Tras rechazar inicialmente las recomendaciones del Grupo de Estudio sobre Irak (ISG según su sigla en inglés), el Presidente Bush parecería ahora inclinarse hacia la sugerencia del ISG de transformar el papel de las fuerzas armadas de los EE.UU. de combatir a los insurgentes y milicianos en una fuerza más pequeña que entrenaría a las fuerzas iraquíes en aparente perpetuidad. A pesar de que esta solución disminuiría las victimas estadounidenses, y quizás aumentaría las posibilidades republicanas en los comicios de 2008, hará poco para desalentar la combinación guerrilla y guerra civil en Irak. Se precisa una solución más radical: una dramática descentralización del gobierno iraquí.

Esta estrategia del ISG en realidad ya ha sido intentada y ha fracasado. Las fuerzas estadounidenses han venido entrenando a los iraquíes durante años pero la administración Bush eligió encabezar la oleada sobre Bagdad con las fuerzas de los EE.UU. en virtud de que las unidades iraquíes no eran confiables. Al igual que en la Guerra de Vietnam, donde falló la sustitución de fuerzas sur-vietnamitas entrenadas por los Estados Unidos para el retiro de los efectivos estadounidenses, el mismo plan fracasará en Irak. En ese país, los Estados Unidos se encuentran en una situación peor debido a que desbandó al Ejército iraquí y tuvieron que empezar de cero.

La “iraquización” fracasará por los mismos motivos que lo hizo la “vietnamización”—las divisiones sociales evitaron que un ejército “nacional” salvase a un país fracturado. Después del golpe aprobado por los EE.UU. que derrotó al presidente sur-vietnamita Ngo Dinh Diem, el gobierno sur-vietnamita careció siempre de toda legitimidad con su propio pueblo y fue infiltrado por el Viet Cong. En una sociedad iraquí resquebrajada por tres guerras, sanciones económicas internacionales y un gobierno al estilo de Saddam Hussein de “divide y conquistarás”, los Estados Unidos pueden entrenar a las fuerzas iraquíes ad infinitud pero su primera lealtad será a sus grupos étnicos/sectarios/tribales antes que al estado iraquí.

En cualquier solución al problema de Irak, las dos causas principales de la violencia deben ser eliminadas. La primera es la ocupación estadounidense. La segunda son las sospechas de que un grupo étnico/sectario en Irak utilizará a un fuerte gobierno central para oprimir a los demás grupos. A fin de eliminar las dos principales fuentes de violencia, los Estados Unidos deberían usar a un retiro inmediato de sus fuerzas para motivar a las facciones iraquíes para descentralizar al país en una confederación libre de regiones autónomas. Irak ya ha sido efectivamente dividida en áreas autónomas, y los insurgentes sunnitas y los kurdos y las milicias chiítas están gobernando esas regiones. Lo que se precisa es hacer que todos los grupos iraquíes estén de acuerdo con esta configuración descentralizada y ajusten los límites. La Constitución iraquí ya permite una descentralización bastante considerable, y el principal obstáculo es lograr que los sunnitas, que tienen poco petróleo en su región, acuerden un devolución del poder así. Los detalles exactos de la confederación tienen que ser negociados entre los grupos iraquíes o no será viable, pero pueden ofrecerse algunas sugerencias.

A los sunnitas podrían concedérsele pozos petroleros en las regiones del norte y el sur del país. La mera coparticipación de los ingresos petroleros entre las regiones probablemente no funcionará debido a que los sunnitas sospecharán que los gobiernos regionales kurdo y chiíta eventualmente los despojarían de tales ingresos.

Así, los límites de las regiones autónomas pueden no ser siempre contiguos, en razón de que los depósitos de petróleo y los límites étnicos/sectarios no lo permiten. Es una falacia, no obstante, que dichos límites necesitan ser contiguos para un resultado exitoso.

Una confederación libre de mini estados iraquíes podría mitigar algunos de los problemas que una partición total del país podría crear. Turquía podría estar menos preocupada de que un estado kurdo iraquí independiente pudiese fomentar descontentos ulteriores y anhelos de separación entre los turcos kurdos. Una influencia incrementada de un Irán chiíta sobre los chiítas en el sur de Irak, un subproducto natural del derrocamiento estadounidense de Saddam Hussein, podría ser atemperada si no existiese ningún mini estado chiíta independiente en el sur.

En una confederación así, el gobierno central podría ser muy débil y podría tan solo tener la facultad de manejar la política exterior—por ejemplo, la diplomacia y las negociaciones económicas con otras naciones—y prohibir cualquier barrera interna al comercio dentro de la confederación. Los gobiernos regionales podrían proporcionar la seguridad y otras funciones gubernamentales.

Obviamente, los iraquíes tendrán que determinar los límites específicos de las regiones autónomas, y esto podría ser polémico—especialmente alrededor de la ciudad Kirkuk rica en petróleo. Sin embargo, la administración Bush no tiene otra alternativa viable para tratar de contener a una situación que se sale rápidamente fuera de control. Incluso esta solución podría no funcionar debido a que las facciones en Irak se están dividiendo y podrían no ser capaces de hacer cumplir cualquier acuerdo alcanzado con los otros grupos. La solución descentralizada hubiese tenido una mejor probabilidad si hubiese sido adoptada hace dos años. Pero mejor tarde que nunca. Es la última esperanza de Irak.

Traducido por Gabriel Gasave


Ivan Eland es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.