Los partidarios de la guerra se quejan en voz alta de las Naciones Unidas, las cuales, alegan ellos, se interponen a un justificado ataque estadounidense contra Irak. Algunos afirman que los Estados Unidos deberían ignorar a la ONU y actuar sin su aprobación. E incluso, gran parte del argumento de los EE.UU. para la guerra contra Irak tiene su eje en las violaciones de Saddam Hussein de las resoluciones las Naciones Unidas. La ironía es clara como el cristal: mientras muchos halcones estadounidenses vociferan acerca de la indiferencia de Saddam para con la ONU, los mismos quisieran ver la propia indiferencia de los Estados Unidos por la ONU—todo ello con la paradójica meta de mantener la autoridad y la legitimidad del organismo.

Estos halcones también parecen ignorar los exitosos desafíos estadounidenses a la ONU, tales como las omisiones incluso de pagar sus deudas. Los Estados Unidos inclusive trabajaron con la Unión Soviética para blindar a Irak de la censura de la ONU en lo atinente a una de las violaciones más notorias por parte de ese país del derecho internacional: su uso de armas químicas en la guerra Irak-Irán en los años 80.

El doble estándar de los halcones es más claro cuando consideramos que algunos de ellos piensan incluso que los Estados Unidos no deberían integrar la ONU—aunque si piensan, presumiblemente, que los EE.UU. deberían hacer cumplir sus resoluciones.

Y entonces tenemos a las palomas. Muchas de ellas sostienen que los Estados Unidos deberían "dejar trabajar a las inspecciones de la ONU," y que si los EE.UU. actúan contra Irak sin la aprobación de ONU, ese accionar será en sí mismo en desprecio del derecho internacional.

Y aún, muchas de estas mismas palomas pro Naciones Unidas han protestado durante años por las sanciones del Organismo contra Irak, las cuales afirman han matado a más de un millón de iraquíes inocentes. Tal atrocidad debería interrumpir la creencia de las palomas en la rectitud de la ONU como la condición indispensable para la libertad y la justicia.

Por lo tanto, tenemos a aquellos que ahora denuncian a la ONU por no permitirles a los Estados Unidos hacer cumplir sus resoluciones; ellos odian a la ONU pero abrazan selectivamente sus decretos. Y tenemos individuos pacifistas que aplauden a la ONU por retrasar el esfuerzo bélico—incluso mientras guardan luto por los cientos de miles de muertes que los mismos le atribuyen a sus sanciones.

¿Y qué ocurrirá si el Consejo de Seguridad de la ONU cede, y aprueba una guerra contra Irak?

Si esto sucede, los defensores de la guerra aclamarán una vez más a la ONU como una comunidad internacional al lado de la justicia—y las palomas que confiaron en la ONU para prevenir la acción militar tragarán tranquilamente su decepción.

Los Naciones Unidas no son ninguna organización libre de defectos, ningún modelo de la verdad, ningún patrón ejemplar para las políticas exteriores nacionales. Es una coalición de gobiernos—cada uno con sus propias prioridades y agendas políticamente motivadas. Es hipócrita y absurdo que aquellos que alguna vez desacreditaron a la ONU utilicen sus resoluciones para justificar la guerra con Irak—o que los activistas pacifistas confíen en la ONU para traer paz y justicia a una región que ellos creen ha sufrido la peor de las políticas de la ONU: la hambruna masiva a causa de las sanciones.

En vez de escondernos detrás de la retórica de la construcción del consenso de la ONU, deberíamos apoyar u oponernos a la guerra sobre la base de la seguridad nacional y de la estabilidad global.

Para las palomas, esto significa que la indiferencia potencial de Bush por la ONU deja de tener algún mérito como un argumento en contra de la guerra. Para los halcones, significa que la pasada indiferencia de Saddam por la ONU falla como un argumento para la misma.

Traducido por Gabriel Gasave


Anthony Gregory fue Investigador Asociado en el Independent Institute y es el autor de American Surveillance.