El encargado de las cuestiones anti-monopólicas de la administración Bush, Charles James, y su banda de funcionarios contra los conglomerados en el Departamento de Justicia han resultado ser un gran disgusto para aquellos que esperaban un cambio significativo en la lucha contra los monopolios. En vez de desafiar y de refutar los numerosos casos carentes de sentido iniciados por la administración Clinton, James y compañía se encuentran expandiendo y legitimando a los principales tropiezos anti-monopólicos de la anterior administración.

Por ejemplo, el equipo de Bush ha apelado en abril de este año el pronunciamiento del juez J. Thomas Marten que había descartado los cargos por reducciones depredadoras de precios contra American Airlines. El juez Marten dispuso de manera definitiva que American tenía derecho a bajar los precios para enfrentar a los menores precios de sus competidores (más pequeños) y que tal comportamiento era eficaz e incrementaba el bienestar del consumidor.

En lugar de aplaudir este fallo, sin embargo, la nueva división anti-monopolios le ha pedido a la Corte de Apelaciones del 10º Circuito que lo revise y desea realmente ir a juicio a fin de impedir que American Airlines se involucre en una competencia de precios con sus rivales. Muy tonto.

Aún más tonto, por supuesto, es la absolutamente implacable persecución contra Microsoft. La administración Bush ha desperdiciado una oportunidad de oro para desactivar y rápidamente liquidar esta larga década de monstruosidad regulatoria que heredara. En cambio, la misma se encuentra oponiéndose agresivamente a Microsoft en cada recodo, incluyendo su más reciente intento de bloquear la apelación de Microsoft (de la reciente decisión de la Corte de apelaciones de los EE.UU.) ante la Suprema Corte de los EE.UU..

Veinte años atrás, bajo circunstancias muy similares, la administración Reagan manejó un importante problema anti-monopólico al que heredó, de una manera muy distinta. IBM fue procesada por el Departamento de Justicia de la administración Johnson en 1969 y acusada de monopolización ilegal del mercado de los sistemas digitales para computadoras para fines generales. La demanda sostenía que IBM se había sistemáticamente involucrado en ciertas prácticas exclusionistas—¿suena familiar?—que procuraban crear y mantener un monopolio en violación a la Ley Sherman . El caso finalmente fue a juicio en 1975. No obstante, luego de más de seis años en el tribunal y de una trascripción del proceso de más de 104.000 páginas, el gobierno abandonó el caso en 1982 dado que, como el Asistente del Procurador General William Baxter lo afirmara tan bruscamente, la persecución legal de 13 años era simplemente “sin mérito.”

IBM, al igual que Microsoft, era acusada de constreñir al software con el hardware y de esa manera excluir a los competidores, aun cuando, de nuevo como con Microsoft, el grueso de la información relevante para el consumidor demostraba que IBM había innovado rápidamente y bajado los precios. Finalmente, en el caso de IBM como en el de Microsoft, existían competidores descontentos y empresas rivales que estaban ansiosas de ver a IBM condenada y “maniatada” por años (como un competidor tan coloridamente lo expresara) por la regulación anti- monopólica.

En contraste, pese a que no hubo resoluciones sobrelos hechos en el caso de IBM, hay algunas muy desfavorables en el caso de Microsoft. No obstante, ¡la única razón por la que no hubo resoluciones desfavorables en la causa contra IBM es debido a que la misma fue desistida antes de que el encolerizado juez del proceso pudiese escribir alguno!

No cabe duda en absoluto de que IBM fue procesada ante un prejuicioso y hostil juez de corte (IBM intentó sin éxito remover de la causa al juez David Edelstein) quien dejó bien en claro en el tribunal que hubiese fallado en contra de la compañía y que, quizás, hubiese incluso ordenado su partición para quebrar su supuesto monopolio. De habérsele permitido, el juez Edelstein habría sin duda producido masivos (y completamente incorrectos) , similares en todos los aspectos importantes a las resoluciones de burlería de Microsoft producidos por el juez Thomas Penfield Jackson, y ahora aceptados como sagrados e intocables por el establishment contra los monopolios. Tales resoluciones en la causa contra IBM hubiesen significado, como lo significarán en la causa contra Microsoft, que el procesamiento se hubiese prolongado (al menos en el proceso civil) durante años, quizás décadas, sin propósito social alguno.

¿Cuáles fueron los efectos nocivos de abortar la demanda contra IBM en 1982? Absolutamente ninguno. En cambio, todas las consecuencias de remover la incertidumbre en la industria de la computación fueron positivas. IBM procedió a introducir la computadora personal y la industria (liderada por el salto de Microsoft) se expandió y creció dramáticamente en direcciones que pocos podrían haber predicho.

Y toda la perorata del juicio acerca de un monopolio sofocador de los avances tecnológicos en la industria de la computación se evaporó como el aire caliente académico que era. De hecho, nadie (fuera de la barra anti-monopolios) ha siquiera mirado hacia atrás con algún pesar de que los federales no partiesen a IBM o no la atiborrasen con regulaciones a la innovación que hubiesen beneficiado a sus competidores pero perjudicado a los consumidores.

Exactamente idénticos resultados beneficiosos acontecerán siempre y cuando la administración Bush se despabile y abandone la cruzada no santa para destruir a Microsoft. Pero no contenga su respiración.

Traducido por Gabriel Gasave


Dominick T. Armentano es Profesor Emérito en Economía en la University of Hartford (Connecticut) e Investigador Asociado en The Independent Institute en Oakland, California. Es autor de Antitrust & Monopoly (Independent Institute, 1998)