El renovado brío de Bush para la paz en el Medio Oriente: Un canto de sirena

30 de mayo, 2003

Tanto Ariel Sharon como Mahmoud Abbas han respaldado recientemente la hoja de ruta del Presidente Bush para la paz en la región y han efectuado declaraciones provechosas a la causa del presidente. Si el presidente no es cuidadoso, dichas declaraciones podrían ser un canto de sirena que descarrile el renovado esfuerzo del gobierno de EE.UU. en el Medio Oriente y lo haga estrellarse en las rocas – donde aún yacen los esfuerzos de muchas otras administraciones de EE.UU..

De hecho, Bush está en verdad proveyendo a las sirenas la partitura para interpretar las canciones. La intensa presión sobre ambos lados por parte de una superpotencia triunfal para que hagan «progresos» está sacando a la superficie la retórica positiva de ambos líderes, pero no solucionará las demandas subyacentes de ambas sociedades para controlar la misma tierra. La violencia en Palestina lleva encolerizando el ánimo de la gente desde los años 20 y existen infinidad de intransigentes a ambos lados que se encuentran dispuestos y listos para prevenir la implementación de cualquier acuerdo mediante dicha táctica.

En el mejor de los casos, el probablemente fallido esfuerzo del presidente en el Oriente Medio ganará tal vez algunos votos para él en la próxima elección de EE.UU., dado que no existe ninguna percepción en el país de que él intimidó lo suficiente al fuertemente armado Israel para hacer concesiones. El peor resultado posible podría ser el «éxito»: si Bush sigue el modelo de Clinton de los acuerdos de Dayton que concluyeron la guerra civil en Bosnia – forzar a partes renuentes a una solución artificial del conflicto – Bush firmará una presencia militar de los EE.UU. a largo plazo para desalentar la violencia en ambos lados empleando un acuerdo involuntario sin alcanzar una paz sostenible. Este atolladero hará que las ocupaciones estadounidenses de Bosnia, de Kosovo, de Irak y de Afganistán luzcan como un picnic – y podría eventualmente parecerse a la retirada imperial británica de Palestina en 1948.

Lamentablemente, el único modo de que las partes en conflicto puedan alcanzar una paz verdadera, duradera y voluntaria es a través del agotamiento mediante la guerra. Las dos partes no se encuentran allí aún, y ninguna torcedura de brazos por parte de los EE.UU., por grande que sea, funcionará en última instancia. Los Estados Unidos deberían desvincularse del proceso y urgir a sus socios en el esfuerzo – Rusia, la Unión Europea y los Naciones Unidas – a hacer lo mismo hasta que cada una de las dos partes propongan concesiones suficientes para demostrar que se encuentran realmente hartas de la guerra y que genuinamente desean la paz. Solamente entonces deberían los Estados Unidos, o cualesquiera de aquellas otras partes, avanzar – y en ese caso solamente como un mediador verdaderamente neutral y relativamente pasivo de la disputa.

El rol activo, coercitivo y favorable a Israel del gobierno de los EE.UU. no es solamente contraproducente para las partes implicadas y para los Estados Unidos, sino que es innecesario. Si Israel fue siempre estratégico para los Estados Unidos, lo fue como un aliado en un Oriente Medio en gran medida pro-soviético antes de 1972. Tanto el archirival soviético como la Guerra Fría han desaparecido hace mucho, y con ello, la razón para la intransigencia de los EE.UU. en la cuestión Palestina. Además, si el asegurar fuentes de petróleo barato desde el Golfo Pérsico es un pilar importante de la política estadounidense en el Oriente Medio, el apoyo de los EE.UU. a Israel es realmente ineficaz en aras de ese objetivo.

El apoyo de los EE.UU. a Israel actúa como una bengala para el terrorismo anti-estadounidense. Pero pese a que Osama bin Laden ha mencionado la ayuda de los EE.UU. a Israel como una razón para atacar los objetivos de los EE.UU., es un pensamiento posterior en su lista de las principales ofensas – la presencia militar estadounidense en Arabia Saudita y el apoyo de EE.UU. a su corrupto gobierno – utilizado simplemente como táctica para obtener un más amplio apoyo en el mundo islámico. Así pues, solucionar el conflicto palestino por sí mismo no removerá la amenaza de al Qaeda porque ese problema es principalmente atribuible al intervencionismo general de los EE.UU. en el Oriente Medio.

La respuesta al problema del Oriente Medio es reducir el apoyo de los EE.UU. a Israel y otros estados en la región, para no enredarse más lejos en una intervención coercitiva para negociar y garantizar la «paz» en Palestina. Tal intervención incrementaría el terrorismo anti-estadounidense, no lo reduciría. El Presidente Bush debería cerrar su oídos al canto de sirena y revertir sus instintos iniciales de cuando recién asumió su cargo, adoptando un perfil más bajo en la cuestión Palestina.

Traducido por Gabriel Gasave

  • es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.

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