“¿Qué le pueden hacer a una anciana como yo?”

Así es como Gao Yaojie de 80 años de edad responde a las amenazas del gobierno chino. En 1996, la ahora médica jubilada se volvió instrumental en la revelación del escándalo del SIDA que involucraba a los bancos de sangre de China que los funcionarios todavía desean ocultar. Pero la poderosa burocracia comunista que gobierna a una nación de 1.300 millones de personas no puede silenciar a una anciana dama que emprendió una cruzada.

El silencio, sin embargo, se está resquebrajando por completo. Parte de la razón es que China estará celebrando los Juegos Olímpicos de 2008, que exigen que China adopte una apertura a los medios de comunicación internacionales. El 1 de enero, por ejemplo, nuevas disposiciones entraron en vigor por las cuales algunos periodistas pueden viajar a las provincias sin contar con la autorización gubernamental previa.

Sin embargo, otra razón por la cual el silencio que rodea al atroz antecedente de China sobre el SIDA se está desvaneciendo es porque Gao ha sido reconocida por la comunidad internacional como una paladina de los pacientes con SIDA que son victimas tanto de la burocracia como de la enfermedad.

En una lucha por controlar el daño, los funcionarios chinos están simultáneamente castigando y elogiando el comportamiento disidente de la abuela.

Por ejemplo, la semana pasada los policías pusieron a Gao bajo un arresto domiciliario de facto, presumiblemente para evitar que haga arreglos para aceptar un premio en la Ciudad de Nueva York el mes próximo. No obstante, el 12 de febrero, un funcionario comunista de alta jerarquía visitó su hogar para sacarse una fotografía con Gao que luego fue ensalzada en el periódico del partido.

¿Qué es lo que los funcionarios están tan ansiosos de encubrir?

Todo empezó en abril de 1996 cuando una paciente con una “fiebre innominada” ingresó en un hospital en la provincia central de Henan en China donde trabajaba Gao. La mujer imploraba, “ịNo quiero morir! Mi esposo y mi hijo no pueden vivir sin mí”.

Falleció 10 días más tarde. Durante más de una semana, el marido de la mujer durmió junto a su tumba en un acto de contrición: Había aprobado una transfusión de sangre años antes mediante la cual Gao determinó que la mujer había contraído el SIDA.

“Estaba asombrada de descubrir que la sangre contaminada había provenido de un banco de sangre,” declaró Gao. “Si un banco de sangre ha sido contaminado con HIV, ịciertamente debe existir más de una sola victima!”

Estaba en lo correcto.

En los años 90, los bancos de sangre “no oficiales” florecieron y los campesinos chinos fueron alentados a vender su sangre a fin de recolectar el plasma. Las “clínicas”, en ocasiones dirigidas por políticos locales o militares, debían superar la renuencia de muchos campesinos a dar sangre. Así, se volvió normal reinyectar a los donantes con sangre desprovista de plasma que era extraída de un fondo general. Esa sangre no era examinada para ver si contenía SIDA.

Nadie sabe cuán difundido está el problema resultante.

Según la revista The Economist, “Las Naciones Unidas estiman que a finales de 2005 existían 55.000 donantes comerciales de sangre y plasma infectados con HIV en China....Un experto chino en SIDA, Zhang Ke, informó en 2004 que la cifra para la provincia de Henan...podría ser más de 170.000. El Dr Zhang estimaba que unos 130.000 adicionales en Henan obtuvieron el virus de transfusiones en los hospitales”.

Estimaciones sobre cuántas personas han sido infectadas a través de otros vectores de la enfermedad (Ej.. sexo sin protección) parecerían no existir. Algo queda claro, no obstante. A pesar de que las políticas sobre la donación y las transfusiones de sangre han sido fortalecidas, la difusión del SIDA en China se ha vuelto algo de vida o muerte.

El gobierno parece más interesado en evitar la información que en prevenir la enfermedad. Gao, quien sigue imprimiendo y haciendo circular folletos educativos a su costa, es una fuente de verg�enza crónica para el gobierno. Está también exponiendo la corrupción de los funcionarios que malversan el dinero y los recursos previstos para las victimas del SIDA.

Las acusaciones de corrupción se están acumulando.

Por ejemplo, en 2005, el poderoso miembro del Partido Wen Jiabao realizó una ampliamente publicitada gira de inspección de la tarea de prevención del SIDA. En el pueblo de Wenlou, prometió a los pacientes que cada uno recibiría 10 yuanes (un dólar chino) o un total de 8.830 yuanes entre todos. El dinero asignado se desvaneció tal como lo hicieron los subsiguientes envíos de alimentos para el área.

Gao de manera incansable recauda fondos para las victimas del SIDA pero ha solicitado que la gente no done dinero a la iniciativa en Wenlou. “Vayan y díganle a sus amigos y lectores que no donen dinero o material al pueblo de Wenlou”, ha declarado. “Este es solamente un proyecto de RR.PP. para engañar al público....Este es un agujero negro’...Existen bastantes más agujeros negros como este en Henan”.

No sorprende que el gobierno quiera silenciar a Gao...junto con las crecientes filas de activistas en contra del SIDA que ha inspirado.

Es demasiado tarde para acallarla ahora; el mundo está prestando atención. Considérese a Li Xige, quien fue infestada durante una transfusión de sangre al dar a luz y le transmitió el SIDA a su ahora difunta hija. El pasado julio, viajó a la Agencia Municipal de la Salud de Beijing para solicitar asistencia. En su lugar, fue arrestada acusada de “congregar multitudes para atacar a las instituciones del estado”.

Las organizaciones de derechos humanos y los medios inmediatamente intercedieron en nombre de Li Xige. Según Ammistía Internacional: “Tras su liberación el 10 agosto, fue puesta bajo una férrea vigilancia policial y se le advirtió que no viaje fuera de su condado natal...ni hable con los medios extranjeros”.

Los intentos chinos para encubrir la epidemia de SIDA y los escándalos han sido tan torpes que sencillamente han generado más interés.

En noviembre pasado, viajé por China en compañía de distintos guías que claramente siguen la línea comunista oficial sobre cuestiones políticas. En ocasiones separadas, tres guías distintos me aseguraron que la situación del SIDA estaba firmemente bajo el control gubernamental. Algo interesante: No les había preguntado nada acerca del SIDA. Pero, dado que sacaban el tema, seguía con él.

El camino condujo directamente a donde no deseaban que fuera: Gao Yaojie.

Traducido por Gabriel Gasave


Wendy McElroy es Investigadora Asociada en the Independent Institute y directora de los libros del Instituto, Freedom, Feminism and the State y Liberty for Women: Freedom and Feminism in the Twenty-first Century.