La mayor parte de los funcionarios de Washington han considerado durante mucho tiempo que el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld precisaba ser despedido. Desgraciadamente se necesitó de una importante derrota republicana en los comicios para finalmente motivar a George W. Bush a dejar ir a un jugador fundamental de su circulo intimo.

La remoción de Rumsfeld indica que Bush está escuchando a los votantes y funcionarios electos. Sin embargo, la nominación de Robert Gates—un compinche de la familia Bush y ex Director de la Inteligencia Central (DCI es su sigla en inglés) bajo la administración de su padre—para reemplazar a Rumsfeld solamente creará nuevos problemas para el presidente.

El Presidente Ronald Reagan tuvo que retirar la nominación de Gates para la DCI en 1987 en virtud de la participación de Gates en el escándalo Irán-contras. Para 1991, después de que el calor se hubiese apagado sobre todo el asunto, el Presidente George H. W. Bush volvió a nominar a Gates para el cargo, y fue confirmado.

Contrariamente a la opinión convencional, el incidente Irán-contras fue peor para la república que el escándalo de Watergate. El espionaje ilegal de la administración Nixon y los sucios trucos contra los rivales políticos y la utilización indebida de las agencias de aplicación de ley e inteligencia fueron malos. Pero la evasión por parte de la administración Reagan de la prohibición parlamentaria sobre asistir a los contras nicarag�enses (la Enmienda Boland) fue un cuchillo en el corazón del mayor de las facultades que el Congreso posee bajo los controles y contrapesos de la Constitución—la facultad sobre la cartera. Las actividades ilegales reciben más atención de los medios y de los encargados de hacer cumplir las leyes que las acciones inconstitucionales, pero estas últimas son, por lejos, las más perniciosas para el país.

A pesar de que Gates nunca fue acusado por el incidente Irán-contras, fue severamente criticado por sus acciones por el Juez Lawrence E. Walsh, el Consejero Republicano Independiente que investigó el caso Irán-contras. En su informe sobre el escándalo, Walsh sostuvo que contrariamente al testimonio bajo juramento de Gates ante un gran jurado y en una audiencia de confirmación, la “evidencia prueba” que el entonces Subdirector de Inteligencia Central Gates sabía respecto de la desviación inconstitucional de ganancias de las ventas de armas con destino a Irán a los contras antes de darla a conocer.

Mentirle a un gran jurado y al Congreso es ilegal. Además, es difícil creer que el hombre número dos en la CIA desconocía desde un principio acerca de los esfuerzos de la CIA para apoyar a los contras y la mala conducta de funcionarios gubernamentales en una operación encubierta de alta prioridad.

Walsh también concluyó que la CIA siguió apoyando la desviación de fondos de Oliver North a los contras sin investigar ni comunicarle a sus jefes en el Concejo de Seguridad Nacional. Finalmente, Walsh concluyó que Gates participó en dos informes realizados por investigadores parlamentarios que ayudaron a hacerles creer falsamente que la CIA no se encontraba involucrada en la facilitación de vuelos privados para reaprovisionar a los contras.

El papel de Gates al ignorar la prohibición específica del Congreso respecto de asistir a los contras—una de las amenazas más peligrosas al gobierno constitucional en la historia estadounidense—no debería ser descartado como meramente “noticias viejas”. Aparentemente, los medios y los demócratas están tan aliviados acerca de deshacerse de Rumsfeld que parecieran estar haciendo tan solo eso. En un artículo del 9 de noviembre de 2006, el Washington Post anunciaba la extensa experiencia gubernamental de Gates, el estilo de conducción brillante bipartidista y pragmático, y de construcción del consenso, pero incluyó solamente una oración en la biografía de Gates respecto de su rol en el incidente Irán-contras. El periódico también cita elogios para Gates del senador retirado Sam Nunn, ex jefe del Comité de Servicios Armados del Senado, cuyos cuestionamientos condujeron al retiro de la primera nominación de Gates a la CIA en 1987. El Post citaba a Nunn como complementando la “capacidad para trabajar cercanamente con el Congreso sobre una base bipartidista” de Gates y señalaba que “posee un reputación bien merecida a ambos lados del pasillo por competencia e integridad”.

La integridad en la capital de la nación aparentemente incluye mirar para otro lado cuando actos inconstitucionales están siendo cometidos—incluso cuando esas acciones amenazan el equilibrio de poder entre las ramas gubernamentales y el sistema de gobierno descentralizado que hacen que los Estados Unidos sean un caso único.

Desafortunadamente, los recuerdos duran poco en Washington, y la mayoría de las transgresiones, sin importar cuán malas, se desvanecen con el tiempo y eventualmente son olvidadas. Incluso los ajenos al lugar tales como la BBC han informado ya que Gates “es ampliamente respetado tanto entre los demócratas como los republicanos en el Congreso, y su designación se espera que sea rápidamente ratificada por el Senado”.

A medida que el Congreso pasa a manos demócratas, debería formular un renovado compromiso con la honestidad y la integridad en el gobierno, y reafirmar su poder contra una rama ejecutiva excesivamente dominante. El Senado debería rechazar la nominación de Gates.

Traducido por Gabriel Gasave


Ivan Eland es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.