A medida que tanto la administración Bush como su gobierno cliente en Israel, con sus invasiones de estados árabes en Irak y el Líbano respectivamente, hacen que los Estados Unidos sean aún más odiados en el mundo islámico, un nuevo libro redactado por los presidentes de la Comisión del 11/09 admite que la comisión tergiversó el origen de los ataques del 11 de septiembre—esa misma política exterior estadounidense intervencionista.

El ex gobernador Tom Kean y el ex congresista Lee Hamilton, presidentes de la Comisión del 11/09—la publicidad sostiene que lo son—desean mantener al hace ya tiempo retirado, pero muy celebrado, grupo de expertos en la mente pública. Han escrito un revelador libro acerca de los juicios y tribulaciones de la tarea del panel. A pesar de las desastrosas recomendaciones de la comisión—las que condujeron a una reorganización de la comunidad estadounidense de inteligencia que empeoró su defecto original previo al 11/09 (un severo problema de coordinación provocado por una hinchazón burocrática) —y el evidente ocultamiento del aspecto más importante que la misma examinó, los presidentes están haciendo lo mejor que pueden para escribir otro best seller. El libro de manera útil detalla la deliberada tergiversación por parte de la administración de sus incompetentes acciones en esa jornada, pero realiza la estremecedora admisión de que algunos miembros de la comisión deliberadamente deseaban distorsionar una cuestión aún más importante. Aparentemente, comisionados no identificados deseaban encubrir la circunstancia de que el apoyo estadounidense a Israel fue uno de los factores motivadores detrás del ataque de al Qaeda del 11/09. Aunque para su mérito, Hamilton discutido por sostener que al Qaeda cometió el aborrecible ataque debido a la presencia militar de los EE.UU. en Medio Oriente y al apoyo estadounidense a Israel, el panel suavizó a esa franca conclusión para declarar que la política estadounidense respecto del conflicto israelí-palestino e Irak son “elementos dominantes del comentario popular a través del mundo árabe y musulmán”.

Algunos comisionados deseaban encubrir el vínculo entre el ataque del 11/09 y el apoyo de los Estados Unidos a Israel en virtud de que esto podía implicar que los Estados Unidos tuviesen que alterar su política y morigerar su apoyo en favor de las acciones israelíes. Que acertados que estaban. La cuestión es simple: Si el grueso de los estadounidenses estaría más seguro si los políticos de los EE.UU. moderasen su servil apoyo a Israel, diseñado para obtener el sostén de aquellos grupos de presión que resultan claves dentro del país, ¿no sería una buena idea efectuar este cambio de rumbo? Los ciudadanos estadounidenses promedio podrían atenuar su apoyo a Israel sí fuese más ampliamente conocido el lazo entre los ataques del 11/09 y el incuestionable favoritismo estadounidense por los excesos israelíes. De manera similar, si los contribuyentes estadounidenses supiesen que la costosa e innecesaria política de los EE.UU. de intervenir en los asuntos de otros países alrededor del mundo—incluida la presencia militar estadounidense en Medio Oriente—los vuelve menos seguros ante ataques terroristas en el país, probablemente se generaría presión a favor de un abrupto cambio hacia una política exterior estadounidense más moderada. Pero al igual que el informe original de la Comisión del 11/09, el Presidente Bush regularmente ensombrece a esta importante realidad al afirmar que los Estados Unidos fueron atacados el 11 de septiembre en virtud de sus libertades, no haciendo mención alguna a la política exterior intervensionista de los EE.UU. como la causa del origen de esos ataques.

No obstante ello, numerosos sondeos de opinión en el mundo islámico reiteradamente prueban que el presidente está equivocado. Las encuestas muestran que la gente en los países musulmanes admira las libertades políticas y económicas, la cultura y la tecnología estadounidenses. Pero los números caen por el suelo cuando se pregunta a los islámicos acerca de su aprobación de la política exterior de los Estados Unidos. Gran parte de esta actitud negativa deriva del irreflexivo respaldo estadounidense de cualquier cosa que haga Israel. Además, Osama bin Laden ha escrito o declarado en reiteradas ocasiones que ataca a los Estados Unidos en virtud de su presencia en el Golfo Pérsico y su apoyo a Israel y los regimenes corruptos en el mundo árabe.

La administración Bush ha empeorado el odio anti-estadounidense en los países islámicos, el cual motiva el terrorismo revanchista, mediante su invasión de Irak y su apoyo a la excesiva respuesta militar de Israel en el Líbano. Lamentablemente, es improbable que los iraquíes y libaneses inocentes sean los únicos atormentados con el daño causado por el intervencionismo estadounidense. Los israelíes y los estadounidenses inocentes han sido, y seguirán probablemente siéndolo, las víctimas de las políticas que ha venido vendiendo el Presidente Bush sobre la base de hacer más seguros a los ciudadanos de ambos países, al tiempo que la Comisión del 11/09 obedientemente ha ocultado los rastros de la administración.

Traducido por Gabriel Gasave


Ivan Eland es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.