La otra cara de Ingrid y las viudas del secuestro
Por Manuel Trujillo Romero
Correo del Caroní
Dudé entre titular esta nota como finalmente lo hice, o hacerlo: Ingrid, la erotizadora de voluntades. La decisión definitiva la tomé luego de analizar con detenimiento sus declaraciones desde que fue liberada por el Ejército colombiano. Al final es lo mismo. Entraré en materia después de hacer algunas consideraciones previas.
Son pocas las personas que en el mundo no se hayan alegrado por la reciente liberación de los secuestrados encabezados por la señora Ingrid Betancourt, a pesar de que varias connotadas figuras de la política mundial sólo se preocupaban por su cautiverio y no por el del resto de personas privadas ilegítimamente de su libertad. Entre los liberados hay gente que tenían 10 años de haber sido plagiadas, cuatro más que la ex candidata presidencial. No obstante, Europa, específicamente, Francia, puso su interés más en su connacional, la colombo-francesa, que los cientos de plagiados.
Para conocer los rasgos actitudinales de una persona, uno de los procedimientos más efectivos es analizar su entorno familiar, especialmente el maternal. La madre deja en los hijos la impronta de su personalidad. Los hijos serán amorosos u odiosos según esa figura maternal se lo haya inculcado desde los primeros años de vida del infante.
La Ingrid que muchos conocimos antes del secuestro, se nos mostraba como una política impetuosa, vehemente, soberbia e imprudente. La impetuosidad en los políticos tiene cierta aceptación según las circunstancias que así lo exijan. Pero es generalmente rechazada cuando se convierte en un patrón de conducta inmodificable. Esto hizo que al momento del secuestro Ingrid no contara con opción de triunfo. La vehemencia política pisa la raya del irracionalismo que impide ver las cosas con espíritu sosegado aunque produce ciertos dividendos políticos: Ingrid logró una alta votación al Senado colombiano. La soberbia es el irracionalismo en todo su esplendor.
Oportuno es decir que su soberbia la llevó a las cadenas que la ataron por 6 años. Las autoridades colombianas le advirtieron que era extremadamente peligroso una candidata a la presidencia se adentrara en la selva del Caguán por la presencia guerrillera. Poco le importó la advertencia y se fue. ¿Lo hizo a propósito?
No deja cabida a las diversas formas del pensamiento. La Ingrid en cautiverio sólo creía en lo que le contaba su mamá en las cartas que le enviaba. El esposo de Ingrid, Juan Carlos Lecompte, acusa a su suegra de llenarle la cabeza de chismes a la hija, a lo cual, según él, se debió la frialdad con que lo saludó a su retorno de la selva y su posible divorcio. Los medios televisivos captaron a la señora madre anticipándose a la respuesta cuando los periodistas le preguntaron a Ingrid si aspiraba a ser vicepresidenta de Uribe, aquella les dijo:” no, vicepresidenta no, a presidenta”.
La imprudencia rompe los límites de la lógica. Por qué Ingrid tiene que expresar en Europa que su liberación es producto de los esfuerzos del gobierno francés? Por fortuna el operativo militar fue impecable, como ella misma lo dijo al bajarse del helicóptero que se la devolvió al mundo libre. Pero una vez que ella pisó tierra del viejo continente, ahí se escapó la imprudencia. ¿Cómo es que los méritos se los otorga al gobierno francés y no al colombiano?
Bueno es recodar que 2 intentos de rescates, previos a este que comentamos, fracasaron y terminaron con las vidas de los secuestrados. El 30-09-01 el fracaso del rescate de Consuelo Araujo le costó la vida a la cautiva. El 05-04-03 en iguales circunstancias murieron Guillermo Gaviria y Gilberto Echeverri, dos connotados políticos colombianos. ¿Qué hubiera pasado si el operativo militar hubiese sido un fracaso? Ella o su familia le echaría la culpa al gobierno francés que junto con el americano estaban al tanto del audaz procedimiento? Verdad que no.
Ya a Ingrid, a otros se les pasará la euforia de la liberación. Entonces veremos la verdadera cara de la que hoy sufre el “Síndrome de Estocolmo”, pero al revés y sesgado.
Ya pasará la euforia y entonces veremos a una Ingrid en ciertas alianzas políticas con quienes, antes de su liberación, rogaban porque la mantuvieran en cautiverio porque era la “joya de la corona”.
Ya pasará la euforia y la veremos recorrer pueblos colombianos sin el temor al atentado que hoy tiene “si participa en la marcha del 20 de julio en Colombia para pedir la liberación de los secuestrados que quedaron en la selva”, según sus propias palabras. En esa fecha ella marchará, pero en Francia y bajo la protección del gobierno de ese país. ¿Es que el Estado que la liberó corriendo graves riesgos no le da garantías para marchar por las calles bogotanas? O era que acaso, ¿ella no corría ningún riego en la selva?
No extrañaría que un día de estos Ingrid le lance un ramo de flores a un mandatario centroamericano para que cambie el aroma etílico por el de las bellas flores colombianas.
Las viudas que hoy derraman sus lágrimas porque ya no está en cautiverio, serán sus aliados de mañana. Sobre todo ahora que la mujer del turbante ha perdido piso. Así son las cosas, acostumbra a decir Oscar Yánez.
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