Chavez y la izquierda fascista en América Latina

18 de December, 2006

A comienzos de diciembre Hugo Chavez, el aparente heredero de la campaña de medio siglo de Fidel Castro para socavar a los Estados Unidos y promover el “socialismo” en las Américas, fue diestramente reelegido presidente de Venezuela. Inmediatamente después decolló en la segunda reunión de la Comunidad de Naciones Sudamericanas celebrada en Cochabamba por el presidente boliviano Evo Morales. Ahora el mundo está nuevamente entusiasmado con conversaciones de una “oleada izquierdista” y un “socialismo del siglo 21” en América Latina. Pero miremos otra vez.

Para algunos, “izquierda” principalmente significa antiestadounidense, y ciertamente Chavez y sus acólitos en al menos media docena de países son eso. Con el apoyo de su moribundo mentor en La Havana, Chavez ha asumido la posta de comandante en jefe del ciclo actual del antinorteamericanismo.

Hoy día es fácil golpear a los Estados Unidos, en la medida que las críticas mundiales a las políticas estadounidenses han aumentado rápidamente. En América Latina la frustración es a menudo dirigida a la indiferencia de los EE.UU. para con la región, algo más bien irónico dado que los verdaderos antiestadounidenses deberían darle la bienvenida al hecho de ser dejados en paz. Pero hay también bronca por lo que muchos consideran políticas estadounidenses generalmente arrogantes, incluidas resolutas guerras en Irak y contra las drogas y el terrorismo.

Por su puesto, gran parte del antinorteamericanismo es puramente un proceso demagógico de depositar la culpa en los demás, por ejemplo, al culpar a los Estados Unidos por los fracasos de las reformas sobre-anunciadas e infra-implementadas de lo años 90, o las condiciones de los latinoamericanos en general. ¿Pero cómo denota algo de todo esto una “oleada izquierdista” cuando la “derecha” en América Latina es por lo general tan hostil hacia los Estados Unidos como la “izquierda”?

Otros señalan a los presidentes de Brasil, Chile, Perú y Uruguay, todos miembros de partidos y frentes largamente reconocidos como orientados al socialismo. Estos líderes pueden ser más abiertamente comunitarios que los candidatos a los que vencen en los comicios. Pero sus perspectivas económicas básicas, si bien aplicadas desigualmente, por lejos se deben más a Milton Friedman, con su énfasis en la estabilidad monetaria y los mercados, que a Karl Marx. Ídem los dirigentes más “centristas” en Colombia y México.

Por lo tanto regresamos a Chavez y sus seguidores quienes han ganado elecciones en Bolivia, Ecuador y Nicaragua, y en algún sentido en Argentina, y que casi toman las presidencias en México y Perú. Incluso el recién elegido presidente peruano Alan Garcia, quien durante su campaña criticó severamente a Chavez por interferir en los asuntos de Perú, estuvo congraciándose con el líder de Venezuela en Cochabamba.

Para muchos el engreído Chavez, quien incesantemente lanza frases de Fidel, Mao Zedong y Simon Bolivar, parecería algo especial, pero mayormente es tan solo un típico caudillo bocón del tipo que durante siglos ha entusiasmado y traicionado a los latinoamericanos que desean soluciones para su problemas perennes. Es distinto a la mayoría de los caudillos en su orientación internacional y el hecho de que su arrogancia está financiada por miles de millones de dólares que surgen a raudales de las ventas de petróleo a los adictos a la energía de todo el mundo, gran parte de lo cual distribuye entre simpatizantes en el país y el exterior.

Pero Chavez y Morales, mientras sostienen representar al pueblo, están en verdad a la vanguardia de promover un pasado fallido que lesionará adicionalmente a las ya débiles economías y a sus pueblos. Un ejemplo de retrasar el reloj es obligar a las empresas de energía a renegociar los contratos en base a términos que otorgan mucho más control y dinero a los gobiernos latinoamericanos. Eso puede parecer lo suficientemente justo, ya que si los gigantes energéticos están deseosos de obtener menos ganancias, de eso se trata la negociación. Pero forzar a renegociaciones de acuerdos anteriores abre las puertas a todavía más de lo mismo más adelante, y el no respeto por los contratos puede reducir criticas inversiones extranjeras futuras, sin las cuales las fuentes energéticas latinoamericanas seguirán siendo solo reservas.

Sin embargo, los líderes con buenas intenciones inclinados al chavismo, han sido hasta ahora mayormente demagogos improvisados que manipulan las legítimas necesidades y aspiraciones populares con dádivas (principalmente Chavez), la inclinación populista y la búsqueda del chivo expiatorio antiestadounidense. Han surgido o prosperado de masivas protestas públicas que derrocaron a gobiernos electos desde Argentina a Bolivia o hecho campaña para lograr ser ellos mismos presidentes legalmente electos. La cultura latinoamérica de siglos de la actualidad sigue siendo paternalista en la superficie, con líderes “dictatoriales” que cultivan las expectativas de que son padres cuidadosos. Casi nunca lo son.

Los chavistas, como la mayoría de sus predecesores, están manipulando frustraciones que se remontan a un milenio. Son el producto de los líderes y gobiernos de “derecha”, “centro” e “izquierda” de los indios pre-coloniales, los españoles, los portugueses y los latinoamericanos posteriores a la independencia, de regímenes autoritarios, democráticos, civiles y militares. Casi ninguno ha mejorado de manera permanente el acceso a la comida, los buenos empleos, la educación seria, la igualdad ante la ley o las oportunidades personales para el pueblo como un todo En diciembre de 2006, según la encuesta de Latinobarometro realizada en 18 países, un 69% de los latinoamericanos dijo que sus países se encuentran principalmente gobernados por grupos poderosos en sus propios intereses. Esa es, en resumidas cuentas, la historia latinoamericana.

Hace varias décadas, el historiador británico Hugh Thomas describió al régimen de Fidel Castro como “izquierda fascista”, queriendo significar “un régimen con establecidos objetivos izquierdistas totalitarios y sostenido mediante los métodos del fascismo”. Pero los verdaderos objetivos socialistas rara vez son materializados en alguna parte, así que lo que emergió en Cuba fue el fascismo de estado. Venezuela está moviéndose rápidamente en esa dirección y el peligro es que otros gobiernos orientados al chavismo, si sobreviven, harán lo mismo.

La única esperanza para la región son dirigentes capaces con un amplio apoyo popular implementando programas sanos y pragmáticos para desatar la productividad individual y el bienestar general en el largo plazo. Algunos “viejos izquierdistas” y “centristas” están tratando de hacer algo de esto, con un éxito muy limitado. En otras partes, los chavistas parecerían decididos a santurronamente regresar a un pasado fracasado y tornar a sus países crecientemente irrelevantes más allá de sus fronteras, excepto como proveedores para los rápidamente crecientes e insaciables dragones y grandes gatos de Asia.

  • (1937–2014) fue Investigador Asociado en el Independent Institute y Curador de la Americas Collection en la Hoover Institution.

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