ataca a los Estados Unidos. Por lo tanto, Obama debería seguir el lema del médico—no dañar—y reconsiderar su escalada de la guerra en Afganistán, que aumenta las filas de los militantes y terroristas islamistas en todo el mundo y que incluso él ha admitido que no sirve para erradicar al talibán.

Traducido por Gabriel Gasave

  • es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.

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