Ahora que su Némesis, George W. Bush, ha dejado el cargo, los medios de comunicación que siguen la corriente de opinión mayoritaria pueden soltar su desenfrenado optimismo respecto del futuro de Irak. Después del 11 de septiembre, prefirieron dejarse embaucar por los motivos a todas luces poco convincentes de la administración Bush para la visiblemente inconexa invasión estadounidense de Irak y desde entonces han estado llenos de resentimiento acerca del atolladero.

Dado que Barack Obama, a quien la mayoría de los medios ofreció una favorable cobertura durante la campaña electoral, ha asumido el mando, su tratamiento de los recientes comicios provinciales iraquíes indica que han cambiado y en la actualidad ven un vaso a medio llenar en Irak en lugar de un vaso medio vacío. Han elogiado a las elecciones iraquíes como un éxito audaz, describiendo a los ciudadanos iraquíes como apoyando a un Estado iraquí centralizado por sobre la autonomía de las regiones de Irak.

No tan rápido.

Por supuesto, el Presidente Obama debería capitalizar los “exitosos” comicios, alabar el progreso que ha hecho Irak y utilizarlo como una excusa para iniciar de inmediato una rápida retirada de los efectivos estadounidenses de este lodazal. Pero como la realidad es que una retirada mucho más lenta probablemente sea lo que ocurra, no debería engañarse al pensar que ante un éxito final de los EE.UU., Irak permanecerá como un país unificado y centralizado. Las supuestas fuerzas centrípetas reflejadas en la elección es probable que terminen siendo ilusorias. En las regiones chiitas del país, el Partido Islámico Dawa del Primer Ministro Nuri al-Maliki—que asumió un posición más bien nacionalista, antes que religiosa, en estos comicios—y los candidatos del clérigo radical Moktada al-Sadr, quien siempre ha asumido una posición islamista y nacionalista, ganaron a expensas del Supremo Consejo Islámico de Irak, que es partidario de gobiernos regionales fuertes. Las aéreas sunnitas del país, el norte y oeste de Bagdad, siempre han estado más inclinadas a apoyar la centralización que el fortalecimiento de los gobiernos regionales en virtud de que, en la actualidad, menos recursos petroleros han sido confirmados en esa parte del país.

El problema con la tesis de que las fuerzas centralizadoras están en ascenso es que los partidos chiitas, incluido el del Primer Ministro al-Maliki, son simplemente eso. Ominosamente, la mayor parte son de orientación religiosa y nunca obtuvieron muchos votos en la mayoría de las áreas sunnitas o kurdas. También, tradicionalmente bajo las anteriores dictaduras lideradas por los sunnitas, y especialmente bajo la autocracia del partido Ba’athist, los sunnitas tuvieron una tendencia a ser nacionalistas árabes y no nacionalistas iraquíes. Eso asusta a los kurdos y chiitas porque los sunnitas que son nacionalistas árabes ven a Irak como parte de un mundo árabe más grande, el cual es alrededor del 85 por ciento árabe sunnita.

Los kurdos, que ni siquiera celebraron comicios provinciales en las tres provincias de su área autónoma, están simulando jugar al juego de los EE.UU. de mantener unificado a Irak pero probablemente procurarán separarse del país, o al menos profundizar su estatus ya autónomo, cuando los efectivos estadounidenses se marchen.

Así, a pesar del auge de partidos en las aéreas chiitas que son “centralizadores”, en la práctica Irak es todavía un país fragmentado en el cual las áreas sunnitas votan por los partidos sunnitas, las regiones chiitas votan por los partidos chiitas y las áreas kurdas votan por los partidos kurdos. No existe ningún partido nacional que atraviese todas las líneas etno-sectarias que sea prominente.

También, mirando retrospectivamente a la historia iraquí, tanto los kurdos como los chiitas se han rebelado reiteradamente contra los gobiernos dominados por los sunnitas. Los kurdos lanzaron insurrecciones contra el gobierno central iraquí en 1920, 1923–1932, 1935–1936, 1945, 1958–1962, 1964–1970, 1972, 1974–1975 y 1991; El malestar chiita contra ese mismo gobierno se evidenció en 1920, 1927, 1930–1933, 1935–1936, 1956, 1969, 1974, 1977 y 1991.

A pesar de que el gobierno se encuentra actualmente dominado por los chiitas, la reciente y dramática violencia sectaria entre los sunnitas árabes y los chiitas ha planteado profundas suspicacias entre las comunidades y ha resultado en enclaves étnicamente limpios y amurallados para cada secta. En el norte, los comicios provinciales en la volátil y rica en petróleo provincia de Kirkuk han tenido que ser pospuestos debido a que el área ha sido un polvorín de los rivales kurdos, sunnitas árabes y turcomanos.

Una elección basada en gran medida en sentimientos centralizados no desdibuja las profundas fisuras históricas ni a un país artificial físicamente dividido entre los grupos etno-sectarios. El estudio de otros conflictos etno-sectarios recientes no nos brinda optimismo respecto del futuro de Irak como un futuro Estado unificado y centralizado. En estos conflictos, las fuerzas centrifugas han vuelto a surgir después de algunos años, décadas e incluso siglos de letargo y al final triunfaron. La historia iraquí ya ha experimentado este ciclo.

Aún cuando la Guerra Fría terminó, en Checoslovaquia, las encuestas realizadas tanto en las partes checas como eslovacas del país indicaban que una mayoría de cada una de ellas deseaba permanecer como un país unificado. Pero Checoslovaquia eventualmente cayó víctima de las típicamente poderosas corrientes étnicas y a la larga fue particionada—afortunadamente de manera pacífica.

En Irak, a medida que Obama sabiamente reduce el número de efectivos de los EE.UU., no debería utilizar su excusa para la retirada—el “progreso” demostrado por las elecciones iraquíes—para ignorar a las poderosas e históricas fuerzas etno-sectarias que allí existen. Debería utilizar la retirada estadounidense para impulsar un conclave nacional que debilite al gobierno central y mejore la autonomía regional para los diversos grupos. Si no lo hace, la represión histórica de los grupos etno-sectarios por parte de un gobierno central iraquí poderoso es probable que se combine con las sospechas etno-sectarias provocadas por la reciente mini guerra civil sectaria y dispare una conflagración mutuamente destructiva incluso mayor y más sangrienta.

Tal como lo afirmó el gran beisbolista Yogi Berra, “No está terminado hasta que esté terminado”. No ha terminado y Obama debe percatarse de ello y tomar precauciones, en lugar de vivir en el mundo de fantasía de los medios de un Irak centralizado y democrático. Si no lo hace, Irak nuevamente podría convertirse en un violento descalabro ya sea tras una retirada estadounidense o durante la partida, generando de ese modo presión para que las fuerzas de los Estados Unidos permanezcan allí.

Traducido por Gabriel Gasave


Ivan Eland es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.